Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Tránsito entre dos mundos

jueves, 19 de julio de 2012
El tránsito de los seres queridos y la muerte inesperada.

Elena, pidió que hablara del tránsito que realizan los seres que parten de manera inmediata y repentina, en las que no hay tiempo para realizar el proceso de manera consciente o cuando no hemos tenido cierto tiempo para asumir nuestra muerte.

A lo largo de mi experiencia, al menos hasta ahora, no he encontrado ninguna diferencia a la hora de hacer el tránsito en un ser que ha partido tras una larga enfermedad o haya muerto de manera súbita. Es cierto, que cuanto mejor y más preparados estemos para asumir nuestra muerte, el tránsito será mucho más fácil. Pero eso no significa, que si muero ahora mismo, esté vagando o me encuentre perdida sin saber qué ha pasado.

Tanto al nacer como al morir, lo hacemos acompañados por guías, que nos acompañan en el proceso; seres que en el caso de la muerte, algunos de ellos nos han precedido en su marcha.

Muchas veces, antes de morir, algunos seres suelen decir que han visto a sus padres, tíos, hermanos o amigos que han muerto hace tiempo. Nunca estamos solos en el momento de la muerte. Nos ayudan a realizar el tránsito.

En ocasiones, hay seres que deciden quedarse porque sienten que no han tenido tiempo de solucionar un determinado problema o situaciones que consideran que permanecen pendientes. Estos temas, si pueden hacer que nuestra partida a la luz se demore. De nuevo, no habrá diferencias entre una muerte esperada o una inmediata.

Recuerdo dos casos, dos comunicaciones, dos muertes diferentes, y con un denominador común, murieron por problemas cardíacos y repentinos. El primer caso, le llamaremos Carlos, es un hombre joven que está de vacaciones en el extranjero. Es un viaje planificado con antelación, muy deseado por el lugar al que van. Al amanecer Carlos, no se levanta, y sus compañeros deciden ir a ver qué ocurre. Carlos, ha sufrido un infarto y su corazón se ha parado.

La muerte ha ocurrido lejos, los amigos se hacen cargo del cuerpo y la familia lo recibe sin saber muy bien qué ha pasado, ni qué ha ocurrido y en estado de shock. Miles de preguntas sin responder, que a veces dificultan la aceptación de su muerte.
En cambio, Carlos, ha asumido su muerte sin problemas y ha decido ser guía de niños que están a punto de morir,
ayudándoles a realizar el tránsito. Al mismo tiempo, lleva alegría a su familia, quita importancia al hecho de su muerte, y cuando se le pregunta qué le ocurrió, siempre dice lo mismo, la aorta se rompió. No sufrí, fue rápido y estuve acompañado en todo momento.

El otro caso que recuerdo, tiene como protagonistas a Miguel y su hermano Javier. Miguel y Javier iban a pasar un fin de semana a París con sus respectivas parejas. Javier había quedado en ir a buscar a Miguel y su mujer para ir todos juntos al aeropuerto. Complicaciones de última hora lo impidieron y cada uno de ellos fue por su cuenta. Ante la tardanza de Miguel y viendo que perdían el avión, le llamaron por teléfono. Miguel había fallecido hacía un rato debido a un infarto. Javier se sentía culpable por no haber podido estar junto a su hermano; inclusive, consideraba que su hermano había muerto por su culpa.

Me impactó cómo Miguel pedía perdón a su hermano por haber muerto. Para él carecía de importancia el hecho de morir de manera repentina. Lo único que quería era que su hermano no sufriera, puesto que nada hubiera podido hacer aunque hubiera estado allí mismo. Le pedía que recordara el informe del forense.
También comentó que no importaban las últimas palabras que se habían dicho, que para él era más importante el amor que había entre ellos a una pequeña tontería de último momento. En ese momento, Javier, suspiró muy profundamente y comentó que además de no haber estado con su hermano, habían discutido la noche anterior y se habían dicho cosas que no sentía pero ya no había tiempo de rectificarlas y hablarlas.

Miguel, consoló a su hermano, le volvió a insistir que no había nada que perdonar, que sabía el gran amor que había entre ellos, y que una discusión o unas palabras dichas en un momento, no tenían importancia. Lo único que quería es que estuviera tranquilo, libre de culpa y le pedía que disfrutara de la vida.

Javier quería saber si su hermano había sufrido durante su muerte y tránsito. Miguel respondió que había estado acompañado por dos familiares, y que había sido muy fácil, pues había visto su cuerpo mientras intentaban reanimarlo sabiendo que ya estaba muerto.

Estos dos casos no son los únicos en los que he transmitido mensajes de seres que han muerto repentinamente. Los seres queridos que han partido lo hacen generalmente sin sufrir, y siendo conscientes de su nueva situación. Somos los que nos quedamos, los que tenemos más problemas; por la dificultad para asumir su ausencia repentina. El dolor que nos produce, muchas veces deriva en problemas para superar el duelo, pues no queremos aceptar que se han marchado "dejándonos sólos".
Ellos están bien, cuentan con seres de luz a su lado que les guían en el tránsito y hacen que todo el proceso sea fluido y comprensible.
Aurensanz, María Eugenia
Aurensanz, María Eugenia


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES