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Y seguiremos hablando de...

viernes, 23 de diciembre de 2011
ATALAYA. Y seguiremos hablando de …

Al final me animé a compartir con usted, lector amigo, una reflexión más antes de la, para mí entrañablemente gozosa, celebración de la Navidad. Y aprovecho, a modo de indicativo paréntesis, la oportunidad para dejar constancia de mi felicitación a D. Mariano Rajoy por su toma de posesión como Presidente del Gobierno de España, y por la composición del Gobierno mismo, de cuya mayoría de miembros tengo excelente opinión, y a los que deseo el acierto en el cumplimiento de sus responsabilidades, en la confianza que en este momento merecen, y que en este articulista despiertan, conocedor de que todos ellos poseen las capacidades necesarias (esperemos que también las suficientes), para conseguir las respuestas que nuestra sociedad está demandando.

Pero volvamos a lo que indica el título de la presenta atalaya, cual es el de seguir hablando de austeridad. La austeridad como principio que debe presidir toda acción de gobierno, y sobre todo en la administración de los asuntos e intereses (cosa) públicos. Y me repetiré todas las veces que haga falta, aunque haya quien lo diga en sentido contrario. La austeridad y su relación con los necesarios recortes, podríamos decir mejor reformas, que requiere la situación actual. Los recortes va a ser imprescindible abordarlos para no volver a caer en las situaciones de mal gasto y despilfarros precedentes. Y habrán de hacerse recortes, amigo mío; para empezar en todas aquellas asignaciones a entidades, ya sean públicas, ya privadas, a las que se les ha nutrido de fondos públicos para hacer cosas para las cuales el cuerpo funcionarial está más que capacitado (y si no lo estuviera capacítesele). ¿Ve usted por dónde voy? Pues por la optimización del recurso disponible más valioso que posee la administración del Estado: sus funcionarios.

La jerarquía política de gobierno tiene la obligación de estimular, motivar y utilizar, también naturalmente la de exigir y controlar, el trabajo eficiente de los funcionarios que, seguro, la inmensa mayoría de ellos desean que sus competencias sean aplicadas al máximo en beneficio de todo el país. Y ¡a trabajar! Los que no quieran, ya lo saben … o deberían saberlo. Esto, a su servidor le sirve para cualquier tarea que se emprenda desde las estructuras administrativas del Estado: las sanitarias, las educativas, las de cualquier otra índole desde las que se presten servicios a los ciudadanos. Si se hace con rigor, y todos y cada uno de los implicados en el proceso dan de sí lo mejor, sin escatimar la entrega, no es difícil deducir que se producirá una elevación considerable de la eficiencia, y por lo tanto una mejora en la productividad del sector público, y por ende mayor satisfacción de quienes demandan servicios y pagan sus impuestos. ¿Se puede predecir una reducción en el número de funcionarios? Sí, o no, depende. Pudiera ocurrir que bastase una reasignación de competencias y funciones. Y si alguno sobrase, pues … también ya se sabe.

Otros sectores de la sociedad, especialmente aquellos que desarrollan actividades privadas, ya han experimentado su particular reasignación, llevando a cabo los ajustes y reformas necesarias para adaptarse a situaciones cambiantes, o de dificultades, como las actuales. ¿De dónde salen sino el elevadísimo número de desempleados? Lector, es preferible incrementar transitoriamente el desempleo, si ello fuese la consecuencia de ajustes en el sector público, para ganar calidad y competitividad. Después, con el incremento de la actividad económica que, a su vez es demandante de servicios públicos, se iría produciendo (se tiene que producir), el rescate del empleo. Pero en su transcurso se habrían eliminado del proceso todos los elementos improductivos y perniciosos del sistema.

Los empresarios y dirigentes empresariales conocen muy bien las técnicas para determinar cuáles son los recursos necesarios: materiales, humanos y financieros, que permitan sostener todo aquello que NO PUEDE, NI DEBE, ser reducido, ni en tamaño, ni en calidad, so pena de conculcar la misión y visión de su proyecto ¿Cree usted lector que una clara y decidida orientación política a la que se sumasen las competencias profesionales de nuestros funcionarios no sería capaz de efectuar un diagnóstico de tal naturaleza? De hacerlo, y de cumplirlo naturalmente. Y los que no pudieran, o no quisieran, ya saben … a reasignarse. Y ésto, sostengo que ha de ser así pese a quien pese, premios nobeles o sindicatos incluídos, que también han de abordar su … digamos, reasignación.

Con confianza y con salud. ¡Salve, lector!
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


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