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Fiesuelga …

lunes, 19 de marzo de 2012
Amigo lector, te saludo hoy pidiendo de antemano disculpas por el tuteo, pero es que esto va de “camaradas”, y por lo tanto estimo su pertinencia; y las disculpas las hago extensivas también al palabro con el que titulo esta atalaya. Doy por sentado que tu perspicacia habitual habrá deducido que corresponde a una broma relacionada con las festivas manifestaciones hasta ahora convocadas por los inefables sindicatos mayoritarios españoles, previas a la huelga con la que van a dar un colorido especial a las ciudades y pueblos y a contribuir en forma notable al desarrollo de la economía y a la protección de los derechos de todos los trabajadores, ante la afrenta que estamos sufriendo por parte de los gobernantes de la nación. Eso es lo que ellos dicen.

La utilización de la palabra en cuestión (corrijo, de la broma en cuestión, ya que en modo alguno tal engendro puede adquirir la categoría y condición de palabra), pudiera ser acogida como de muy mal gusto, dado que la cosa no es para tomársela a broma. Y es muy cierto. La situación no está para bromas. Pero déjame explicar su por qué. Viendo uno los semblantes de los ¿90.000? asistentes a las referidas manifestaciones (90.000 en toda España, eh), bueno, tal vez algunos más porque a los tales hay que añadir aquellos otros que ejercen la representación de los respectivos partidos políticos expresando de esta manera su apoyo a las organizaciones sindicales, y algunos otros, pocos, que creen en la buena fe de los convocantes, y que también de buena fe se suman a ellos. Si no estuviese protegido por la Constitución el derecho a la intimidad, y si pudiésemos ver las filmaciones que con total certeza la tecnología disponible permite hacer, y se hace, comprobaríamos que esos 90.000 y más, son siempre los mismos; y son los mismos que no solamente cobran por un puesto de trabajo en las empresas sin trabajar en ellas, los famosos “liberados”, sino que se empeñan sistemáticamente en obstaculizar su desarrollo.

Esto que acabo de escribir representa el añadido de nuevos leños para la hoguera en la que, seguro que no pocos (desde luego espero que tú no), desearían ver como me consumo en ella como justo castigo a mis contumaces herejías. Pero no importa. Digo lo que digo, porque así lo veo. Y repito, viendo tales semblantes, uno se pregunta ¿todos estos 90.000 y poco más, pretenden solucionar los problemas que se derivan del desempleo y de la atonía económica? O, ¿se han tomado un día de asueto en franca camaradería con sus colegas de otras latitudes?

Por su semblante, a mí se me antoja que lo segundo. Pero esto lo refiero solamente a las manifestaciones, eh, amigo lector; ya verás cómo la cosa va a ser muy diferente en lo que se refiere a la huelga, de ahí que humorísticamente uní en forma apocopada las palabras, estas sí, fiesta y huelga. Ya verás como las van a gastar esos 90.000, por junto o por separado, el día 29. El semblante de fiesta desaparecerá, para dar lugar a las ya tradicionales actividades extorsionadoras de la vida pública y de los derechos individuales. Ya lo verás.

La lucha contra la afrenta es su argumento. Y esa lucha la plantean quienes arguyendo la defensa de los derechos de los trabajadores, no han sido capaces de contribuir en nada a la corrección del dramático desempleo actual, con la sola excepción de mantener sus privilegios y de aumentar el déficit público que, a la postre, hemos de pagar todos, los sindicalistas y los no sindicalistas. Eso sí, solo aparecen cuando el gobierno pertenece a una corriente política liberal-conservadora, y cuando éste parece que comienza a animarse a reducir las jugosas subvenciones con las que se financian sus privilegios. ¡Caray, cómo es que no nos dimos cuenta de que esa es la madre del cordero!

Ven amenazados los presupuestos tan cuidadosamente nutridos por los gobiernos afines, y entonces, como las aportaciones de sus afiliados no dan para mantenerse en las mismas condiciones, organizan lo que organizan. De defender los derechos de los trabajadores, nada de nada, son los suyos particulares, sin duda.

Cuando uno lee lo escrito por algún periodista generador de opinión de que no hay que demonizar a los sindicatos, le invade una cierta perplejidad, porque no es necesario demonizarlos ¡se demonizan ellos solitos! No hay más que escuchar las indocumentadas formulaciones de sus líderes, y ver como la única solución que aportan es un intento de paralizar el país, tratando de mantener una situación completamente insostenible.

Y esto ya no parece una cuestión de ideología política, sino de pura eficacia en aras de la misión que un sindicato moderno debe cumplir (de existencia necesaria, por otra parte), pero que desde luego no pasa por convertirse en un obstáculo para la recuperación económica.

Justamente esa, la recuperación económica, es la responsabilidad ineludible de cualquier gobierno responsable; y cambiar modelos periclitados y afrontar soluciones aún a riesgo de equivocarse, es en lo que nosotros desde aquí insistimos ¡Rajoy, haz lo que tengas que hacer, y contra quien tengas que hacerlo! (el tuteo es circunstancial, eh, no creas otra cosa).

Asegurar el orden público el día 29, los demás días también, y garantizar el acceso a los puestos de trabajo a quienes quieran hacerlo, es una tarea que sí ayudaría a generar confianza. Y retirar todas las subvenciones a los sindicatos y a las organizaciones empresariales (y a partir de ahí hablamos), también supondría ganar en confianza y caminar indefectiblemente al deseado cambio de modelo de relaciones. No caigas en las trampas de quienes te ofrecen diálogo, cuando lo que pretenden es no cambiar por medio del diálogo.

No me olvido de que estoy en deuda con alguno de vosotros en cuanto a explicar mi posición sobre por qué no considero que un abaratamiento del despido ha de conllevar un incremento del desempleo. También debo más consideraciones sobre el concepto de austeridad y su impacto positivo en el desarrollo. Y, por supuesto, recuperaré el usted transitoriamente abandonado.

Salve.
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


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