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Más de ajustes.

jueves, 21 de junio de 2012
ATALAYA.

Ajustes, ajustes, ajustes … y más ajustes, es la eterna cantinela que desde las instancias financieras internacionales se le continúa exigiendo a España. Este servidor de usted es de los convencidos de la necesidad de continuar con tal proceso, pero no en el sentido que suelen darle la mayoría de los analistas políticos y, a lo que se viene viendo, tampoco el propio Gobierno de la nación, debido a su falta de acierto en las medidas adoptadas hasta ahora, salvo algunas excepciones.

Usted, lector amigo, conoce perfectamente en dónde radica la falta de acierto que mi otro e incorpóreo “yo” le atribuimos; de manera que una vez más, y le aseguro que no habrá de ser la última, voy a insistir en ello, no para convencerle a usted, que no pretendo convencerle de nada, sino para ver si de una vez por todas, ante la seguridad de ser leído por distinguidos miembros de los diferentes niveles de gobierno de España, se decidieran a emprender las verdaderas medidas de ajuste que otros nos reclaman.

¿Qué es lo que nos reclaman? ¿Reforma laboral? Tal cosa quiere decir que lo que hasta ahora se ha hecho no es suficiente; y quiere decir, por consiguiente, que habrá que hacer más; si esto es así, y lo es, a nosotros nos reafirma en lo que ya hemos expuesto: que los tragos, cuando son desagradables, hay que hacerlos de una vez y por todas, sin andar mareando la perdiz: ahora reformo un poquito, mañana otro poco más … ¿cómo se va a generar confianza así?

Hace tiempo que se viene dudando de nuestro sistema financiero; pues en vez de haberlo abordado de una buena vez, vamos destapando poco a poco los desastres de las cajas de ahorros, lo escandaloso de unas fusiones que nunca se debieran de haber producido, y la aparente, al menos por el momento, impunidad de los gestores en cuyo paquete hay necesariamente que incluir al responsable del ente regulador ¿Banco de España se llama?

Ahora, tarde, mal y arrastro, nos conceden un préstamo, no a las entidades tóxicas por la certeza de que no lo van a poder devolver, sino al Estado, con lo que ya sabe que usted y estos servidores habremos de pagarlo. La confianza tiene un precio, tanto más alto cuanto se parte de mucha desconfianza (en el supuesto caso de que ambas pudieran medirse cuantitativamente, claro; pero se miden ¡vaya si se hace!) ¿Cuánto dinero del contribuyente se lleva “metido” en tapar, y disfrazar balances? Y ¿a quién se va a atribuir responsabilidades?

Nos piden recortes en el salario de los funcionarios. Pues mire, lector, no me lo creo. Lo que nos piden es que el factor coste de los funcionarios se reduzca, pero a nuestros gobernantes, o no saben lo que eso significa (grave ignorancia), o no aparentan saberlo porque así les conviene. Lo que nos piden es que reduzcamos sensiblemente el número también escandaloso de funcionarios; lo que cada uno perciba de salario sólo les importa relativamente, y a efectos comparativos entre países. A este servidor de usted, desde luego, lo que verdaderamente le importa es que el Estado disponga de buenos servidores públicos, razonablemente retribuídos, no en el excesivo número de ellos que ahora estamos padeciendo. Y es en el exceso en donde radica el mal, con las consiguientes ineficiencias, etc. etc., que usted ya sabe. Y nosotros nos estamos refiriendo a los funcionarios de carácter administrativo, y a su eficiencia, dejando a un lado, hoy, al resto.

Recortes, ya que no ajustes, han de producirse también de una buena vez, en la supresión de TODAS las subvenciones inútiles a partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales, y tantas y tantas organizaciones -¡Jesús, qué manía!- que pululan, y sobreviven, gracias a los dineros de los contribuyentes, que les fluyen desde todas las instancias públicas que manejen presupuestos de igual naturaleza. Han de financiarse exclusivamente por las aportaciones directas de sus beneficiarios. En cuanto se hiciera así, ya veríamos el grado de incremento en la confianza, se lo aseguro. Al igual que veríamos cómo aumenta la confianza si se llegase a igualar el número de cargos de naturaleza política, reduciéndolo a una comparativa proporcionalidad con otros países que consideran suficiente con los que tienen. De ser ciertas las afirmaciones de un reciente estudio sobre el particular, España viene a tener como ¡¡¡el doble!!! de los que tiene Alemania. La denostada Alemania por sus políticas de austeridad. Sí, sí, austera, pero funcionando. Seguro que no se dejaron aconsejar en su momento por determinados premiecillos nobel, porque sino …

Habría muchas más grandes áreas a las que nos podríamos referir, pero si se trata de ganar la confianza de nuestros socios, y de nuestros financiadores ¿qué cosa mejor que, además de lo apuntado, luchar eficientemente contra el fraude, la corrupción, la evasión de capitales, la deshonestidad y falta de transparencia jurídicas …? Pero no sólo decirlo, como tantas veces con la boca pequeña, si no elevarlo a medidas concretas y explicarlas con total claridad.

Lector, pero sobre todo amigos gobernantes, de esta manera, les aseguro que no habría que plantearse recortes en ninguno de los servicios sociales de los que disfrutamos, ni en la sanidad, ni en la educación. Aparte, claro está y no me olvido, de la eliminación de las numerosas ineficiencias, y malos hábitos rutinarios que se vienen padeciendo, y del establecimiento de medidas paliativas del coste que, en tanto que no se corrige la situación, es imprescindible acometer. También les aseguro que si esto se hace, habrá recursos disponibles para ser empleados en políticas de fomento y de recuperación económica. Y el crédito exterior volverá a fluir, pero no para seguir gastándolo en forma improductiva, sino para acometer proyectos generadores de riqueza y de capacidad de devolución. Me parece que no hace falta ser Premio Nobel para asegurar estas cosas, aunque si, como fue el caso muy reciente de Valencia, algunos lo dicen acompañando a nuestro Don Santiago Grissolía, mejor que mejor.

A modo de epílogo de esta ATALAYA: señores rectores de las universidades españolas, cualesquiera que hubieran sido las circunstancias, ustedes no tienen el menor derecho a plantar al ministro; con ello sólo han conseguido dar una prueba de su mala educación. Señor ministro, algo ha fallado en usted que debe corregir inmediatamente; seguramente su estrategia informativa; como casi siempre. Piénselo bien, el uno y los otros: el mejor futuro de España depende de la calidad y eficiencia (¿saben lo que es eso?), de su sistema universitario, aunque también de los estadios anteriores. Que no les quepa ninguna duda. Y esa es su responsabilidad.

Salve, amigos míos.
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


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