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Guillermo Collarte

viernes, 31 de agosto de 2012
Las declaraciones del diputado Guillermo Collarte al diario La Voz de Galicia el pasado domingo, en las que manifestaba sus estrecheces económicas y las dificultades que tiene para llegar a fin de mes con sus 5.100 euros de sueldo, han sido motivo de múltiples críticas en todas las esferas sociales y particularmente por parte de sus correligionarios del Partido Popular que, sin duda comparten el fondo de la reivindicación del señor Collarte pero que, en el contexto preelectoral en el que estamos y en un nuevo ejercicio de hipocresía política, han preferido mantener las formas de cara al electorado aún a costa de dejar a su compañero expuesto a la cólera de los ciudadanos.

No tengo el gusto de conocer al señor Collarte y considero que sus declaraciones, en el entorno socioeconómico que está atravesando España, son francamente desafortunadas; sin embargo, en un país en el que la clase política, salvo contadas excepciones, está configurada por un rebaño de mediocres cuyo único ideario consiste en mantener el cargo a costa de lo que sea, me merece más respeto este ingeniero de caminos que atesora una dilatada experiencia laboral tanto en la empresa pública como privada y que circunstancialmente ha recalado en la política, que la mayoría de sus colegas del partido, ahora tan críticos con él, que desconocen otra empresa que no sea la administración pública y otra referencia profesional que la del trasero que llevan lamiendo desde los lejanos días de su afiliación para seguir trepando en el partido.

Por otra parte, comparto totalmente su opinión cuando dice que “los diputados del grupo de gobierno sólo vamos a levantar la mano. El papel del diputado lleva mucho en ser bien mandado, pero esto está configurado así”. Y tan así que lo está señoría, ya lo decía el señor Guerra cuando su partido todavía gozaba de cierto crédito político: “el que se mueva no sale en la foto”, y también estoy de acuerdo con usted, señoría, cuando dice que cree que no tiene madera de parlamentario, pero no se disguste usted por ello, ya que eso, en la España actual, es una característica extensible a todos sus compañeros de hemiciclo y casi un requisito obligatorio para poder ocupar un escaño en cualquier parlamento español, cuyos representantes, a la fidelidad y servidumbre incondicionales al partido y a su líder, deberán añadir una ausencia completa de vocación de servicio público y una desconexión absoluta con la realidad del país.
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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