Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Reformas

viernes, 20 de abril de 2012
ATALAYA

A uno le gustaría poder condensar en unas pocas líneas todo lo que le suscita la avalancha de acontecimientos que cada día se nos echa encima; que si la deuda, que si el déficit, que si la bolsa, que si los mercados, que si los bancos, que si las reformas, que si el ahorro, que si la confianza, que si la austeridad, que si la corrupción, que si el rescate, que si los impuestos, que si las pensiones, que si la educación, que si la sanidad, que si el problema territorial, que si el terrorismo, que si la diplomacia, que si el Obispo de Alcalá, que si las “escapadas” del Rey, que si Argentina …

En fin, amigo mío, que no damos abasto para atender a tantos asuntos, y tanto no damos abasto que, seguramente, entre semejante maremágnum ni siquiera somos capaces de atribuir prioridades; o sí; bueno, no sé, usted verá. Y si para nosotros, al menos para este articulista resulta difícil, podemos imaginarnos en consecuencia cómo lo será para el gobierno que tiene que tomar decisiones sobre todos y cada uno de ellos. El espíritu extraño, siempre conflictivo, muchas veces contradictorio, pero siempre pertinaz que me acompaña -usted lo sabe aunque en los últimos tiempos no me hubiese referido a él-, me impulsa como siempre a organizar los pensamientos (pienso, luego existo …), de forma que las opiniones que comparto con usted tengan coherencia, o al menos que la tengan conmigo mismo.

Voy a tratar de ser muy breve en algunos de los asuntos enumerados. Sobre la deuda y el déficit, nada está sucediendo que modifique lo que ya expresé en anteriores “atalayas”; no obstante, reitero: si no controlamos el déficit, que nos llevará a elevar la deuda, nos vamos a pegar un batacazo tan descomunal que no nos va a reconocer ni … usted podrá acabar la frase. Y ambos tienen todo que ver con la austeridad. Créame que ya a mi mismo me molesta tener que defender tal principio, por lo obvio que me parece, pero es que de todo lo que me voy enterando poco, o muy poco, se ajusta a lo que debería ser entendido por austeridad.

Mire, amigo mío, tengo que seguir refiriéndome a las subvenciones ¡qué pesado estás! pensará usted; en tanto que no se eliminen todas aquellas que producen escándalo: a los partidos políticos, a los sindicatos, a los empresarios, a organizaciones que viven del cuento, a … siga usted mismo, por favor, ni ahorraremos, ni dispondremos de fondos para fomentar la actividad económica, ni incrementaremos los ingresos, ni obtendremos la confianza por la que tanto clamamos y que no nos merecemos, tanto por parte de los inversores (mercados), como de los socios, y, lo que todavía es más importante, ni siquiera de nuestra propia parte; si ni nosotros confiamos en nosotros mismos ¿qué podemos esperar? Y podríamos seguir con los “ni” casi hasta el infinito. El Sr. Rajoy, y todos los demás dirigentes políticos, están haciendo oídos sordos a lo que es un clamor popular.

Como tampoco acaban de darse cuenta de que el problema más grave que padece España, siendo todos los demás tanto y aún más graves de lo que ahora estamos viendo, es el deterioro en nuestra identidad como nación. Este deterioro no se lo podemos atribuir en solitario a la desgraciada etapa de gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero, que ni socialista era siquiera (y con esta afirmación no pretendo descargar al socialismo de la responsabilidad que le incumbe, y de la que tampoco ellos saben como salir, salvo en una huída hacia adelante al estilo de los conejos); no es el Sr. Rodríguez Zapatero el único culpable de que hubiéramos perdido el valor moral en el que debíamos sustentar el orgullo de pertenencia que la Historia nos otorgaba; también al resto de los ciudadanos nos incumbe la responsabilidad en la tragedia. Y quien no vea en ello la causa principal de la desconfianza hacia (y en) nosotros, es que es tan corto de miras –hasta de vista podríamos decir, como de conocimientos; claro que en la forma en la que se enseña Historia (y otras materias), en nuestro país ¿qué podríamos esperar?

Sígase subiendo impuestos que seguramente en el 2013 llegaremos a cumplir con el compromiso del déficit; pero seguro que en los años siguientes irá decreciendo en forma alarmante el número de contribuyentes, junto con el tamaño de la población (óigame, de eso se habla muy poco, eh), de tal manera que los sucesivos déficits serán crecientes en forma más que proporcional, hasta hacerse insostenibles de todo punto. Así ocurrirá de no acometerse una profunda revisión de las estructuras del Estado, acometiendo en ellas las reformas que sean necesarias para eliminar de una buena vez las innumerables ineficiencias existentes.

Cuando los inversores, los socios en la comunidad de países europeos, y los órganos internacionales de “vigilancia” nos piden reformas estructurales ¿a qué cosas cree usted, mi amigo lector, que se están refiriendo? ¿al tipo de harina con la que hacemos los churros? Yo se lo voy a recordar: homologación del sistema laboral (no se está haciendo lo sificiente); homologación del sistema fiscal (¿); homologación del sistema financiero (lejos, muy lejos, de conseguirse); desaparición de los desequilibrios en materia de educación (¿cree usted que estamos consiguiendo algo?); desarrollo científico y tecnológico (ya ni le cuento); y, solvencia y eficacia comparativa de los organismos que administran el Estado. Juzgue usted mismo. ¿Es que no hay nadie que conozca lo que se ha hecho en estas cuestiones en los países a los que nos gustaría parecernos? En vez de afrontar todo esto con determinación y valentía, nos dedicamos a reivindicar derechos que sólo se consiguen cuando se merecen, y que ninguno se regala.

En este momento, en el que hasta Argentina se atreve a tomarnos el pelo, y que mucho nos tememos que nos habremos de arreglar solitos ¿se imagina usted el diálogo entre el Obama y la Fernández.

- Oye, Cristina, creo que no deberías hacer eso (mientras apoya una mano en las suyas), pero no te vayas a creer que nosotros somos España, eh ¡hasta ahí podríamos llegar!

Este es el panorama internacional en el que nos ha dejado sumidos la etapa del señor que ahora está en las nubes, y del que sus cómplices se quieren olvidar; claro, yo también lo querría, pero al menos me escondería junto con mi vergüenza. Ésta es la teatral ayuda que podemos esperar, porque no es ni más ni menos que la confianza que inspiramos. Nada de pequeña es la tarea, verdad, amigo lector.

Me he referido a las reformas estructurales del Estado, que podríamos considerar operativas, pero queda afrontar otra de capital importancia, que dejo para hacerlo en forma monográfica: la reforma del propio Estado. Usted y yo ya lo veremos, porque el debate hay que abrirlo, y este servidor de usted quiere estar en la vanguardia de los proyectos de futuro, del futuro del país que amo; Dieu et mon droit ¿me hago entender?
Salve, amigo mío.
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES