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Un elefante se balanceaba...

viernes, 20 de abril de 2012
Érase que se era una vez un elefante que se balanceaba sobre la tela de una araña, como veía que no se caía se fue a Botsuana ... y cayó.

Esto también le ocurrió al Rey de España que se fue de cacería y dicen que se lo calló hasta que, él mismo se cayó pero ... luego habló.

Reconozco que me dio, como a muchos españoles, mucha pena, vergüenza y rabia ver a nuestro Rey, escopeta en mano, posando victorioso en una fotografía exhibiendo su trofeo, en este caso, un magnífico ejemplar paquidermo, yaciendo tras él, tras ser herido de muerte por nuestra excelentísima Majestad. Su afición a la caza ya se sabía y es una tradición en esta familia que viene de siglos atrás haciendo honor a su linaje y estatus.

Aunque jamás entenderé como un hombre ilustrado pueda tener como pasatiempo el ser cazador y usar, hasta abusar, de la inclemencia de un arma de fuego contra cualquier animal que, por su propio instinto "animal", se hace cazador para su propia supervivencia, que no hobby.

Máxime en nuestro mundo actual donde nos conciencian diariamente por la conservación del medio ambiente, el ecosistema, y la protección de especies en extinción como son precísamente los elefantes. Quienes hemos tenido la inmensa suerte de poder hacer un safari en África, también, hemos podido apreciar las dificultades que tienen estos animales de sobrevivir en su propio hábitat, precísamente por la intervención del ser humano con la deforestación y la cacería. Por no hablar del inmenso interés hacia este mamífero placentario, aunque sólo sea por ser el animal terrestre más grande en la actualidad, poseedor de un gran cerebro que le dota de gran memoria y le capacita para expresar su juego, duelo o adopción, entre otras muchas cualidades, como animal portador de carga.

Nuestro Rey de España, que nos vino impuesto por un dictador y avalado posteriormente por nuestra Constitución en una incipiente democracia que reconoció el poder limitado del rey en un gobierno de monarquía parlamentaria, se supo ganar el respeto y cariño del pueblo español por su comportamiento ejemplar en el ámbito político y diplomático.

Es una pena que los últimos acontecimientos suyos y los de algunos miembros de su familia echen todo este trabajo por la borda.

Da mucha pena ver a nuestro siempre fornido y ejemplar Rey cómo se hace mayor y con ello humano, es decir, como uno más de nosotros. Los que nos criamos en los colegios junto a su imagen y dejamos atrás otra, muchísimo menos atractiva en todos los aspectos, confiamos en él, en su educación, en su cultura, en su modernidad y en su protección. Ahora que su pueblo pasa por una muy mala racha debido a la maldita crisis, él hace vida propiamente de rey como en los cuentos de nuestra infancia, y todos estos conceptos que tenemos de él, se van al traste.

Pero nuestro rey ha hecho pública su equivocación.

No se sabe si para salvar el futuro de la Corona o por propia voluntad pero, he de admitir que, al igual que me dio mucha pena verle de cazador en esa fotografía, sentí mucha ternura al verle salir de su habitación del hospital, tras su operación de cadera, y admitir su error y pedir disculpas. Eso me hizo verle humano y volví a ver el rostro de ese Rey de comportamiento ejemplar a la hora de tomar las riendas de su responsabilidad.

Démos otra oportunidad a un Rey que dice querernos muy bien y creo que la inmensa mayoría de españoles también, sin olvidar su poder siempre avalado, limitado y revisado por la Constitución pues, si bien su mérito y dedicación nadie lo pone en duda, que tampoco se ponga en duda el coste que ha de soportar un país por mantener a su monarquía cuando ya existe un presidente de gobierno que probablemente fuera capaz de asumir las mismas funciones para su país.

Larga vida a un Rey que sabe reconocer su error, pedir disculpas y declarar públicamente no volverlo a hacer pero, como humano que también es, que recuerde que los otros Reyes, Los Magos de Oriente, se enteran de todo y luego pasan factura, a él y al resto de españoles, y no sólo la Noche de Reyes.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


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