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El duelo de mi vida

jueves, 22 de diciembre de 2011
La primera muerte que me marcó fue la de mi abuelo. Ocurrió hace casi veinticinco años. Mi padre, nos comentó a mi hermana y a mi, que mi abuelo, es decir, su padre, tenía un enfisema pulmonar y era terminal. El impacto fue muy fuerte. La primera reacción fue de sorpresa, de incredulidad. No quieres creértelo, pero la cara de mi padre, lo decía todo.
Recuerdo que aquellas noches, a lo largo de varias semanas, lloré muchísimo. Iba a perder a mi abuelo y además de manera inmediata. Quería estar a la altura, pero sentía dolor y pena. Poco a poco, fui aceptando la situación. La integré y decidí que si no podía hacer nada, al menos, podía aprovechar y hacer que los ratos que pudiera estar con él fueran especiales.
Mi abuelo falleció en julio. Había vivido más de lo que pensaban, y eso era genial, porque había habido vivido más momentos junto a él y a la vez, me había ido preparando para su marcha.
Su muerte supuso dolor, pero sobre todo, paz. Sabía que mi abuelo no estaba sufriendo, que estaba sereno y tranquilo. Eso me dio mucha felicidad que pudo a mi dolor. Si notaba su ausencia pero sabía que estaba en la luz y era reconfortante.
Me sorprendió ver que las personas que me rodeaban no se comportaban del mismo modo. Sentían dolor, pena, rabia y algunos no asimilaban su partida. Me di cuenta que había hecho el duelo en vida. Me había preparado para su marcha y cuando se fue, le acompañé en su tránsito, enviándole luz y amor. Sentía que estaba bien y lo comentaba a los que estaban sufriendo por su muerte. No me entendían, al verme entera y bien, pensaban que era una pasota, que mi corazón era muy duro. Mientras tanto seguía hablándole a mi abuelo. Le decía que cuidara de los que se habían quedado aquí.
Pasado un tiempo soñaba con él, le veía, me hablaba. Otras veces, sentía su presencia junto a mi; en otros casos, olía su colonia en los lugares más insospechados y extraños, dándome a entender que seguía a mi lado.
La otra muerte que me afectó mucho, es reciente y ocurrió este julio. Se trata la de mi amiga Pilar. Tenía cáncer en el pulmón y metástasis en el cerebro. Y como a mi abuelo le dieron poco tiempo de vida. Su muerte la viví desde dos aspectos; como amiga y médium.
Charlábamos sobre su muerte, su preparación, cómo afrontarla, intentando solucionar los temas que le preocupaban. Fue una vivencia muy dura en algunos momentos y sobre todo, muy enriquecedora a todos los niveles. Y una vez más, hice el duelo en vida. Como médium era fácil darle mensajes y sobre todo, vivir esos momentos desde la paz. Y como amiga, sentía que iba a perder a una gran persona con la que tenía una relación muy buena. Ante el dolor y la pena, se antepuso la certeza de la médium, de las pruebas que tenía que iba a estar mejor en el otro plano.
También tuve la gran suerte de poder hablar con ella de la muerte, de su marcha, de aclarar dudas, de poder despedirme y de que no quedara nada pendiente sin decir, ni hacer.
Días más tarde de su muerte, al esparcir sus cenizas, las amigas le hicimos un pequeño homenaje y transmitió unos mensajes para varias de las personas que estábamos allí. De nuevo, pude vivir esta experiencia desde los dos lados, como médium y amiga.
También he soñado varias veces con ella, le he visto contenta y llena de paz. Es muy reconfortante saberlo.
Aurensanz, María Eugenia
Aurensanz, María Eugenia


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