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Así deben ser las cosas.

lunes, 27 de febrero de 2012
ATALAYA.

En medio de un enriquecedor intercambio de opiniones con una querida lectora, sobre el ser y el deber ser, descubro la noticia de que los obispos vascos han preparado una pastoral, que parece que iba a ser leída este pasado sábado, en la que van a exigirle a ETA su total desaparición y la petición de perdón. Y van todavía más allá al referirse no solo a los terroristas, sino que el perdón también deben pedirlo todos aquellos que de alguna forma con ellos hubieran colaborado. Así es como deben ser las cosas, y así es como deben ser también los comportamientos de los obispos, rompiendo con tantas décadas de ambigüedades de sus predecesores, cuando no de una clara alineación de alguno de ellos con los planteamientos de los terroristas, para el cual, no me duelen prendas en recordarlo, un buen día Balseiro reclamó en una de sus antiguas “atalayas” la excomunión por el grave incumplimiento de su misión católica. Hasta aquí el deber ser desde la perspectiva de la religión católica, y que estos servidores de usted suscribimos plenamente; y que estamos completamente seguros de que la inmensa mayoría de sus víctimas lo otorgarían –al perdón nos referimos- de confirmarse la sinceridad de su arrepentimiento, y la firme y expresa voluntad de no reincidir. Sí señor, así es como deben ser las cosas.

Pero existen más ámbitos. El de la responsabilidad civil y penal de los crímenes cometidos. Y en eso, el resto de la sociedad ha de tomar el relevo en la generosidad de las víctimas exigiendo, en nombre de ellas y en el de todos los ciudadanos consecuentes con el honor y con la dignidad, no solo la disolución de la organización terrorista y de sus instrumentos, sino la entrega de las armas, el cumplimiento íntegro de las penas, y el sometimiento a las instancias judiciales de todos los que todavía estuviesen pendientes de procesamiento.

De amnistía, nada de nada. Y ¿ante quién deberíamos los ciudadanos presentar nuestras exigencias? Pues independientemente de ciertas instancias de parte, o iniciativas legislativas populares –harto difíciles de instrumentar- habría de ser ante nuestros representantes en el Parlamento, al Gobierno y a la Judicatura. Los dos Balseiro, ya sabe usted, no las tienen todas consigo, porque lo que estamos leyendo y viendo estos días, la verdad es que no nos gusta. No nos gusta que el señor Ministro del Interior ande jugando con el lenguaje con cierta frivolidad, confundiendo la aceptación de un conflicto político con el interés de los nacionalistas-terroristas de convertir sus acciones en un conflicto político.

Y tampoco nos gusta, tal vez incluso menos, esa no se sabe para qué declaración conjunta de los partidos del arco parlamentario, menos uno –qué curioso que también la hayan suscrito los nacionalistas- ¿Alguien nos puede explicar el por qué y la oportunidad de tal declaración, cuando lo único que hay que hacer es cumplir la legislación vigente, tal y como dice el Sr. Rajoy, más concretamente la Ley de Partidos? Pues no señor, así es como NO deben ser las cosas.

Amigo lector, he desviado la intención que tenía de dedicar esta atalaya a la ya muy discutida Reforma Laboral anunciada por el Gobierno, pero no voy a hurtarle a usted la opinión que me merece el espectáculo que se está montando por los sindicatos y por los partidos de izquierda. Las justificaciones que se exhiben para sus algaradas son tan fútiles y ridículas que no creo que ni ellos mismos se las crean, pero pareciera como si no les quedara otro remedio, a falta de las necesarias ideas con las que contribuir a recuperar la actividad económica. Nadie puede garantizar que las medidas que parece que va a tomar el gobierno después del trámite parlamentario vayan a conseguir los deseados objetivos, pero lo que nadie puede negar es a dónde nos ha conducido, y a dónde nos podría conducir todavía, el actual sistema laboral.

Estamos donde estamos porque así lo han querido los sindicatos y los partidos de izquierda. Si querían modificar la situación en otro sentido diferente al que ahora trata de implantar el Partido Popular ¿por qué no lo hicieron durante todo el tiempo que dispusieron?

Lo de los sindicatos ya es para nota, óigame. No queda más remedio que la retirada inmediata de las subvenciones, y perdóneme usted que sea tan reiterativo en esta cuestión; no se puede sostener durante más tiempo el mantenimiento de una burocracia que sólo sirve a los intereses de unos pocos. Y me atrevo a hacer una pregunta sobre la composición de las decenas de miles de manifestantes ¿qué le parece a usted si esa cantidad de personas fuesen las mismos decenas de miles de liberados sindicales? Ah, claro, están defendiendo su incompetente e innecesaria presencia en la sociedad; incompetente e innecesaria tal y como están ahora mismo configurados.

Los sindicatos, como tales absolutamente necesarios en la defensa de los derechos de los trabajadores, deben reconvertirse para ganarse la confianza y que sea esta confianza la que les retribuya. Así que ¡a reconvertirse toca! Y a dejarse de payasadas también. Y que el gobierno actúe con la decisión y firmeza necesarias. Así es como deben ser las cosas.

En una próxima oportunidad volveré sobre el asunto, que no se agota tan fácilmente, así como también sobre la educación; pero con una proposición previa: la austeridad no está contrapuesta a las políticas de desarrollo, y éstas, de ningún modo deben desvincularse de las educativas. Por consiguiente, la austeridad no debe significar recortes en la educación, sí en cambio, eficiencia de los recursos. Usted me comprende ¿verdad lector? ¿Me comprenderán también los miembros del gobierno? Prometo ampliar las explicaciones, para que lo entiendan, por si acaso.

Salve, querido amigo.
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


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