Y septiembre llegó. La subida del IVA también. El caos se desató. Ahora más de uno se pregunta hasta dónde vamos a llegar. El otro día hablaba con la dependienta de una tienda y me decía que Es imposible que la situación vaya a peor porque ya hemos tocado fondo. Tengo una carrera y mírame, aquí estoy detrás del mostrador vendiendo ropa con mis sueños rotos y las perspectivas de futuro en este país son nulas. Ya no hay ilusión. Y como yo están el resto de mis compañeras y dando gracias por tener un trabajo. Aunque también los empresarios se aprovechan de la triste situación de nuestro país para tener a los mejores, a las personas más cualificadas, con una imagen y que sepan empatizar con la gente y vender que en definitiva ese es el objetivo, concluyó.
Llegué a casa pensativa y dándole vueltas a lo que esa persona me había dicho y también reflexioné. Saqué una conclusión, triste, pero cierta: vivimos en la dictadura del miedo. Miedo a protestar por si te echan del trabajo, miedo a expresarse para no mostrar lo que piensas sobre un determinado tema por temor a que te acusen de algo que no eres, miedo a que sigan subiendo los impuestos y los sueldos sigan bajando, miedo a no poder asumir los gastos mensuales y del día a día.
En los últimos meses el panorama en la Capital ha sido el siguiente: protestas y más protestas por los recortes y en algunas ocasiones ha habido situaciones caóticas con calles céntricas inhabilitadas por manifestaciones o túneles cortados con cadenas humanas deseando ser escuchados.
Los ciudadanos están descontentos y creo que es hora de que los políticos escuchen al pueblo y no siempre al revés. Y está claro que no se pueden esperar más de tres años para que esto suceda. Para cambiar la situación en Galicia quedan menos de dos meses. Aunque creo que no servirá de nada un cambio político si éstos no reflexionan sobre qué necesita la gente.
Cada ciudadano tiene un nombre, un apellido y una historia que contar porque es víctima de esta crisis. Creo que ha llegado el momento en el que existe la necesidad imperiosa de que éstos sean escuchados por los que nos representan para saber cómo les afectan los recortes, la subida de impuestos y lo peor, que no pueden seguir afrontando gastos como la subida de los transportes públicos o la gasolina.
La gente necesita saber que los políticos están ahí para tomar decisiones cuyo fin es el bienestar común, independientemente de la ideología de cada uno, pero está claro que algo no se está haciendo bien cuando el descontento es generalizado y cuando se ha perdido la confianza y la fe en la política y en los políticos.
Si esto es así es porque algo está fallando y habría que hacer un ejercicio de reflexión muy serio sobre este tema si se quiere reactivar la confianza y el consumo para que se consiga una unión, evitar la incertidumbre y así conseguir salir todos juntos de esta oscuridad.
