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Europa: Elegir lo malo para evitar lo peor

martes, 25 de septiembre de 2012
Puertas afuera

Tres situaciones de actualidad que preocupan en Europa: Portugal, España y Francia, todas críticas y problemáticas y todas con gobiernos con mayoría absoluta.

En los tres casos, hay que elegir lo malo para evitar lo peor, sacudirse el desánimo que cunde por todas partes. En inglés este dejarse ir se conoce con el nombre de “spleen” (bazo) y define una distante actitud ante lo irremediable de las cosas, melancolía que se relaciona curiosamente con el funcionamiento de este órgano; en francés, se emplea para el caso la palabra “morose” (taciturno), representa el mal humor habitual de nuestros vecinos del norte; en gallego, se traduce por morriña, que evoca añoranza de la tierra cuando no se está en ella. Pero donde triunfa hasta convertirse en un rasgo indiscutible del carácter nacional es en portugués, forma parte de la idiosincrasia lusa y toma el nombre de saudade, fatalidad ante la vida.

Hasta ahora, a los portugueses les embargaba a veces este sentimiento del placer de estar triste tan bien reflejado en los fados pero la crisis económica lo ha ahondado y generalizado. Dice el pesimista e irónico Fernando Pessoa (1888-1935) : “Fracasé en todo, pero como no tenía ambición, quizá el todo no era nada”.

Las arcas están vacías. El primer ministro conservador, Pedro Passos Coelho, que está al frente del país hace poco más de un año, presionado por la troika -Unión Europea (UE), Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional (FMI), ha tenido que anunciar un segundo rescate casi agónico para salir del atolladero, medidas de gran austeridad que han obligado a rebajar el sueldo de todos los portugueses, quienes verán aumentadas además sus cotizaciones a la Seguridad Social. En 2013 van a cobrar un 7% menos, vayan echando cuentas los españoles. La cuerda rompe siempre por lo más débil, los ricos se salvan, las clases medias y bajas pagan el pato. Passos Coelho sigue al pié de la letra -qué remedio- los dictados de la troika, es muy consciente que fuera de la Unión Europea no hay salvación y reclama la solidaridad de los países miembros.

Portugal no es más que una de las islas del archìpiélago de la recesión europea que, además de Italia, ya se extiende a España y, según las últimas noticias, incluye a Francia. Las economías de Gran Bretaña e Italia hace tiempo que han quebrado e intentan una difícil recuperación.

Los dirigentes de todas estas naciones realizan visitas continuas a las distintas capitales y a Bruselas en un zigzag constante para intercambiar información e iniciativas, incluida -naturalmente- la poderosa Angela Merkel, la canciller de Alemania, piedra angular que sostiene al conjunto.

Pues bien, en España el presidente Mariano Rajoy prevé por su parte un ajuste de 65.000 millones de euros y está obsesionado con el abultado déficit público, de 90.000 millones. Para manejar estas cifras que marean, recordemos como dato comparativo que los gastos del Estado español previstos para 2012 ascienden a 214.791 millones de euros. Suponemos que teniendo en mente todo esto, centró Rajoy su reciente intervención por Televisión Española, la única de su mandato, en la promesa imperiosa de reducir tal déficit que pesa como una losa. En consecuencia, trató de considerar como medidas de ahorro los recortes sociales anunciados, muy mal recibidos por la mayoría de la sociedad, que provocaron el viernes pasado, 15 de septiembre, una de las manifestaciones de protesta y crítica al Gobierno que han ocurrido nunca en Madrid. En su búsqueda ansiosa de ingresos, el jefe del Gobierno ya ha tenido que aumentar el IVA (Impuesto del Valor Añadido) y el IRPF (Impuesto de la Renta de las Personas Físicas), que afectan ambos al conjunto de la población sin distinciones de nivel de vida. Prometió ahora no volver a tocarlos pero en cambio habrá nuevas tasas: subirán las plusvalías y se crearán los impuestos verdes para las empresas contaminantes, entre otros muchos.

El presidente español, al que los votantes confirieron un vasto poder político nacional, regional y municipal en el maremoto electoral de noviembre de 2011, representado por un mapa casi todo azul y por unas Cortes con mayoría absoluta, tiene ahora ante sí también una vasta responsabilidad similar, estrechamente vigilado por los mercados. “El sí y el no son breves pero exigen pensar mucho”, sentencia Baltasar Gracián (1601-1658). Al presidente español en cambio, acuciado por Bruselas, no parecía tener elección, España tenía que ponerse a dieta, sí o sí.

De derechas como el portugués y el español, o de izquierdas como el francés, todos los gobiernos europeos se hallan ante la misma ecuación, aumentar urgentemente los tributos y disminuir los gastos. La única incógnita que hay que despejar sería cuánto y por cuánto tiempo. El presidente François Hollande ha tenido que anunciar nuevos impuestos había prometido no hacerlo- para conseguir un drástico ajuste de 33 mil millones de euros. No hay misterio, las empresas, las familias y el Estado tienen que apretarse el cinturón, la expresión más repetida últimamente en el Viejo Continente, acosado por el capitalismo salvaje. Ahora bien, matiz e importante: Hollande quita dinero a las rentas más altas, superiores al millón de euros anuales, y exime a las más bajas, desde los dos primeros tramos del IRPF. Primera consecuencia, el hombre más rico de Francia, Bernard Arnault, dueño entre otras grandes empresas de la multinacional de peletería Louis Vuitton, ha solicitado y obtenido la nacionalidad belga huyendo del impuesto extraordinario del 75% a las personas de altos ingresos.

Mal de muchos, consuelo de tontos, el baile de miles de millones de deuda y déficit es común a estas tres economías, a distintos niveles, claro está, piensen que, por ejemplo, el Producto Industrial Bruto (PIB) español es decir, el índice de la riqueza de un país, equivale a la mitad del francés.

En fin, son tiempos de penuria.

Se trata de un panorama deprimente si miramos a nuestro alrededor, digno del texto y de las láminas que ilustraron “El libro de las Ruinas” del genial Jorge Luis Borges, con la salvedad de que este libro se basa en un sueño y lo que está pasando es la cruda realidad.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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