Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Hasta la saciedad

viernes, 29 de junio de 2012
ATALAYA.

Hasta la saciedad es necesario insistir en las reformas. Y esta atalaya de hoy va muy especialmente dirigida el Presidente del Gobierno, y si me lo permite usted, amigo lector, porque el Sr. Rajoy no tiene más remedio que permitírmelo, lo hago con carácter conminatorio; y no lo haré solamente hoy, sino cuantas veces lo considere necesario. Y, óigame, en esto, sigo contando con el apoyo de ese otro que me acompaña en forma incorpórea y nunca esta compañía exenta de arduas discusiones.

Pero en eso estamos, en la pertinaz insistencia de que el Sr. Rajoy no puede detenerse en lo hecho hasta ahora ¿Qué digo detenerse? Comenzarlas en serio ¡eso, es lo que tiene que hacer! Porque, hasta ahora, existe una gran diferencia entre las intenciones y los hechos, entre lo que se ha publicitado mal –muy mal-, o explicado muy mal, que son cosas bien distintas, y lo que realmente se ha puesto en marcha. Y lo que es peor, que no parece enterarse de las causas que están frenando nuestra credibilidad internacional, y lo que con tanta intensidad mediática, se llama confianza de los mercados, a lo que este servidor le añade la confianza de nuestros socios.

¿Qué es lo que falta entonces? Una vez más se lo voy a indicar. Falta una verdadera reforma de la administración pública, y abordar de una vez la supresión de todas las estructuras sobrantes, redundantes; entre ellas, reducir a términos soportables y comparativamente equiparables, el escandaloso número de cargos políticos (va siendo hora de que al esfuerzo que se nos está exigiendo a los ciudadanos se compadezca con el de la propia clase política, que parece querer seguir viviendo como si éste no fuera con ella). Eso no admite demora. Me alegra muchísimo comprobar hoy, en una determinada Quinta (su autor, estupendo amigo, sabrá que a él me estoy refiriendo), cómo se pone énfasis en este asunto, así como en otros, sin que ello tenga por qué conducirle a abdicar de su conocida tesis de apoyo al desarrollo, en la que no discrepamos ¡faltaría más!, pero que yo me permito insistir en la mía: que sin austeridad no hay crecimiento posible, y ¿qué otra cosa, sino austeridad, es la eliminación de lo inútil, ocioso, inservible, redundante, oneroso …? Celebro la coincidencia ¿Cómo se van a fiar de nosotros con toda esta carga sobrante?

Falta algo tan trascendente que si no se aborda y resuelve, nos convertirá a todos en sujetos huérfanos de seguridad jurídica y de garantías verdaderamente democrática. Sr. Rajoy tiene usted que arreglar la escandalosa situación de la Justicia, y de las instituciones que a ella han de servir. Mientras una innumerable cantidad de jueces, fiscales y su respectivo personal auxiliar, cumplen escrupulosamente y aún más, con certeza, con sus obligaciones en los tribunales ordinarios, otros, revestidos, investidos y en todo caso autoatribuídos, de no se sabe qué patente, o inspiración subliminal, sean jueces, fiscales, o asimilados que de todo hay, se pasean pomposa y hasta ofensivamente, exhibiendo actitudes y sentencias que vienen a demostrar la todavía deficiente calidad de nuestra joven democracia ¿será porque es joven? con todo el conjunto de virtudes y defectos que ello comporta ¿Cómo se van a fiar de nosotros?

Debo reconocerle, Sr. Rajoy, respecto al sistema financiero, que me complace que defienda usted que el famoso préstamo que nos concederá Europa, lo sea directamente a los bancos y no al Estado. Manténgase usted firme en ello, que esa firmeza, aunque parezca que no, nos reportará una buena dosis de crédito como país. Verá usted como la propia Alemania se lo reconoce. Castíguele usted el hígado al principal partido de la oposición, aún en contra de lo que le aconsejen sus áulicos asesores, porque lo mismo defienden una tesis que la contraria, en una especie de esquizofrenia de la que no serán capaces de salir sin previamente proceder a una catarsis generalizada, tanto en ideas y conceptos como en personas. Manténgase usted fuerte en un modelo de Europa que integre políticas e instrumentos, y que la saque de la vagancia en la que se ha sumido en las dos últimas décadas; también Europa, sus instituciones políticas, adolecen de graves defectos en parte grandes culpables de la situación monetaria, fiscal y financiera, por no haber sido capaces de profundizar en las medidas de acompañamiento que requería la implantación del Euro, y en la implantación de un federalismo que pusiese orden en todas las disfunciones que nos hacen padecer. Acométase de una vez eso que se viene en llamar ¡¡¡Más Europa!!!

En lo que no puedo manifestar ningún tipo de complacencia, una vez más ¡¡¡qué contumacia!!!, es en todo lo que tiene que ver con el terrorismo y sus implicaciones, porque no puedo creerme nada, amigo lector, absolutamente nada, de toda las promesas que públicamente se hacen de que no se ha negociado, ni se va a negociar, cuando en un acto conmemorativo en el Parlamento, el Sr. Presidente ni habla con las más importantes asociaciones de las víctimas ¿es que se ha vuelto tonto de repente, o ya vino así? (dicho con el mayor de los respetos, pero para los tontos, claro). E intolerable me resulta leer expresiones como que “ahora les toca hacer política”. Y otras, como la de que de un encuentro de una víctima con el asesino de su hermano no se puede hacer un espectáculo. Patético espectáculo es ya en si mismo organizar un plan como ese. Claro, ahora que les hemos dejado hacer lo que pretendían, y de paso, lo que les da la gana, les decimos que ya derrotados les toca hacer política. Lo malo aquí es que los derrotados estamos siendo nosotros, no ellos. Hasta en el lenguaje hemos sido derrotados, cuando no en la cesión de puestos con mando y representación en las instituciones políticas, y cobrando de nuestro dinero. Hago una excepción con el encuentro del buenazo de Quini con su secuestrador; y la hago porque su secuestrador no era un asesino terrorista, abyecto y embustero; estamos hablando aquí de otras cosas.

Sr. Rajoy, o hace usted lo que tiene que hacer, aún en contra de sus consejeros áulicos, o seguiremos sin obtener la confianza por la que clamamos. Créame a mí, que se lo digo exclusivamente interesado por el bien común, y nada condicionado porque yo le deba algo a usted, o usted a mí. Pero ambos se lo debemos a España. En todo esto, seguiré insistiendo ¡hasta la saciedad! Y usted que lo lea, y lo sepa.

Salve, lector y amigo.
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES