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Francia cambia de bando

viernes, 18 de mayo de 2012
Francia muda de piel, optó por la izquierda en las elecciones presidenciales. En consecuencia, como era previsible, queda aislada, rodeada de gobiernos de derecha: Alemania, Gran Bretaña, España, Portugal,… Europa observa interesada y curiosa este acontecimiento mayor, no en vano Francia es uno de los pilares de la Unión Europea. Otra vez la excepción francesa, ahora a contrapelo de las políticas reinantes, en un entorno hostil, con la apuesta voluntarista de que es posible salir del estancamiento económico.

Antecedentes inmediatos

En un cambio de tendencia que venía siendo anunciado desde hace un año y con una participación muy nutrida de más del 81 por cien que demuestra la importancia de lo que estaba en juego, el 51,6 % de los franceses eligieron al socialdemócrata François Hollande y rechazaron al presidente saliente, el conservador Nicolas Sarkozy, sólo por tres puntos a pesar de las reiteradas meteduras de pata y errores de este último. La derecha ha sido derrocada democráticamente.

Fiel a su tradición, la sociedad francesa votó dividida en dos.

Sociológicamente la derecha supera a la izquierda en Francia aunque exista la impresión contraria pero en circunstancias extraordinarias como la actual, los franceses cambian de bando a ver si así encuentran solución a sus graves problemas, el hartazgo y el rechazo a la personalidad de Sarkozy ha ayudado mucho. De cualquier forma, hay dos Francias antagónicas de importancia similar, una de las tareas primordiales de Hollande será tratar de reconciliarlas durante los cinco años de su mandato.

De momento, “il a d’autres chats à fouetter”(otros gatos que azotar) otras preocupaciones más apremiantes, las derivadas de la crisis.

Retorno al pasado

Tras una década de ostracismo, en un movimiento pendular, vuelve el socialismo al poder, pero no al galope a juzgar por el resultado del voto, es decir, regresa sin un entusiasmo desbordante, la época de crisis no se presta a ello, invita a la cautela, los desafíos son ingentes en todos los órdenes. La situación es sombría, grave, económicamente desastrosa con una deuda sideral de 689 mil millones de euros –la mayor de Europa-, un paro de 4,5 millones de personas, nunca visto en el país, un agujero negro de déficit de 4,5%.

De resultas, la nación vecina está taciturna, desalentada. Hollande ha de levantarla de este estado de postración, un gran desafío al principio de su mandato, no ganado de antemano.

Dramatis personae

El hombre del momento es, pues, François Hollande, de 57 años, de larga carrera política pero siempre en un segundo plano, que obtuvo su triunfo, tras una campaña áspera, el domingo 6 de mayo con satisfacción y esperanza pero también circunspecto, consciente del difícil reto que tiene por delante. Se puso manos a la obra de inmediato, antes de tomar posesión el 15 de mayo.

Sólo un día después de esta última fecha se entrevistó mano a mano con Angela Merkel, quien, opuesta en principio a relanzar el crecimiento, ya previno antes del encuentro curándose en salud que no aceptará relajar el pacto fiscal que atenaza hoy a la economía europea y que la mantiene en dique seco.

En consecuencia, tira y afloja, la tensa ecuación franco alemana queda planteada en el Viejo Continente, es decir, en “merkollandia”. La canciller sólo concedió que por su parte y por la de Hollande “existe el deseo” de encontrar una solución al problema del crecimiento, hoy detenido.

Sin embargo, ambos están condenados a entenderse. Y así se percibió en su primer encuentro. Sintonizaron sus posturas antes de la cumbre europea del 23 de mayo. La historia se acelera.

Decididamente, todo empieza en mayo en Francia, mayo es un mes fetiche en el que la eclosión de la primavera sirve de símbolo político, económico y social de renovación, no hay más que recordar la explosión del Mayo 68, cuyo espíritu por cierto detestaba Sarkozy, consignémoslo como una nota al margen.

El recién llegado a la presidencia ha dado en el pasado pruebas de paciencia y determinación antes de alcanzar la máxima magistratura, como si estuviera muy seguro de conseguirla. Declaró durante la campaña electoral de forma desafiante para que no hubiera duda alguna sobre sus intenciones: nuestro verdadero enemigo es el mundo de las finanzas, es decir, los abusos de la economía de mercado. Y sin embargo, la Bolsa no se desplomó tras su elección.

Muy preparado, “enarca” formado en la prestigiosa ENA ( Escuela Nacional de la Administración), alcalde de Tule (Corrèze, centro) desde donde hizo su primera declaración pública tras las presidenciales, gran conocedor de Francia y poco de Europa, precavido y sobrio, contrasta con el lenguaraz sabelotodo de Nicolas Sarkozy.

Este flamante primer mandatario, por cuyas aspiraciones nadie daba “ni un sou” (un céntimo de euro) hasta hace un año, se define como un político “normal”, lo que le valió consabidas bromas, es partidario de la moralización de la clase política, enemigo de las sustanciosas prebendas económicas inherentes al cargo y ya ha anunciado que se rebajará el sueldo en un 30%, así como el de sus ministros. También desacralizará su alta función, la hará más próxima a los ciudadanos.

Bajas

La primera y principal, el “bouillonnant” (efervescente) Nicolas Sarkozy, también de 57 años. Es el gran derrotado, se retira tras 35 años de carrera política, diez en puestos ministeriales y cinco como presidente, perdió por un porcentaje más que honorable ya que obtuvo el 48,3% frente a la derecha y a la extrema derecha.

Hizo un mutis muy aplaudido anunciando que dejaba la primera línea de la política y quedaba de militante de base. Las malas lenguas le atribuyen no obstante la frase soltada con desgarro entre sus íntimos: “Et maintenant, je vais m’en mettre plein les poches” (Y ahora, me voy a forrar), cosa que no había podido hacer en el Elíseo a pesar de haberse subido el sueldo de presidente en un 170% al llegar, o sea que ganaba 18.700 euros mensuales.

Su bufete de abogado y sus relaciones con potentados como el multimillonario Vincent Bolloré o el constructor Martin Bouygues pueden darle la oportunidad de enriquecerse. De momento, le queda una pensión vitalicia de 6.000 euros brutos al mes, a los que hay que añadir los 11.500, también mensuales, que le corresponden como miembro del Consejo Constitucional, igual que a los ex presidentes de la República, todo ello según las informaciones aireadas por la prensa francesa estos días.

Corolario. “Impossible n’est pas français” (No existe la palabra imposible en francés), dice un viejo y presuntuoso proverbio y podríamos aplicarlo irónicamente a la situación del momento, en que se pretende combinar la austeridad de Merkel con la expansión de Hollande, la cuadratura del círculo. Veremos.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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