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Asedio a Irán

lunes, 23 de enero de 2012
Lo único que se conserva de Zoroastro, castellanizado Zaratustra,
primer gran profeta de la secular Persia -hoy en día Irán-, es un
retrato imaginario hecho por el pintor italiano Rafael en 1510 que le representa como una figura mítica junto a Ptolomeo y a otros
personajes de la Antigüedad. Las referencias históricas de uno de los primeros monoteístas son escasas o legendarias, se calcula que vivió en el siglo VI antes de Cristo y, más importante, que basó sus enseñanzas en el conflicto entre el bien y el mal en la vida de los hombres, adelantándose a los tiempos y a las religiones.

Modernamente, en 1885, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en “Así hablaba Zaratustra”, desarrolla la idea del determinismo reaccionario y del eterno retorno de lo mismo, nada se puede hacer para cambiar las cosas. Como se ve, el pesimismo puede ser ancestral. Volvamos a nuestros días. Échenle un vistazo a la costa del mapa del Golfo Pérsico en el mar de Omán: como se puede observar, se angosta en el estrecho de Ormuz, antigua tradicional guarida de piratas desde el siglo VII al XIX. Pues bien, últimamente se ha convertido en un punto de fricción entre el Este y el Oeste. Por allí tienen que pasar forzosamente los grandes buques petroleros que transportan el 40% del
crudo mundial.

En la hipotética e improbable circunstancia de que
alguien bloqueara de forma temeraria este paso, Occidente sufriría un rudo golpe de abastecimiento energético. Tal es la amenaza que blandió el vicepresidente de Irán, Mohamed Reza Rahimí, para el caso en que la Unión Europea se sume a la prohibición estadounidense de importar petróleo iraní.

Alta tensión pues entre la República Islámica de Irán
y Estados Unidos, que trata de impedir que ese país rebosante de
petróleo y gas se prevalezca de ello para llegar a dotarse de la bomba atómica. Esto es lo que está en juego. Washington la posee desde la Segunda Guerra Mundial pero es ligerantemente contrario a que nuevas naciones consigan el arma nuclear y entren en el cerrado club de países formado por EEUU, Rusia, China, India, Pakistán, Gran Bretaña y Francia. De resultas, Irán se ha convertido en la nueva bestia negra de la administración estadounidense.

Irán, la milenaria Persia, otrora legendaria y poderosa, cuna de
antiguas civilizaciones junto a Irak, es en la época actual un país
musulmán chií del Próximo Oriente, teocrático, heredero del régimen implantado por el ayatollah Jomeini en abril de 1979, que se extiende a lo ancho de más de 1.640.000 km2 y tiene 78 millones de habitantes.

Un dato más no desdeñable: Irán es el cuarto productor de petróleo del orbe y segundo de la OPEP: cuenta con las terceras reservas mayores del mundo, aproximadamente 136 mil millones de barriles y produce 3,8 millones de barriles al día. Estas ingentes reservas durarían cien años si no se descubren nuevos yacimientos. Entre sus clientes figuran China. Japón, India, Italia o España.

El estado de la tensión en este confín del mundo occidental a las
puertas de Europa es como sigue:

La República Islámica de Irán, ha anunciado, desafiante, un logro
armamentista, el lanzamiento de un misil no detectable por los
radares. Poco podría hacer frente a Estados Unidos en una guerra
abierta si no es el bloqueo o minado del estrecho de Ormuz, que
interrumpiría el tráfico de cargueros incluidos los iraníes. Pero es
que además el gobierno de Teherán también dio cuenta, en actitud retadora, del desarrollo del uso de uranio para su programa atómico, al parecer enriquecido en un porcentaje superior al 20%, más de lo necesario para crear armas nucleares.
Dos anatemas para la primera superpotencia mundial.

No contribuye precisamente a arreglar las cosas el hecho de que, bajo el actual ayatollah Alí Jamenei sea presidente de Irán desde agosto de 2005 Mahmud Ahmadineyad, un acérrimo enemigo de Occidente. Hijo de un herrero, ingeniero civil de 56 años, de tendencia religiosa integrista, partidario de la separación de sexos en el trabajo y en las aulas, fanático, este ex alcalde de Teherán se caracteriza por su rechazo a todo lo extranjero y su odio a Israel, al que tiene entre ceja y ceja, como una auténtica obsesión. Existe una guerra larvada entre Israel e Irán según denotan los observadores: desde 2007 se han cometido cinco asesinatos de científicos nucleares iraníes atribuidos a los servicios secretos del Mossad israelí, el último hace unos
días, y un virus informático desbarató recientemente una parte de las centrifugadoras iraníes de uranio.

Con escasos aliados en el Viejo Mundo, Mahmud Ahmadineyad, aislado, cruzó estos días el Atlántico para afianzar apoyos en un periplo por Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador, su quinto viaje a la región.

El presidente venezolano Hugo Chávez lo recibió con los brazos
abiertos y su habitual facundia incontrolada como en anteriores
ocasiones. A los dos países le unen, aparte del enemigo común
estadounidense, 300 acuerdos de todo tipo, desde cooperación
energética hasta, incluso, investigación espacial.

En una situación crítica, el líder iraní busca ayudas, su país está en números rojos, su moneda, el rial, ha experimentado una caída del 66% y perdido 12 % de su valor respecto al dólar.

Fuera, el cerco se cierra: cuatro rondas de sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU asfixian la economía persa, EEUU ha decretado el pasado 31 de diciembre penalizaciones contra cualquier institución extranjera que comercie con el Banco Central de Irán. Occidente aprieta pues las tuercas a Ahmadineyad, Japón le está abandonando, pero aún falta mucho para que
caiga su régimen, los resultados de su gira de último recurso de cinco días por cuatro países latinoamericanos podrían representar unrespiro. Suspense.

No puedo cerrar estas notas sin recordar a otro gran persa histórico, el astrónomo, matemático y excelso poeta Omar Jayam (1048-1131), cuyo nombre y versos conozco desde mi época universitaria, la censura del franquismo había dejado pasar las obras de este pensador materialista seguramente por ignorancia.

Pesimismo y escepticismo inundan su brillante y poliédrica obra literaria, que reunió bajo el título de “Rubayat”, en la que canta los deleites del amor pero también la pena y amargura de la vida y que podría resumirse en su máxima nihilista: “si los que aún no han venido vieran como sufrimos por culpa deldestino, no vendrían jamás”.

Le salva la belleza de sus imágenes que nos han llegado intactas a través de los siglos. Tiene profusión, baste una: este también experto geómetra describe de forma lorquiana la lluvia como “la nube entre sollozos que llora sobre la hierba”.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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