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Otra guerra fría

miércoles, 22 de febrero de 2012
En un libro que reúne sus artículos recientes sobre lo que piensa de
la actualidad y que sale ahora en España, Noam Chomsky, reputado profesor emérito de Lingüística del Instituto Tecnológico de Massachusetts, famoso semiólogo y filósofo estadounidense de ideas libertarias, tan alejado del neoliberalismo como del comunismo, pasa al escalpelo las últimas noticias que conciernen a Norteamérica y las critica a fondo sin que le duelan prendas.

Leer a este lúcido escritor es darse cuenta del envés de las cosas, desmonta los argumentos justificativos de la primera superpotencia, denuncia su actuación sin paliativos en una enumeración profusa de hechos en los que Norteamérica es culpable, que van de la intervención histórica estadounidense en América Latina a la eliminación de Osama Bin Laden.

Resulta muy saludable reflexionar con tal intelectual rebelde,
rabiosamente independiente, que no comulga con ruedas de molino y arremete contra las arbitrariedades que comete su país. A sus 83 años, sus posiciones políticas no tienen ni una sola arruga, son valientes y reconfortantes. “Aún me queda mucho por decir”, asegura. Justamente, ya hace tiempo que Chomsky proclama que Siria está siendo castigada por desafiar a EEUU, nadie duda que, con este criterio libre e insobornable, en la actual crisis ha tomado partido por el más débil, el llamado Ejército Libre de Siria (ELS), mal armado con solo fusiles frente a blindados.

El presidente de la República (república es un decir), Bashar el Asad, segundo de una dinastía hereditaria que conculca de forma sistemática y contumaz las libertades en este país desde hace más de cuarenta años, encarna en estos momentos al más detestable de los autócratas, según la inmensa mayoría de quienes se
expresan en FaceBook, Twiter y las redes sociales occidentales.

La capital de Siria es Damasco, la ciudad más antigua del mundo,
habitada sin interrupción desde el año 2.500 antes de Cristo. Ambas, nación y ciudad, sufrieron muchas otras situaciones injustas y cruentas pero ésta es particularmente indignante por desarrollarse a la vista de todos y por su carácter desafiante al saberse El Asad sostenido por sus poderosos aliados, Moscú y Pekín.

Les daré algunos datos para sopesar lo que está en juego. La República Árabe de Siria, bañada por el Mar Mediterráneo, es un estado medio de 185 mil kilómetros cuadrados y 19,5 millones de habitantes de gran valor estratégico, regido desde la Segunda Guerra Mundial por el partido Baas, laico en el papel pero de mayoría musulmana suní.

Su economía no tiene en principio mayor problema, se basa en la
extracción de petróleo tanto propio como procedente de Irán. Posee
también fosfatos, gas natural y piedras preciosas, cuya compra han
congelado ahora como medida de represalia los países europeos para castigar al opresor El Asad. En la actual coyuntura, Occidente ha suspendido sus relaciones comerciales con el país, pero no pasa nada: Rusia y China se precipitaron a desarrollar las suyas y ésta es una de las razones poderosas del enfrentamiento en este lugar del mundo.

La ONU trató de evitar el choque pero por razones geopolíticas,
económicas y de reparto de poder, Rusia y China interpusieron su veto en el Consejo de Seguridad, del que forman parte como miembros permanentes junto a Norteamérica, Gran Bretaña y Francia. Rusia considera a Siria su aliado principal en la región, la cuestión del respeto a los Derechos Humanos es para ella secundaria.

A China no parece tampoco importarle mucho el actual baño de sangre, como si no fuera con ella. Ambas superpotencias miran, indiferentes, para otro lado, el petróleo es el petróleo.

Norteamérica y la Unión Europea se dicen horrorizadas por las
matanzas. Washington ha cerrado su embajada en Damasco y repatriado a todo su personal diplomático a modo claro de protesta; sin llegar a ello, los países europeos retiraron a sus embajadores para mostrar sin lugar a dudas su repulsa contra la decisión del dirigente árabe de ametrallar a su propio pueblo. Pero el caudillo musulmán parece salirse con la suya, las víctimas mortales en Siria van camino de contabilizarse como daños colaterales en un conflicto que si bien no se olvidará fácilmente por su envergadura e implicación de las grandes potencias, se da por insoluble.

Con el fin de completar la descripción de la anatomía de tal conflicto
hay que hacer referencia a la intervención diplomática de la Liga
Árabe, de momento inoperante. Mientras la masacre continúa, el
organismo panárabe planea reunirse para estudiar la cuestión en
presencia de un representante de la ONU. Desesperante.

El asedio del Ejército sirio a la importante ciudad de Homs ya dura
más de una semana sin que los países del Golfo, los opulentos Bahrein, Omar, Kuwait, Catar hayan podido hacer nada por impedirlo aunque retiraran a sus respectivos embajadores en señal de rechazo. Un intento de unificación de la disidencia a principios de febrero había fracasado previamente en El Cairo. Queda, pues, abierta otra disputa en el polvorín del Próximo Oriente, otra más en esta zona de alta tensión en donde la vida de un hombre, de una mujer o de un niño vale menos que nada.

En definitiva, Siria, la legendaria Asiria, que contó entre sus
líderes pasados al mítico Solimán el Magnífico - quien se enseñoreó
durante largos años de Jerusalén-, se ha convertido hoy en día en el nuevo punto de fricción del Próximo Oriente y también en la nueva manzana de la discordia entre Rusia y China por un lado y Estados Unidos y la Unión Europea por otro. Parece como si este diferendo actual nos retrotrajera a la época de la guerra fría.

Una guerra fría con abundante derramamiento de sangre. Por aferrarse al poder, el déspota El Asad, está sometiendo a su pueblo a una fuerte represión que ya ha provocado más de 6.000 muertos y ha hecho de Homs, ciudad industrial de más de un millón de habitantes cercana a Damasco, una localidad mártir donde los carros de combate del régimen baasista están diezmando a mansalva a la población en una masacre
inmisericorde.

Todo ello ha convertido al país en una sangrienta
encrucijada de intereses en estos primeros días de 2012... Suma y
sigue.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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