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Señales

martes, 09 de octubre de 2012
Son varios los factores que intervienen a la hora de poder ver, sentir y percibir las señales de los seres o familiares que ya han fallecido. Entre ellos están el equilibrio mente corazón, la disposición y capacidad a percibir, el momento adecuado, el modo de ver, las tensiones, el miedo, el estrés, las ganas, la obsesión, las emociones y sentimientos, etc.

Una de las maneras de comunicarse nuestros seres queridos con nosotros, es a través de señales o mensajes que envían. Y pueden emitirlos de muchas maneras distintas. Y no tienen que ser siempre de la misma forma.

La mayoría de los mensajes que recibimos suelen producirse al principio, tras su marcha. Muchas veces es para comunicarnos que se han ido o que están bien. Durante un tiempo, dejamos de sentir su presencia, es normal.

Al morir, todavía estamos conectados con la tierra, con lo concreto, con la materia, somos más densos y, aunque hemos abandonado nuestro cuerpo, seguimos teniendo cierta corporeidad. Resulta más sencilla la comunicación, y normalmente suelen elegir el mundo de los sueños, en este caso, el plano astral, como lugar de encuentro entre ellos y nosotros.

Tras su marcha, siguen su camino evolutivo y vibracional. No es posible tener el mismo contacto con ellos por mucho que lo deseemos. Por poner un ejemplo, si nos vamos de viaje a otro lugar, ya sea a trabajar o por placer, estaremos ocupados en nuestras cosas. Eso no significa que no nos acordemos de las personas a las que queremos, pero estamos a lo nuestro. Pues es parecido a lo que sucede tras la muerte, eso si, salvando las distancias.

Nuestros ojos, nuestro corazón, sigue necesitando el contacto, su presencia pero ellos, tienen otras ocupaciones, otro camino, el suyo; del mismo modo que cuando nos toque morir, seguiremos el nuestro. Por ello, son siempre nuestros seres queridos los que se ponen en contacto con nosotros, y no nosotros con ellos.

Ellos siguen avanzando y debemos ayudarles a seguir su proceso como almas que son. El demandar su atención no es bueno para ninguno. Solemos confundir la pena, el dolor, el vacío con el apego. Cuántas veces he escuchado, es que Fulanito siempre estaba pendiente de mi, y ahora que se ha muerto, ni tan siquiera he soñado con él o le he visto. No es lógico, estábamos tan unidos, me siento abandonada.

Sí es lógico y normal. Ellos están en otra dimensión, ocupándose de proseguir su vida, su evolución. Su sentimientos, sus metas, son distintas a las nuestras. Eso no significa que no nos ayuden, al revés, si pueden, nos mostrarán su cercanía, su apoyo y energía. Velarán y nos guiarán aportando luz a nuestros pensamientos y sentimientos.

Debemos dejarles partir, pues la muerte sólo es otra etapa, eso si, deja un vacío fuerte pero debemos afrontarlo con naturalidad y amor. No digo que no se sufra, que no haya un duelo, que no se necesite tiempo. Al revés, al pasar por estas etapas estamos asumiendo su marcha.

Cuánto mejor nos vean, nos sientan, nos perciban, más podrán ayudarnos, porque no existirá una dependencia nuestra hacia ellos.

Para entender y ver sus señales, debemos tener una mente abierta, ser espectadores de nuestra vida cotidiana, no esperar nada y ser como niños, estar abiertos a la sorpresa, y ello sólo lo podemos hacer si nuestro dolor, nuestra angustia no nos domina. Porque si es así, estaremos cerrados a sentir aquello que es alegría. Y nuestros seres son alegría y amor.

Seamos como niños, vamos a dejarnos llevar, observemos en la medida que podamos lo que ocurre a nuestro alrededor. Tal vez la señal que hacen, está delante de nosotros y no podemos verla. A veces, cuando no esperamos nada, tenemos todo.
Aurensanz, María Eugenia
Aurensanz, María Eugenia


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