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De la deprimente realidad a la ficción

jueves, 16 de agosto de 2012
De la deprimente realidad a la ficcin Tras los muchos artículos que he hecho para ustedes en este año sobre la desalentadora realidad actual en el mundo y en España a fin de entender lo que pasa, no he observado mejoría alguna. Como se suele decir, si no podemos cambiar el mundo, cambiemos al menos de conversación. Pasemos si no ven inconveniente esta semana a la ficción que es más agradecida; al cine, por ejemplo, fábrica de sueños como se le definió con acierto, una de mis mayores aficiones.

Una revista especializada inglesa acaba de retirar al filme “Ciudadano Kane”, de Orson Welles el título de mejor película de todos los tiempos en beneficio de “Vértigo”, de Alfred Hitchcock, dos grandes cintas sin duda que figuran en el palmarés del apasionado al séptimo arte. Bueno, el cine no es una carrera ciclista, resulta absurdo clasificar sus obras con criterio de los Juegos Olímpicos, el primero que llega no excluye a los demás, otras deben ser sus cualidades.

Hitchock, en mago del suspense, se caracteriza por el hecho de que sus obras no envejecen nunca. De “Sabotaje” a “39 escalones”, de “Rebeca” a “Sospecha”, de “Recuerda” a “La Sombra de una duda”, de “Encadenados” a “La Soga”, de “Con la muerte en los talones” a “Psicosis”, de “Los pájaros” a “Extraños en un tren” o de “Crimen perfecto” a “La ventana indiscreta”, que es mi preferida, son todas sus películas obras maestras que me complazco en enumerar. La lista no es exhaustiva pero se la brindo adrede a ustedes, que sin duda habrán asistido y devorado con avidez alguna de las proyecciones del extraordinario cineasta británico que acostumbra a firmar sus trhillers apareciendo unos segundos en la pantalla como un transeúnte accidental que pasaba por allí.

Entre ellas destaca “Vértigo” desde luego, su creación más personal según el propio realizador, ahora puesta en primera línea por la publicación londinense de título ad hoc “Sight and Sound” (Vista y Sonido), que renueva su clasificación cada diez años.

Melodrama de cine negro y de suspense, estrenado en el Festival de San Sebastián de 1958, interpretado por el gran James Stewart y la enigmática a fuerza de inexpresiva Kim Novak, llamada “La espalda” por lucir a menudo esta parte de su cuerpo. El renombrado filme narra la peripecia de un detective retirado de la policía de San Francisco que sufre acrofobia o vértigo desde que vio a un compañero caer al vacío en una cornisa de la costa. Se da la circunstancia de que un viejo amigo del colegio acude a él para pedirle que siga y vigile a su bella mujer, de la cual desconfía.

Decir esto es decir poco, el cine son imágenes, las descripciones literarias están de más. La sensación de vértigo que experimenta James Stewart reflejada en su rostro es indescriptible, el halo de misterio hitchcockniano que rodea a todos los personajes, el interrogante que revela una escena enigmática como la visita de la protagonista, Madeleine, a un museo donde contempla un cuadro en el que está retratada una mujer que se le parece enormemente, se convierten en escenas sugestivas al ser transformadas por el toque del magistral cineasta. El salvamento innecesario por James Stewart de Madeleine -en realidad una gran nadadora- de las aguas de la bahía de San Francisco al lado del famosísimo puente Golden Gate (Puerta Dorada), que tiene mi edad; el cambio de cuerpo femenino antes de arrojarlo al vacío -una viva por una muerta vestidas igual- desde la torre del campanario de una misión católica, son otras secuencias míticas para los fan del cine, rodadas en escenarios naturales como toda la obra. Espero habérselas rememorado con estas frases flash, las habrán visto por televisión en alguna de las continuas reposiciones de “Vértigo”.

Así, la calidad de un clásico de Hitchcock ha sucedido en el primer puesto a un revolucionario del lenguaje cinematográfico, el mítico filme “Ciudadano Kane”, dirigido, producido, escrito y protagonizado en 1941 por Orson Welles, que se mantuvo de número uno durante las últimas cinco décadas y que sigue sorprendiendo por la originalidad de su trama narrativa, siempre fuera de los caminos trillados, por su resolución de la fotografía en blanco y negro, su iluminación novedosa, sus innovadores planos secuencia -cuenta con el plano más largo de la historia del cine hasta aquel momento-, su estructura por medio de “flash- back” (vuelta atrás) -la primera vez que se utilizan tantos en un relato fílmico y nunca fueron tan bien empleados- y su destacada banda sonora.

Basada en la vida del magnate de la prensa norteamericana William Randolph Hearst, al que se achaca el estallido de la guerra de la Independencia de Cuba contra España a causa del poder de sus medios de comunicación, narra la ascensión de Charles Foster Kane, personaje de ficción que empieza defendiendo noblemente con sus cadenas de periódicos el idealismo y los derechos civiles pero que luego se corrompe por ambición desmesurada de poder y traiciona sus principios. una historia muy repetida pero no por ello menos condenable. En la escena final, Kane se muere, anciano, en su mansión de Xanadú pronunciando una enigmática palabra, “Rosebud”, que en realidad es el nombre de un trineo de su infancia y símbolo de la pureza perdida.

La innovadora cinta de Orson Welles, cuyo contenido revela la poderosa personalidad de su director, ha ejercido una influencia innegable en el cine cuya historia reciente podría dividirse en dos: antes y después de “Ciudadano Kane”. Tanto supuso un hito. Welles realizó otras obras de gran talento como “La dama de Shanghai”, “Mr Arkadin”, “Sed de mal”, “El proceso” o “Campanadas a medianoche” pero no volvería a encontrar la intensidad, la complejidad y la perfección de “Ciudadano Kane”. Si no la han visto, échenle un vistazo en Facebook o en alguna de las redes sociales, merece la pena.

Nadie pone en duda esta antología inglesa de obras maestras del celuloide, un poco arqueológica si se quiere. Además, todo aficionado tiene derecho a hacer su repertorio de películas preferidas según su propio criterio. Y ahora cuenta con los medios. Circulan varias listas, los títulos cambian de posición como en un ábaco según las modas, pero algunos permanecen como la francesa “La regle du jeu” (La regla del juego, 1939), de Jean Renoir, “La pasión de Juana de Arco", de Carl T. Dreyer (1927) o “2001. La Odisea del Espacio”, de Stanley Kubrick (1968), un ambicioso filme de ciencia-ficción sobre la evolución y la inteligencia artificial en distintos períodos de la Humanidad.

Kubrick, de talento extraordinario, acumuló obras maestras cada vez de argumento y trama diferente:

Atraco perfecto, Espartaco, La naranja mecánica, El resplandor, La chaqueta metálica, Lolita… Un fénix de los ingenios cinematográficos, él solo se bastaría para demostrar que la ficción supera con creces en imaginación, razonamiento y belleza a la desafecta realidad.

La elección de los más de 800 especialistas, críticos, académicos y escritores consultados por la revista británica es convincente. Pero peca un poco de anglosajona. ¿Y “Luces de la Ciudad”, de Charles Chaplin, “El gatopardo” de Luchino Visconti, “Ocho y medio” de Federico Fellini, ”Viridiana”, de Luis Buñuel, “Rashomon” de Akira Kurosawa... Decididamente, hay que ampliar el inventario.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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