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Un viaje portugués

miércoles, 05 de diciembre de 2012
FINISTERRAE 5 // Un viaje portugués

Alguna vez se ha situado en un segundo plano la peregrinación portuguesa a Santiago en relación con la ultrapirenaica. La realidad, tozuda, demuestra lo contrario siglo a siglo. Como el francés, el alemán o el italiano, el viaje portugués a Compostela está cargado de épica, intensidad y míticos personajes, además de ser el origen de la leyenda lusa más universal y símbolo de ese país: la del gallo de la ciudad de Barcelos, que narra la injusta condena de un peregrino jacobeo a la horca por robo. Como muestra el famoso cruzeiro do Galo en dicha urbe, el apóstol Santiago sostiene al viajero con vida hasta que la resurrección milagrosa de un gallo demuestra su inocencia.

La lusa presenta, sin embargo, una singularidad en relación con las otras peregrinaciones jacobeas continentales: los relatos históricos más conocidos pertenecen a extranjeros. Nos legaron su testimonio ya fuese dirigiéndose a Portugal tras llegar a la meta compostelana o viniendo hacia esta desde dicho país. En ambos casos el más frecuente punto de destino y origen era la cosmopolita ciudad de Lisboa y su puerto.

Por estos textos sabemos de los principales itinerarios jacobeos lusos y de la relevancia que sus autores daban al santuario compostelano.

Muchos de ellos eran solo viajeros –no peregrinos piadosos- que por algún motivo –diplomático, militar, aventurero, etc.- aprovechaban la estancia en Portugal para viajar a Compostela -y con frecuencia también a Fisterra-, un destino que muchas veces les suponía no pocas calamidades. Con devoción o sin ella, Santiago les resultaba irrenunciable.

Entre estos relatos de extranjeros –italianos, alemanes, franceses, checos, etc.- a través de Portugal destacan los de la comitiva del noble Leo von Rozmithal (1466), Nikolaus von Popplau (1484), Hieronymus Münzer (1494); Eric Lassota (1581), Giovanni B. Confalonieri (1594); Jakob Sobieski (1611), la comitiva de Cosme de Médicis (1669), Domenico Laffi (1691), Diego Torres Villarroel (1736) y Nicola Albani en 1743, quien pese a ser atacado por bandidos vuelve desde Lisboa en 1745, por ser año santo. También el pintor flamenco Jan van Eyck viajó a Santiago desde Portugal (1428); existe incluso la tradición del paso de San Francisco hacia Compostela (s. XIII).

Las periódicas guerras entre España y Portugal influyeron en este viaje, pero no lo interrumpieron. La tradición era muy fuerte. Hay noticias de peregrinos portugueses a finales del siglo IX, como señala el experto luso Humberto Vaquero. Es el caso de los obispos Nausto y Argemiro en 899. Además, no fueron sólo religiosos, nobles, pueblo y extranjeros los que lo realizaron. Lo hicieron al menos cuatro reyes: Alfonso II (1220) y su hijo Sancho II (1243), la reina santa Isabel (con dos míticas peregrinaciones en 1325 y 1335) y Manuel I el Afortunado (1502).

Tras un cierto declive, a finales del siglo XIX e inicios del XX la peregrinación jacobea lusa se consolidó como la primera y más regular entre las extranjeras, especialmente en los años santos.

Como ha señalado Juan Manuel López-Chaves, pionero en la difusión del Camino Portugués, “cuando el Camino Francés y, por tanto, en los países allende los Pirineos, cae en picado el número de peregrinos, los Caminos Portugueses son las vías que siguen la práctica totalidad de los peregrinos”. Fue también este itinerario el segundo en renacer -tras el Francés- como vía histórica compostelana desde el año santo de 1993 (el primer Xacobeo). Un viaje portugués a Santiago casi siempre fue algo más que un viaje.
Rodríguez, Manuel F.
Rodríguez, Manuel F.


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