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Navidad sin blanca

lunes, 24 de diciembre de 2012
Desde los primeros años de nuestra infancia, al menos en mi generación, hemos crecido en el arquetipo de la “blanca Navidad”, con montañas nevadas, árboles cubiertos de blanco y familias recogidas al calor del hogar, cantando villancicos en torno a un portal de Belén y destilando buenos deseos.

Gracias a la nefasta gestión del nunca suficientemente ponderado Zapatero, ya lo dice el refrán, ¡zapatero a tus zapatos!, y a las medidas económicas adoptadas por Rajoy para enderezar el entuerto provocado por aquél y sanear las cuentas públicas, medidas que en un sentido estricto podríamos resumir que no han consistido en otra cosa que en subir todos y cada uno de los impuestos y recortar todas y cada una de las prestaciones a la ciudadanía, mientras se mantienen intactas y en algunos casos mejoradas, las prebendas propias de la casta política, clan al que el señor Rajoy tan bien representa, los españoles nos disponemos a pasar, más que unas Navidades blancas, unas Navidades sin blanca.

Del ambiente bucólico de la blanca Navidad hemos pasado a la angustia, con tintes de desesperación en demasiados casos, que se vive en millones de hogares españoles, en los que la crisis de la economía y, sobre todo, la crisis ética que padece, sin distinción de siglas, el conjunto de la casta política, se ha cebado sin la menor consideración y las ha llevado a vivir sin ilusión y sin esperanza en el futuro.

Una vez “desplumados”, o en trance de desplume, los funcionarios, los autónomos, los pensionistas y tuti cuanti paganini que transita por España; los únicos que todavía tienen el privilegio de considerarse consumidores, descontados los pocos afortunados que han sido agraciados con los premios de la lotería, son los propios políticos y la legión de parásitos, cada vez más numerosa y más insaciable, que los rodea, a los que la crisis les suena a cuento chino y éstos, ya se sabe, siempre viajan con gastos pagados.

Pese a todo y por encima de todo, seguro que los españoles sabremos hacer de la necesidad virtud y, dejando de lado el consumismo propio en el que han degenerado estas Fiestas durante los últimos años, haremos de la Navidad una exaltación de la familia y de los valores humanos, tan necesarios y tan escasos en los tiempos que corren. Sea como sea, vaya para todos mi deseo de que pasen unas ¡Felices Fiestas y un Año Nuevo que nos traiga esperanza y mucho trabajo!
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


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