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Por el buen camino

viernes, 11 de mayo de 2012
ATALAYA.

Ahora sí, ahora se comienza el camino en la buena dirección de lograr que un gobierno ejerza sus competencias por igual en toda España. Ésta la buena interpretación de eso que el presidente del Gobierno parece que ha denominado “repensar España”. Y bienvenida sea esa forma de repensar el Estado, si ello consiste en tomar medidas como la que me ha alegrado la mañana de hace unos días cual es la recuperación para la administración central del control de las cuencas fluviales existentes en la totalidad del territorio.

En este particular caso, y seguramente en cualquier otro que se acometa, nada ni nadie garantiza que no se vayan a cometer equivocaciones en la gestión de tan básico recurso, pero de lo que sí estoy seguro es de que no se van a producir diecisiete sumas de errores, o de fragrantes estupideces como la de la cancelación del trasvase del Ebro, por ejemplo (por razones absolutamente oportunistas), que tantos beneficios en forma de inversiones y de racionalidad hubiese reportado a todos los territorios afectados, y ninguno de los perjuicios que se utilizaron como argumento para su no ejecución.

Pero claro, en aquel momento el país comenzaba a ser gobernado por imbéciles. Puede que ahora comience este servidor de usted a vislumbrar los hechos que justificaban una esperanzadora, aunque vigilante, confianza en la acción de los nuevos gobernantes.

La confianza, esta vigilante confianza, deberá verse reforzada con más medidas de esas que puedan enmarcarse en el “repensar España”. Por ejemplo, la política de transportes; no puede permanecer vigente por más tiempo el sometimiento a diferentes normativas legales y procedimentales –tantas como Comunidades Autónomas, de las actividades relacionadas con el tráfico de bienes y servicios, de una importancia capital para la competitividad del sistema económico.

Han de establecerse reglas que impongan claridad y homogeneidad para quienes han de prestar sus servicios en este sector. Y el Estado ha de desprenderse, cerrando o vendiendo, todas las estructuras ociosas o de resultados escandalosamente deficitarios (aeropuertos, estaciones … ). Con certeza experimentaríamos sustanciales mejoras en costes, seguridad económica, sencillez en trámites, imagen exterior, en suma, eficiencia en los agentes; y para el Estado, ahorro.

Y debe continuarse el “repensar España”, para que no sucedan cosas tan ridículas como aquella muy reciente de un Presidente de Comunidad Autónoma que al dirigirse a un alto dignatario internacional le pidió que tuviese en cuenta que estaba en una nación ¿en dónde pensaría estar? Si un servidor hubiese sido el tal dignatario muy fácilmente le habría contestado: Naturalmente, he venido a España.

Se me hubiese ocurrido porque ya en otra ocasión, hace bastantes años, en una visita al Parlamento Europeo que tenía como objetivo recabar el apoyo para un proyecto relacionado con la pesca, nos reunimos con un miembro de la comisión específica, quien, por cierto, hacía muy poco que había dejado de ser presidente de una Comunidad Autónoma, va y nos suelta: … porque nosotros que somos … mereció la siguiente respuesta: … tú serás lo que quieras ser (derecho incontestable), pero aquí y ahora eres un parlamentario pagado por el Estado español, que vas a atender y a escuchar a ciudadanos españoles, que también somos de donde nos apetece, y que venimos a ejercer nuestro derecho de pertenencia.

Seguramente que lo anterior viene muy traído por los pelos, al hilo de lo que podría significar “repensar España”, y que también pasaría por una mudanza en determinadas actitudes orientada al rescate de la noción de lo que somos, que nada tiene que ver con nuestra valiosa diversidad, o, seguramente debido a ella.

Algo podrá hacer el gobierno, pero en mucha mayor medida lo hará el sentido del Estado de todos los políticos, de los generadores de opinión, y en última instancia cada uno de nosotros. Es evidente que no todo se lo habremos de exigir al gobierno, con la excepción de que no le podamos atribuir caminar en sentido contrario.

No debe detenerse el proceso de “repensar España” (discúlpeme Sr. Rajoy por repetir tantas veces su “moto”, en la esperanza de que no me reclame derechos de autoría), y que eso pase también por otros campos, como educación, sanidad, justicia, finanzas (ahora entran las prisas) … de los que hablaremos en sucesivas oportunidades, porque también requieren ser repensados, reformados (en muchos casos, no recortados, como este su articulista viene sosteniendo).

Este repensar no me hace olvidar dos manías; la primera, que me falta recibir la alegría de comprobar el momento en el que se cancelan todas las subvenciones a partidos políticos, sindicatos y organizaciones empresariales, porque en cuanto tengan que manejarse con las aportaciones directas de quienes demanden sus servicios, verá usted como mejora la utilidad y la calidad de los mismos; y la segunda, que si el gobierno, en propias palabras del para este servidor dimisionario Ministro de Interior, no negocia ni negociará con ETA, explíqueme usted para qué sirve el discutido Plan de Reinserción de los etarras.

Una vez más, salve, amigo mío.
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


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