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Alberto Contador

martes, 14 de febrero de 2012
ATALAYA.

Han escrito cientos de folios sin encontrar evidencias de culpabilidad, y dicen que son honrados. Y nosotros decimos que son honrados.

No han encontrado evidencias de culpabilidad, pero condenan; y dicen que son honrados. Y nosotros decimos que son honrados.
Se instituyen como tribunal (o les instituyen), sin demostrar capacitación específica para ello, y dicen que son honrados. Y nosotros decimos que son honrados.

Sancionan económicamente y vanagloriándose de ello se quedan con el importe de la sanción, y dicen que son honrados. Y nosotros decimos que son honrados.

Desposeen de los atributos del éxito, sin tener en cuenta la presunción de inocencia, y dicen que son honrados. Y nosotros decimos que son honrados.

Se alimentan del sudor de los trabajadores del deporte (como viles chupópteros), y dicen que son honrados. Y nosotros decimos que son honrados.

Se les mantienen en sus cargos sin cuestionar sus decisiones, y TODOS dicen que son honrados. Y nosotros decimos que TODOS son honrados.

William Shakespeare redactó el maravilloso discurso de Marco Antonio ante el Foro Romano después del asesinato de Julio César, afirmando la negación de la honradez de sus asesinos, convirtiéndolo en una pieza maravillosa de sarcasmo, que, amigo lector, hoy me sirve aquí para denunciar ante usted la corrupción jurídica que viene rodeando el “caso Contador”, especialmente lo que concierne a sentencia que estos días se dió a conocer. Corrupción jurídica, tal vez no ¿corrupción de “lo” jurídico? Tal vez sí.

Planteo la diferencia entre jurídico y “lo jurídico”, porque no parece que a los miembros de todos esos “tribunales” que pululan alrededor del deporte, ya sean relacionados con el dopaje o con cualquier otra cuestión con él relacionada, se les pueda otorgar la consideración de jurídicos. Puede que algunos de sus componentes hayan estudiado leyes, pero de lo que dan pruebas es de que carecen de la profesionalidad requerida para formar parte de tribunales que omiten la utilización de las fuentes y criterios que la práctica jurídica pone a su disposición. Por consiguiente, no pueden merecer la consideración de jurídicamente válidos tales tribunales. Y si no poseen la consideración jurídica, entonces es que no existen como tales, y es cuando se produce la corrupción de “lo jurídico”; es decir, la utilización del nombre sin formar parte de su naturaleza. Y aún más, son parte interesada en todos los casos que “dicen” juzgar ¡Fantástico! Jueces y parte a la vez. Y decimos que son honrados.

Contrario soy, y usted ya lo sabe lector, a la existencia de tribunales creados, y que como tales funcionan, al margen de lo estrictamente jurisdiccional. En mi opinión (qué curioso es que el otro Manuel no me la discuta esta vez), nadie que no hubiera sido acreditado como juez siguiendo los procedimientos establecidos para el ejercicio de tal función, debería ejercer ningún tipo de magistratura. Y si sostengo esta opinión en lo que se refiere a tan alto tribunal como el Constitucional, que no debería existir más que como una sección del Tribunal Supremo (de no ser así ¿a qué darle la denominación de supremo, cuando existe otra instancia superior?), o cambiarle el nombre de tribunal por el de Consejo Consultivo Constitucional desde el cual actuar como asesor en tal materia de los jueces que sí disponen de la facultad de juzgar y de emitir sentencias.

Y si digo lo que queda dicho en relación con tan trascendente asunto, ningún respeto me pueden merecer organizaciones tales como el TAS, la AMA, la UCI, etc. ….visto lo visto, ahora, y en ocasiones precedentes. Y seguimos diciendo que son honrados, al igual que aquellos que los mantienen.

Competentes tribunales ordinarios es lo que hace falta. Yo no me atrevo a juzgar si el señor Contador ha ingerido voluntaria o inconscientemente la, por otra parte, enorme cantidad de clembuterol que pareciera que con ella hubiera podido batir a todos sus rivales sin bajarse de la bicicleta, o con ella alcanzar la cima del Everest. Solo él sabe lo que hizo, si es que hizo algo contrario a la ética deportiva. Pero dado el grado de ignorante parcialidad con el que ha sido condenado, a este servidor de usted no le queda otra que ponerse de su lado. No para asegurar que es inocente, sino para animarle a que emprenda todas las acciones que considere oportunas ante la justicia ordinaria, que será la que le garantice un juicio justo. O eso es lo que cabría esperar de los tribunales ordinarios y de todas sus instancias. La lucha contra el dopaje y las prácticas no éticas debe continuar perfeccionando el conocimiento científico y tecnológico y poniéndolo a disposición de los jueces, verdaderos jueces no sucedáneos de tales. Solo así se podrá garantizar la limpieza de los procedimientos. Y no olvido lo que todavía tengo pendiente con usted: una segunda parte, que será ya tercera, de los buenos caminos y para la cual crea usted que esta circunstancial “atalaya” de hoy sirve perfectamente a modo de prefacio.

Salve.
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


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