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Monarquía low cost

jueves, 19 de abril de 2012
No, querido lector, no me refiero a lo barata que nos resulta esta monarquía impuesta, (los más de 1.700 millones de euros que nos cuesta anualmente no son ninguna calderilla), sino a las profundas carencias de toda índole que padece, empezando por el nivel ético e intelectual de las personas que asesoran y programan la agenda de sus miembros y que ha llevado a la que debería ser una institución modelo, en la que deberían mirarse los demás españoles, a unos límites de excentricidad que deberían encender todas las alarmas institucionales.

Desaparecido desde la Semana Santa y mientras los españoles presumíamos que estaba consagrado al arduo trabajo de combatir la crisis, el Rey ha sido sorpresivamente “cazado” en su propia cacería, debido a un inoportuno accidente doméstico. Su secreto viaje de caza ha pasado a ser del dominio público y motivo de escándalo para esta sociedad española que está atravesando uno de los peores trances de su historia reciente.

Especialistas en los gestos y en hacer bonitos discursos acerca de la solidaridad, el esfuerzo colectivo o el bien común, cuyo valor real no va más allá del papel que ocupan; en los últimos tiempos la conducta de algunos miembros de la familia real española, con el propio Rey a la cabeza, dista mucho de compartir la filosofía de los mensajes que se emiten para consumo de “vasallos” y no dudan en dedicarse a disfrutar de la situación privilegiada que les ofrece su cargo, olvidándose de las obligaciones que conlleva, sin importarles lo más mínimo la situación de penuria que atraviesan muchos de esos “súbditos”. Si esto es lo que su Majestad, como cabeza visible de la Nación, entiende por arrimar el hombro y compartir los sacrificios a los que obliga la situación actual en esta España que está en plena depresión, económica y anímica, ¿qué podemos esperar los españoles del resto de los estamentos, ya sean políticos, económicos, judiciales, etc. que rigen los destinos del país?

De esta misma solidaridad, de la que tanto presumen y de la que tanto carecen, ya dio en su día claras muestras el heredero al trono cuando, en los días que siguieron a los atentados del 11 M madrileño, se fue a escondidas a las Bahamas, acompañado de un selecto séquito, para celebrar la fiesta de despedida de solteros, eso sí, no sin antes emitir un comunicado en el que se informaba a la plebe de la suspensión de dicha celebración, en solidaridad con el pueblo madrileño. ¿Y que decir de las andanzas del duque de Palma y sus sórdidos negocios desde la fundación Nóos? Todos ellos no son más que datos tristemente reveladores de unos personajes que están más acostumbrados a la frivolidad y al disfrute que a la responsabilidad institucional que representa su cargo.

Si una imagen vale más que mil palabras, la del rey de exclusiva y millonaria cacería en Africa, episodio que ridiculiza el ya olvidado del domesticado Mitrofan, mientras su reino está al borde de la quiebra y el rescate económicos y los ciudadanos de a pie sufren duros recortes en sus nóminas e incrementos en los impuestos, la electricidad, los carburantes, los servicios sociales y hasta en el agua de consumo, es más reveladora que cualquier patriótico pronunciamiento. Visto lo visto, ya no tengo ninguna duda de lo que me decía un viejo amigo: ¡es bueno ser rey!
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


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