¿Son seguros los cruceros?

Seguramente esta es la pregunta que se ha hecho más de una persona en las últimas semanas tras el accidente del Concordia. Siempre se ha cuestionado la seguridad de los aviones, de los trenes, de los autobuses y de todos los transportes públicos, pero muy poca gente se había cuestionado si realmente los cruceros eran seguros o no. Solamente teníamos el recuerdo del Titanic y del iceberg que provocó que éste se hundiera.
Resulta increíble pensar cómo es posible que un transatlántico que es como una ciudad flotante pueda hundirse en cuestión de horas. En el caso del Concordia ya se sabe que la causa del naufragio fue por culpa de su capitán al acercarse en exceso a la costa.
Todos aquellos que hayan ido alguna vez en un buque de dimensiones parecidas es probable que se hubiera estremecido tras ver las imágenes de tal catástrofe. Mi experiencia en el crucero donde yo fui el pasado verano fue buena. Aunque siempre me extrañó que el simulacro de emergencia en caso de naufragio se hubiera hecho cinco días después y no el primero.
Pensé -menos mal que es un simulacro- porque fue una situación un poco caótica. La gente no sabía a qué piso tenía que acudir, ya que dependiendo de la planta donde estuviera situado nuestro camarote nos correspondía ir a una planta u otra para ser posteriormente evacuados y así evitar aglomeraciones.
La información resultó ser insuficiente, y eso que se trataba de un simulacro. Los viajeros andaban perdidos por las escaleras porque los ascensores estaban bloqueados. Los salvavidas se encontraban en el interior de los camarotes, pero al igual que la gran mayoría ignoraba cómo se ponían correctamente. Y tras la realización del simulacro seguí sin saber si lo llevaba bien puesto. Me extrañó que un transatlántico de esas dimensiones solamente tuviera salvavidas en los camarotes.
Es probable que el personal -en concreto los fotógrafos del crucero- estuvieran más pendientes de hacer negocio sacando fotos a familias con los chalecos salvavidas puestos, como si se tratara de algo divertido para posteriormente venderlas a un elevado precio. Es cuando fui consciente que al menos en el crucero donde fui estaban más interesados en obtener beneficios que de la seguridad de miles de pasajeros que allí se encontraban.