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Palestina en la Onu, pero...

martes, 04 de diciembre de 2012
En lo referente a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Cisjordania, Gaza y Ramala, entramos francamente en el terreno de la microgeografía. Las dimensiones de estos territorios y poblaciones son mínimas, su trascendencia política e histórica, nayúscula. De ellos depende la paz del mundo desde hace más de sesemta años.

Nacida tras los Acuerdos de Oslo (Noruega) de 1993, la ANP administra estos pequeños territorios dispersos que tachonan la turbulenta región pero, sobre todo, encarnan una nación histórica, Palestina. En ella se da, como telón de fondo, el sempiterno enfrentamiento entre los árabes, presentes en la región desde siempre, y los israelíes, que crearon su Estado en 1948 con la ayuda imprescindible y "sine qua non" de EEUU.

Desde tal fecha los palestinos pugnaron por instaurar un estado propio como preconizaba la resolución 181 de la Organización de las Naciones Unidas, designio que ha dado esta semana, 64 largos años después, un paso importante con el reconocimiento de Palestina por parte de la Asamlea General de la ONU como Estado observador, aunque no miembro de pleno derecho. Un hito para el mundo árabe.

Palestina es por tanto ya el 194 estado de las Naciones Unidas y aunque sus poderes sean teóricos y más bien nominativos, ha adquirido sin embargo al pertenecer a la Asamblea General el importante derecho a formar parte de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, estatus que le confiere la posibilidad llegado el caso de sentar a Israel en el banquillo por crímenes de guerra. Posibilidad descartada de momento por los palestinos pero que pende como espada de Damocles tras el trascendental voto.

Por mucho que se insista en que la resolución de la ONU no cambia nada sobre el terreno, la situación es otra: Palestina recobró ánimos al verse tan respaldada internacionalmente.

Así, en el mayor ágora del mundo, en la ONU, la Asamblea General actual de 138 miembros le ganó la partida al Consejo de Seguridad, compuesto por los cinco países vencedores de la Segunda Guerra Mundial, China, Rusia, Francia, Gran Bretaña y EEUU, valedor de Israel pero impotente al no poder esta vez usar su derecho a veto porque en la citada Asamblea General no puede ejercerse tal derecho.

Palestina venció por abrumadora mayoría. En efecto, 138 países, como hemos dicho, votaron a favor de admitirla como estado observador frente a 9 en contra - encabezados por EEUU- y 41 abstenciones, entre ellas, las más significativas fueron, por diferentes razones, Alemania, Reino Unido y algunos países bálticos. La votación dibuja en filigrana un mapa mundi distinto al dominado por Norteamérica.

Palestina logró concitar la simpatía general frente al aislamiento de EEUU en este voto, sólo respaldado por la República Checa, Canadá, e irrisoriamente, por Micronesia, las islas Marshall, Nauru y Palau.

Desmenuzo estos datos por países a causa de su interés evidente ya que
constituyen una panorámica del estado de un mundo que se resiste a someterse a una superpotencia, por poderosa que sea.

Evidentemente, ni que decir tiene que por ello haya quedado resuelto el diferendo más enrevesado del plameta que en seis décadas ha provocado más de 100.000 muertes y ha tenido un oneroso coste de 12 mil millones de dólares. Pero sí ha servido para señalar losproblemas ineluddibles que hay que resolver a fin de apaciguar de forma duradera la fatídica región.

Resumamos lo sucedido. La resolución de la ONU, verdadera acta de bautismo de Palestina, es antes que nada un triunfo para el presidente de la ANP, Mahmud Habbas, quien declaró, satisfecho y conciliador, que buscaría "desesperadamente" la paz. Actor principal del drama, Abbas abogó tras esta victoria moral por reanudar las negociaciones, interrumpidas hace dos años. Y advirtió en su discurso que nos hallamos ante la última oportunidad para llegar a la solución de cohabitación entre los dos Estados, Israel y Palestina. Será una apuesta casi imposible, la animadversión ancestral y legendaria entre judíos y árabes parece insuperable, sobre todo en este caso de vivir puerta con puerta, de compartir territorio.

Sin rodeos, con su habitual jactancia, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tildó el discurso de Mahmud Habbas de "hostil y venenoso", rompiendo la baraja antes de que empezara la partida. Sin que hubiera pasado un día, se filtrró intencionadamente a la prensa que el Gobierno israelí se dispone a permitir la construcción de 3.000 viviendas en Cisjordania y Jerusalén Este, zona de la ciudad, prevista como capital de la nueva Palestina. Es anatema para los árabes, en particular porque el nuevo asentamiento anunciado cortaría en dos a Cirjotdania. Pero Netanyahu, un halcón del partido extremista Likud, no se para en barras, sigue adelante en su obcecación sólo contra todos: contra la ONU, contra la Autoridad Nacional Palestina e incluso esta vez contra los EEUU, opuestos a cualquier tipo de asentamiento en la explosiva zona.

Desde 1967, más de 500.000 israelíes armados se han instalado en los territorios palestinos ocupados en una constante y creciente colonización.

La decisión desafiante del primer ministro Netanyahu, candidato a la reelección en los próximos comicios, es una provocación más para encrespar los ánimos y un problema para Barack Obama.

Difícil salida del diferendo más inextricable del mundo. Israel se atrinchera en sus posiciones. Palestina puede esgrinir una lista de agravios. Bastaría uno, si se confirmara: que el presidente Yasir Arafat, muerto en 2004 cuyos restos han sido ahora exhumados en Ramala, fue envenenado. Una hipótesis que violentaría aún más -si ello es posible - la ya muy prolongada disputa.

Encontré no obstante un proverbio árabe tranquilizador que podría servirnos en este análisis. Dice así: "Cuatro cosas hay que nunca vuelven más: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada". Palestina aprovechó la suya.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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