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Tragedia griega

jueves, 12 de abril de 2012
Fue la pasada semana, a los pies de un ciprés de la plaza Sintagma, cuando tuvo lugar el desenlace de uno de los múltiples actos de esta interminable tragedia que padece el país heleno, al dictado de sus incompetentes dirigentes: un farmacéutico jubilado, ante la imposibilidad de poder sobrevivir con la miserable y mutilada por la crisis pensión de jubilación, decidió pegarse un tiro y poner así fin a su vida antes de arremeter a tiros contra los causantes de su situación: dignidad y honor individual frente a corrupción y podredumbre de la clase política.

Paralelamente a la sociedad helena, España sufre su propia tragedia, eso sí, con ciertos trazos de tragicomedia. Mientras Camps en Valencia, Montilla en Cataluña, Valcárcel en Murcia, Barreda en Castilla La Mancha, Griñán en Andalucía, y un largo etcétera, encabezado por el inigualable Zapatero, después de haberse dedicado con afán a arruinar a todas y cada una de las administraciones públicas que han presidido, se han marchado cada uno a su retiro dorado, con una pensión millonaria pagada por todos los ciudadanos herederos y deudores de sus respectivas ruinas, los “españoles de granel”, los que viajan en metro y comen, cuando pueden, de bocata o de menú del día, se ven obligados a recortar, de su miseria, una porción para seguir manteniendo los privilegios de esta banda de desalmados, desprovistos de corazón y de alma.

Al tiempo que las manifestaciones de la crisis se agudizan, la prima de riesgo se dispara, las cifras de paro no dejan de crecer, la deuda nos asfixia y la economía española está prácticamente en asistolia, nuestros dirigentes salientes lloran su vacío de poder y se consuelan disfrutando de sus merecidas pensiones millonarias y sus sustitutos en la poltrona administrativa, en lugar de esforzarse en la solución de los problemas que no dan respiro a la ciudadanía, se muestran más preocupados por colocar a sus propios familiares, con los cónyuges a la cabeza, en los cargos de privilegio, que en solucionar los problemas ajenos; Soraya, la número dos del Gobierno y Cospedal, la número dos del partido, representan una buena muestra de solidaridad familiar pepera.

Mientras la tragedia social se consuma, estos “apasionados” y desinteresados directores de escena, con Rajoy al frente, viven más ocupados en engordar su propio patrimonio que en el éxito colectivo de la empresa nacional, probablemente convencidos de que son seres de otra galaxia, ajenos a los problemas mundanos de esta plebe que les mantiene pero que, en el fondo, les resulta despreciable. Con estas premisas, ¿cómo se puede depositar una mínima confianza en una clase política tan rastrera como ésta para tratar de salir de la crisis?
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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