¿A quién no le ha pasado esto? Salimos de casa corriendo y cuando estamos en la calle nos damos cuenta de que nos hemos olvidado el móvil. Entonces un sentimiento de angustia te invade y regresas a casa como saliste -muy deprisa- para recuperar nuestro preciado tesoro, nuestro "móvil". Y entonces dices en voz baja "No sin mi móvil".
Es probable que se haya convertido en nuestro mejor y fiel compañero. Nos despierta con su alarma personalizada cada mañana y nos dormimos también a su lado. Y es raro el día que nos falla, y si lo hace ni por un momento pensamos en sustituirlo porque queremos a nuestro móvil. Cada mañana revisamos el correo atrasado, las últimas noticias, y miramos a ver si tenemos nuevas notificaciones en nuestras redes sociales y finalmente miramos quién nos ha escrito algún mensaje y sino pues damos nosotros los buenos días a nuestro amigo del alma que se despierta a la misma hora que tú. En definitiva una buena manera de amenizar el madrugón.
Y poco a poco nos hemos ido haciendo inseparables de ese pequeño dispositivo que comparte con nosotros 1001 conversaciones, además de buenos y no tan buenos momentos. Sí, lo sabemos. Es el mayor cotilla, porque lo sabe absolutamente todo sobre nosotros convirtiéndose en una relación de amor-odio donde ya no podemos vivir ni con él ni sin él.
De hecho, ¿quién no ha sentido la necesidad de eliminar alguna aplicación? Pero, ¿para qué? Pues para dejar de sentirnos prisioneros de nuestro móvil o sin intimidad de ningún tipo, ya que algunas de éstas te informan cuándo abres dicha aplicación o cuándo fue la última vez que decidiste conectarte a ésta. En nuestras vacaciones tenemos la necesidad imperiosa de desconectar y si permanece apagado durante un buen rato mejor que mejor pero, ¿por cuánto tiempo? Seguro que coincidimos en algo: NO SIN MI MÓVIL.
