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Cuando Goethe llegó a Einsiedeln

miércoles, 28 de noviembre de 2012
FINISTERRAE 4 // Cuando Goethe llegó a Einsiedeln

Durante su célebre viaje a Italia (1786-1787), el escritor alemán Joham W. Goethe, pasa por el gran santuario y monasterio suizo de Einsiedeln. Conoce a una niña que le cuenta que llegó allí para iniciar el viaje a Compostela con su madre, pero que esta murió antes de partir. Y es que Einsiedeln era uno de los lugares donde los peregrinos jacobeos se concentraban para iniciar el camino hacia Compostela. Así lo recomienda a sus compatriotas, entre otros históricos peregrinos, el germano Hermann Künig (1495). En su conocida guía jacobea señala que lo ideal es comenzar la peregrinación “alegre” y que para ello lo mejor es marchar “primero a Einsiedeln”.

El gran centro espiritual suizo ha pasado a la historia como uno de los lugares de los caminos jacobeos europeos ultrapirenaicos que, por ciertas coincidencias geográficas, religiosas, económicas y sociales, se convirtieron en emblemáticos puntos de comienzo del viaje a Compostela.

Cada peregrino podía partir –y de hecho partía- desde cualquier punto. Pero que el viaje a Compostela tuviese un destino fijo -hacia una meta espiritual muy concreta- hizo que determinados lugares adquiriesen la condición de emblemas del inicio del Camino. La singularidad de estos puntos se reforzaba con una serie de ritos y costumbres –bendición de despedida, hospitalidad, canciones de peregrinos, vestimenta, etc.- que acabaron de dar forma a su condición.

Hubo otros centros emblemáticos de partida en la Europa ultrapirenaica. Citamos algunos. Por ejemplo, la ciudad de Bruselas. Concentraba a peregrinos belgas y de otras procedencias isleñas y nórdicas. Los antiguos hospitales y centros vinculados a la peregrinación jacobea así lo confirman. Quedan como remoto símbolo de aquel pasado la imponente iglesia de Santiago y la maravillosa tradición del templo de Notre-Dame du Finistère. La fuerza del viaje a Compostela y el propio mito de la extensión de la fe cristiana hasta los extremos del mundo llevaron a vincular los orígenes de la imagen de esta Virgen a una efigie traída desde Fisterra, al regreso de una peregrinación local a Santiago.

No menos relevante fue la ciudad de Hamburgo para las peregrinaciones marítimas a Compostela desde la Baja Edad Media. También aquí la iglesia de Santiago y otros testimonios históricos confirman a esta ciudad alemana como emblemático punto jacobeo de partida, lo mismo que sucede con determinados puertos y lugares del sur de Inglaterra (Reading, Southampton, Bristol).

Legendaria es la tradición de los peregrinos que una vez llegados a Roma tomaban esta ciudad como inicio ideal de su peregrinación hacia Santiago. Parece ser el caso de Simeón de Armenia, ya en el siglo X, entre otros muchos posteriores.

Y que vamos a decir de Francia. La tierra de paso obligado para todos los peregrinos ultrapirenaicos tiene en París un punto de partida emblemático. Lo demuestra el pasado que se le adjudica a la torre de Saint-Jacques, que sobrevivió a la iglesia del mismo nombre, punto predilecto de partida de los peregrinos que se concentraban en esta ciudad para iniciar el largo viaje compostelano. También estaban -y están- Le Puy, Saint-Jean-Pied-de-Port y Burdeos, cada lugar con sus connotaciones y características jacobeas propias, siempre ricas y sorprendentes.

La huella jacobea es tan atractiva e intensa que ha logrado revivir a muchos de estos lugares, con una fuerza sorprendente, como símbolos de la partida hacia la fe de Compostela y el espíritu del finis terrae. La confluencia perfecta. Es una especie de conexión con el pasado tan buscada como insondable.
Rodríguez, Manuel F.
Rodríguez, Manuel F.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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