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El oscuro sol de México

lunes, 16 de julio de 2012
“La democracia es el régimen de las opiniones relativas”, decía un mexicano ilustre, el polígrafo, ensayista y poeta Octavio Paz. Justamente, “opiniones relativas” son las que hay hoy en día en México, país de grandes contrastes, desbordamientos y exageraciones que ahora no tiene más remedio que se r razonable.

México es singular por muchos motivos, unos buenos y otros malos. País de gran belleza natural situado entre el Caribe y el Pacífico, de más de 114 millones de habitantes, nación donde poco vale una vida humana y donde se banaliza la violencia y se hace burla de la muerte, estado tampón entre EEUU y América Latina, nudo gordiano del narcotráfico internacional.

Acaba de elegir como presidente a Enrique Peña Nieto, candidato del PRI (Partido Revolucionario Institucionalizado). Este partido de centro es una “contradictio in terminis” porque revolucionario e institucionalizado no puede ser, son antónimos, constituyen un oxímoron, combinación de palabras de significado opuesto.

Tras un paréntesis de 12 años, el PRI recupera con el 38,3% del voto la presidencia de los Estados Unidos de México, resultado contado y recontado. Ya había ejercido esta presidencia en el pasado durante siete largas décadas, por cierto de forma muy autoritaria. En los últimos años fue la derecha del PAN (Partido Acción Nacional) la que gobernó México y hoy la gran derrotada. En cambio, la izquierda del Movimiento Progresista de Andrés Manuel López Obrador consiguió en estos comicios 31,4% de los sufragios, lo que recorta el poder del PRI y le obliga a moderarse y negociar para llevar a cabo sus iniciativas y no adoptarlas a la brava, a “carro completo” como se solía decir por allá, según las crónicas. López Obrador no aceptó en principio el fracaso y clama en el desierto irregularidades y fraudes, no probados. Pero en resumidas cuentas, México (la equis sonaba como jota en el español antiguo) se halla ante una nueva oportunidad según el flamante vencedor, Enrique Peña Nieto. Esta oportunidad consiste en realidad en una hercúlea tarea que realizar. Veamos.

El nuevo jefe de Estado tendrá que sortear grandes amenazas para las que no tiene por lo de ahora un claro programa de gobierno según los corresponsales y enviados especiales.

Quizá la más urgente sea la del narcotráfico contra la que el presidente saliente, Felipe Calderón, había lanzado al Ejército sin resultados concluyentes. La ofensiva contra los narcos y y el crimen organizado comenzó en diciembre de 2006, año en el que se registraron 500 muertes de miembros de los cárteles de la droga, deteniéndose a más de 120.000 personas implicadas. Es una guerra sin cuartel que está lejos de haber terminado. Peña Nieto promete retomarla con un incremento de la inversión pública en seguridad. La disyuntiva es clara: o Estado o cárteles de la droga.

La situación de mal gobierno es desastrosa, baste un dato: la fronteriza Ciudad Juárez se ha convertido en la ciudad más insegura del mundo con múltiples asesinatos a diario, ya en 2009 se habían cometido más homicidios que en todo el Afganistán en guerra, y luego la violencia fue en aumento. Tales cifras bastan para dar una idea de la gravedad extrema de la difícil coyuntura que debe arrostrar el mandatario recién llrgado.

En declaraciones tras la victoria, el estadista identifica y desgrana los inquietantes retos y desafíos, el oscuro sol que ilumina las perspectivas del país para decirlo con una imagen: la pobreza, la corrupción, la inseguridad ciudadana, que se han incrementado peligrosamente, las imprescindibles reformas estructurales que deben conseguirse por consenso con el partido PAN por no disponer de mayoría absoluta en las cámaras, la implantación de un sistema de seguridad social universal que hoy solo tienen 44% de los mexicanos. Para eso cuenta con algunas importantes bazas: estabilidad política, aceptables cifras macroeconómicas, buenas relaciones internacionales y con EEUU, riqueza petrolera a rebosar…

“ Las revoluciones las hacen los hombres de carne y hueso y no los santos, y todas acaban por crear una nueva casta privilegiada", dice acertada y lúcidamente el gran escritor mexicano recientemente fallecido Carlos Fuentes que conocía bien tanto a su pueblo como al comportamiento humano.

Entre los mil riesgos que acechan a México, no es menor el de las consecuencias de la sima sideral que separa a los ricos de los pobres, el consumo per capita de los que más tienen es 50 veces mayor que el de los marginados, lo que empuja a estos últimos a la emigración ilegal, principalmente a EEUU y a través del Río Grande. La desigualdad social es descomunal y la diferencia entre la ciudad y el campo, donde se encuentra la mitad de la población, abismal. Los diez municipios más prósperos viven a un standing casi europeo frente a multitud de otros de nivel africano, según el último Informe Latinoamericano sobre Pobreza. Esta brecha es otro de los difíciles propósitos del nuevo Gobierno.

Precisamente, golpeado por una pobreza crónica cifrada en 46% de la población, México es todavía hoy un país dual como el que describió Luis Buñuel en la película de nombre significativo “Los Olvidados”, premio al mejor director del Festival De Cannes, en la que denunciaba en 1950 el hambre y la marginación de los niños y adolescentes de un barrio de la Ciudad de México. Al parecer, nos apena constatarlo, no ha cambiado mucho en 2012.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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