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Bancos de tres patas

lunes, 04 de junio de 2012
Cuando los bancos de asiento lucían resplandecientes todo el mundo se sentaba en ellos e incitaban al diálogo y a la recreación.

Eran bancos de piedra, madera o hierro, algunos fijos, otros movibles; fastuosos, tallados, románticos, místicos, austeros, toscos; zoo-antropomórficos, politeístas, míticos,... dentro de plazas, parques, avenidas, palacios, templos, iglesias, incluso los fijados a los muros de las casas.

Generalmente largos y estrechos, sin almohadillar y sin importar cuantas patas tuvieran pero, aún así, ¡qué gusto sentarse en ellos y qué mal trago si una de sus patas quebraba!

Con el desarrollo de la economía surgieron a posteriori otro tipo de bancos que terminaron desbancando a los otros como lugar ideal donde pasar el rato, y aún no hablo de Bankia ni de Rodrigo, quien supongo tendrá algo más de lo que responsabilizarse ante tal bancarrota y no sólo dimitir sino sentarse en el banco correspondiente. Tampoco lo haré mucho más, para eso están los analistas financieros, los políticos y los juzgados.

Pero lo que pasa es esto. Ahora más que nunca sólo se habla de estos bancos y nos referimos a edificios u oficinas de entidades u organismos que con el dinero que sus clientes o accionistas depositan se hacen múltiples operaciones financieras.

Hasta ahora, no nos importaba cuántas patas tuvieran estos bancos que, por lo general, tendemos a pensar que, al menos, necesitan cuatro siempre y cuando fueran bancos, mesas fuertes y robustas, para soportar a los cambistas.

Pero con el devenir de la crisis financiera llegó el declinar de los bancos y estos empezaron a cojear.

Es por ello que, ahora buscamos sus tres patas cuando entre ellos no son capaces de resolver la situación, y la cuarta entidad de crédito en España se ha puesto patas arriba con su nacionalización hasta volver a tener el Estado la tutela de tres entidades como son Bankia, Catalunya Caixa y NovaGaliciaBanco; al mismo tiempo que nuestro presidente de gobierno aboga porque la Unión Europea tenga una autoridad fiscal centralizada, que controle las cuentas públicas de los países miembros de la eurozona.

Sinceramente, me está empezando a dar miedo ver cómo un recién estrenado gobierno acapara tanto poder y lo pone a su vez en manos de otro mucho mayor, bajo la aparente justificación de la necesidad de hacerlo para armonizar las políticas fiscales de los socios comunitarios.

Esperemos que la capitalización directa de la banca europea en manos de una autoridad fiscal centralizada, que integre la supervisión bancaria y los fondos dé garantías de depósitos para sanear y garantizar la continuidad del euro, no generen bancos de pruebas y estos, a su vez, bancos de arena que encallen más si cabe a los que siempre sientan en los bancos de los acusados.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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