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Fraga y Urdangarín: Grandeza y miseria moral

viernes, 17 de febrero de 2012
El reciente fallecimiento de don Manuel Fraga y las noticias que paralelamente han ido apareciendo en la prensa sobre los escándalos de corrupción protagonizados por don Iñaki Urdangarin, duque de Palma, que será citado a declarar próximamente, constituyen una invitación para reflexionar acerca de dos estilos completamente distintos, diría que antagónicos, de entender y transitar por la actividad pública.

El primero, encarnado por el político, con mayúsculas, gallego es en si mismo un homenaje a la capacidad, tanto intelectual como profesional, y al sacrificio diario, de entrega al servicio por la cosa pública y de austeridad como estilo de vida. Fraga nunca ha sido santo de mi especial devoción, pero uno no puede dejar de reconocer que, cuando después de más de medio siglo de presencia en la primera línea de batalla de la actividad pública, un político puede presumir de no haber protagonizado ningún caso de corrupción (hablamos de apropiación de dinero público), “rara avis entre la fauna ibérica”, creo que se merece un reconocimiento por parte de sus contemporáneos.

Por su parte, don Iñaki Urdangarín representa como nadie al personaje público hispano del siglo XXI. Su prisa, con minúsculas, por el enriquecimiento fácil y rápido a expensas y en connivencia con las instituciones públicas, su desmedida ambición de poder, económico y político y su desprecio por la ética y el trabajo, retratan a un personaje con el más ruin de los perfiles y, de soslayo, ponen a la Casa Real, la verdadera responsable por acción u omisión, en una situación de tal desprestigio ante la ciudadanía, que su alcance adquiere dimensiones de consecuencias impredecibles en este momento.

Las vidas y el ejemplo protagonizado por estos dos individuos, en mayúscula y minúscula respectivamente, representan a la perfección los dos modelos de personaje público que pululan por la geografía española: el que actúa motivado por el servicio a la ciudadanía, cuya merecida herencia en la historia son la dignidad y el honor, y el que no conoce otro motivo que el de servirse de aquella para su propio beneficio, de cuyo recuerdo sólo permanecerán vergüenza y oprobio. La desaparición del primero y la permanencia del segundo constituyen toda una simbología y, desafortunadamente y para nuestra desgracia, el segundo modelo se ha generalizado, mientras que el primero tiende a la extinción.
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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