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¿Ahora o nunca?

viernes, 03 de agosto de 2012
ATALAYA

Este ha sido el ultimátum dado por el Presidente de la Generalitat de Cataluña al Gobierno de España, hace unos pocos días, en relación con sus pretensiones de obtener un régimen fiscal y tributario que todavía singularice más a aquella Comunidad Autónoma con respecto a las homólogas del resto de España, conocidas excepciones aparte. El mencionado ultimátum se completa con su inasistencia al Consejo de Política Fiscal y Financiera, y con las declaraciones del Conseller del ramo en las que dice preferir negociar con Bruselas que con Madrid ¡Menuda novedad!

Madrid es siempre la excusa más recurrida por todo cuanto nacionalista se precie para justificar las consecuencias de sus errores, y para seguir alimentando su discurso victimista. Lo sorprendente de todo esto es que sus victimarios han venido consintiéndoselo. Pero parece que ya no les cuela ¿Habrá reaños para proceder a una intervención estatal allí donde proceda?

Miren ustedes, señores gobernantes de turno de Cataluña, y también miren el resto de los políticos que les acompañan en sus planteamientos; si ustedes plantean, como plantearon el ahora o nunca, pues va a ser que nunca; es decir, España ya tiene que bajarse de la nube en la que nos habíamos instalado, y con todo este desmadre hubiera tenido que acabar desde el primer día de su entrada en funciones el nuevo Gobierno de la Nación. Pero no se hizo ¿se va dando usted cuenta Sr. Rajoy? Y ahora se va a tener que hacer, sí, se va a tener que hacer ahora o nunca, pero justo al revés de lo que los nacionalistas desean. Estoy seguro de que la recuperación del sentido de la realidad, de hacer de la política el medio de servir a los ciudadanos en lugar de servirse de ellos, ha de producirse ahora, en este momento preciso de dificultades, o es muy probable que nunca volveremos a tener otra oportunidad igual. Y esto que afirmo, mi querido amigo lector, créame que no tiene nada que ver con los rasgos culturales, lingüísticos, y hasta económicos que nos distinguen a unos de los otros.

Nadie en su sano juicio puede cerrar los ojos a esas realidades, ni a que esas realidades o se sostienen por sí solas, por la voluntad y el impulso que le proporcionen los ciudadanos, o no tienen razón de existir. Dicho queda, y la controversia servida.

A este servidor le da una mezcla de pena e irritación que este “ahora o nunca” nos haya de venir impuesto como condición sine qua non, para asegurar la permanencia de España en el Sistema Monetario Europeo, y junto con Italia, para asegurar la supervivencia del propio Euro, en lugar de que todo lo que inexorablemente haya que hacer lo hubiéramos puesto en marcha por nuestra propia iniciativa; pero lo único que nosotros hemos hecho por propia iniciativa es, durante al menos tres lustros, actuar como si fuéramos lo que nunca hemos llegado a ser. También me produce pena e irritación que los actuales gobernantes, en lugar de haber cogido el toro por los cuernos asumiendo con valentía su plena responsabilidad en la profunda reforma del Estado y de sus estructuras (lector, le hago a usted el favor de no repetirme en cuanto a cuáles su servidor piensa que han de ser tales reformas), y que traten de justificarse en ese “no tenemos más remedio”, aludiendo implícitamente a condicionantes derivados de nuestra pertenencia a la Unión Europea ¿Son necesarias tales reformas? Si verdaderamente lo fueran, y lo son, no hay que escudarse en exigencias ajenas, se hacen y ya está. Y si no lo fueran, que lo son, habría que discutirlas hasta la extenuación. Dicho queda, y la controversia servida.

Este columnista no se va a hacer cómplice de ningún movimiento de agitación social callejera, y rechaza tajantemente la amenaza de otoño caliente pronunciada por los sindicatos y alentada por la izquierda parlamentaria ¡Habrase visto mayor cara dura! Los principales causantes de la situación, en una clara connivencia para arruinar el país a base de prebendas y despilfarro, estimulan la rebelión (Sr. Rubalcaba dixit) de “sus” gobiernos autonómicos contra las medidas del Gobierno de la Nación ¿Quieren tomar la calle? Pues ¡hala, a la calle! Pero despedidos.

Que tengan la seguridad de que van a ser despedidos. Como lo serán también quienes no vean y no se incorporen a lo inmediato: una espontánea reestructuración y toma de protagonismo directo de los propios ciudadanos; se verán en la calle en menos tiempo del que se toma un gallo para su canto -qué retórico me estoy volviendo ¿o es que lo soy? Los ciudadanos vamos a terminar con este estado de cosas; o los políticos contribuyen a ello, o tendrán que buscarse otras ocupaciones.

Como la del ¿columnista? que ahora dice que ya él decía lo que el Banco Central Europeo debería hacer. Supongo que le publican para que todavía más se ponga en evidencia lo nefasto de casi ocho años de su desgobierno. Pero los que le acompañaban todavía están, pretendiendo dar lecciones, y cobrando. Les espera el despido.

No puedo hoy dejar sin aplaudir dos noticias que, cada una en lo que vale, dejan abierta una gran puerta a la esperanza. Una, la iniciativa tomada por el Presidente de la Xunta de Galicia, de reducir en ¡¡¡14!!! el número de miembros del Parlamento gallego (de 75 a 61). Bienvenida sea, y ojalá se propague el ejemplo como así fue anunciado ya por otros, porque responde a una clara demanda de los ciudadanos. Pero tenemos prisa por verlo, al igual que la supresión de esos miles de “asesores”, cuyo papel, hasta donde fuera necesario, perfectamente puede ser desempeñado por funcionarios de carrera. Naturalmente, no han faltado rápidamente los apologetas del “no” y anunciadores de catástrofes democráticas. La otra, tiene que ver con la noticia leída de que el presupuesto de los Ejércitos se redujo en un 20%. No es que aplauda la reducción, al menos sin saber si era o no necesaria, y de cómo afecta a la eficiencia de su funcionamiento. Lo que aplaudo es la actitud del Ejército mismo, siempre por encima de la generalidad de todos nosotros. Mientras haya políticos valientes y comprometidos con los intereses de sus conciudadanos, y unas Fuerzas Armadas leales y valerosas, la esperanza de un mundo mejor se mantendrá viva.

Salve, lector amigo, en este “raro” agosto que acaba de comenzar.
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


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