Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Sigamos hablando de... Austeridad

martes, 20 de diciembre de 2011
ATALAYA.

Sigamos hablando de Austeridad. Sí, de austeridad y su relación con los recortes que se avecinan, lector amigo, y sobre los que intuyo que usted se siente tan preocupado como este servidor de usted. Pero déjeme compartir nuevas reflexiones a partir del principio de austeridad que he defendido, y sigo defendiendo, seguramente con más vehemencia que acierto. Pero no me rindo, y cada día que pasa percibo con mayor certeza que es a partir de la austeridad como se construyen sólidas expectativas de futuro; y eso, pese a los premios nobeles que pese.

Se preguntará usted por qué relaciono la austeridad con los recortes; y al igual que usted, pero en sentido contrario, fruto de mi permanente conflicto interno, también me pregunto ¿por qué la austeridad ha de llevar aparejados recortes? Y si los ha de llevar ¿cuáles éstos han de ser, y cuáles no?

Pues bien, los recortes, y no sólo los recortes, sino la desaparición total de lo superfluo, de lo suntuario, de lo redundante y de lo ineficiente, ha de ser abordado en todo aquello que represente recurso administrado por los poderes públicos, porque su sostenimiento de forma indefinida en el tiempo representa una substracción trascendental de aquellos que, obtenidos a partir de la contribución fiscal de los ciudadanos, deben ser utilizados en el sostenimiento y en la mejora de los servicios a los que con carácter universal la ciudadanía tiene derecho, porque para eso pagamos impuestos, y no para alimentar estructuras de gasto, útiles solamente para aquellos que no contribuyen ni a la generación de riqueza ni a la mejora de nuestra calidad de vida; en definitiva ¡parásitos!

Estoy seguro de que tiene usted in mente las mismas estructuras a las que este servidor quiere aludir (seguro que me habrá de pedir que las cite; y en algún momento le complaceré, tal vez aunque no me lo pida), y también de lo mucho que le alegraría ir comprobando su progresiva y sistemática reducción de tamaño y, según los casos, hasta su desaparición. Tengo la sensación, y expertos economistas y gentes de cálculo riguroso así lo van atestiguando, que en tales rubros está la bolsa que, en plazo razonable, no sólo solucionaría los problemas del déficit y de la deuda, sino que permitiría reforzar aquellos otros que forman parte de nuestras preocupaciones cotidianas.

Pero es que, además, y precisamente en los rubros que afectan a tales preocupaciones cotidianas, cuya atención es imprescindible no desatender, no son necesarios recortes, sino una más que probable reasignación de los recursos y una extremada y diligente vigilancia sobre su eficiencia. Este comentario tiene que ver muy especialmente con la salud y con la educación.

No nos podemos permitir más ineficiencias, ni en centros de salud, ni en hospitales, ni en consumos incontrolados por parte de los profesionales, que los hay, ni por parte de los beneficiarios, que también los hay y considerables. Con la superación de las ineficiencias, esté usted seguro como yo lo estoy, lector, de que habría recursos bastantes, financieros y profesionales, para reforzar aquellos servicios en los que hubiese patentes debilidades. Nos jugamos aquí la calidad de la atención sanitaria y social de las futuras generaciones, que tienen el mismo derecho que las actuales a los beneficios ya logrados. Eso, cuando menos.

Ya sé que usted espera ahora que me refiera a la educación. Pues permítame jugar un poco con su ansiedad, porque no lo voy a hacer ahora mismo. La educación constituye para mí el pilar básico del progreso de nuestra sociedad, y ni mi conflictivo y contradictorio otro yo, podemos “despacharlo” con un simple párrafo adornado con los tópicos al uso. De manera que en otra Atalaya escribiré para los dos sucesivas reflexiones sobre el particular.

Lo que sí haré, ahora, a modo de coda, y motivado por la decisión del Reino Unido de no sumarse a las nuevas políticas fiscales de la Unión Europea, es afirmar que, aún comprendiendo las razones (somos capaces de comprender bastantes razones), con las que su primer ministro cree defender los intereses británicos, la solución a los problemas que padece Europa se arreglarán con más Europa, más armonización fiscal, más integración democrática y de autoidentificación. Y no nos deben preocupar determinadas pausas y obstáculos, porque el camino ha de ser irreversible; la historia así nos lo exige. También sobre ésto habremos de volver.

Salve, amigo lector.
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES