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¿De qué hablamos?

lunes, 05 de diciembre de 2011
ATALAYA

¿DE QUÉ HABLAMOS?

Estos días está abierto en casi todos los medios de comunicación el debate sobre la austeridad, en relación con los eventuales recortes presupuestarios con los que se amenaza a tirios y troyanos, y con los que se nos trata de meter el miedo en el cuerpo precisamente por aquellos que se han distinguido por todo lo contrario. Sí, lector, por todo lo contrario, como trato de explicarle a ese YO incorpóreo que me acompaña. Porque austeridad es antónimo de despilfarro, y despilfarro es en lo que hemos estado sumergidos y complacientemente tolerado hasta que ya la situación se ha hecho insostenible.

Y ahora muchos, los despilfarradores, se escandalizan cuando otros pretenden incorporar austeridad a la política presupuestaria. Los primeros deberían consultar en el diccionario que tengan más a mano el significado de ambas palabras, que, en este caso concreto, tiene todo que ver con las actitudes de los unos y de los otros. Y se debate también la dicotomía austeridad versus crecimiento.

No me resisto a reproducir para usted, amigo mío, la cita atribuída a Cicerón que me hace llegar uno de mis lectores y amigo, que transcribo literalmente, y que ilustra cómo a pesar del tiempo transcurrido los problemas permanecen en formas preocupantemente similares. Dice así: "El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado." (Año 55 a.C.). A esta cita este servidor le haría una apreciación, en cuanto alude a los funcionarios públicos, queriendo entender por tales a aquellos que tienen la responsabilidad de gestionar los asuntos públicos, es decir, los gobernantes (pobrecitos funcionarios, aquellos que no tienen más remedio que hacer lo que se les indica).

Al margen de si la traducción es acertada, no cabe duda sobre la oportunidad de recordarla, por los principios morales que encierra, y por el impacto que hubiera podido tener en su tiempo, y a su vez por el que pudiera tener en el nuestro una homologable aplicación. ¿Representa en si misma una orientación hacia la austeridad? ¿Supone un rechazo del despilfarro? La reflexión sobre ello nos podría llevar, a lo mejor debería llevarnos, a considerar si el equilibrio presupuestario evitaría cometer los abusos incontrolados que ahora estamos padeciendo; por una cuestión muy simple: dado que el equilibrio presupuestario significa igualdad entre ingresos y gastos, si los primeros fuesen cuantiosos también podrían serlo los segundos, e incorporar en ellos partidas absolutamente contrarias a la austeridad, ergo, innecesarias, suntuosas, etc., etc. ¡Ah! amigo lector ¿y qué sucede cuando disminuyen los ingresos? Muy sencillo, o contenemos los gastos, o nos endeudamos. A partir de aquí, dejo para usted la elección del camino a seguir, y también del modelo teórico en el cual apoyarse.

Es evidente la existencia de numerosas variables a tener en cuenta, que no caben en los límites que este servidor se impone en la extensión de sus artículos, pero al igual que hoy ha comenzado la prometida referencia a la economía (espero que se perciba que estamos hablando de economía), en próximas oportunidades lo haremos con alguna de las implícitas variables que toman parte en el juego. No obstante, hoy, y aprovechando la ciceroniana cita le dejo a usted y a ese YO inocuo una pregunta en el aire ¿y si nos vamos a la bancarrota, qué hacemos, de qué hablamos después? La misma pregunta le haría a un muy conocido científico, Premio Nobel para mas señas, que afirmó hace muy pocos días en una conferencia en mi ciudad natal que “la austeridad conduce al suicidio”. Como este servidor no estuvo allí, no sabe si la frase es cierta y, como consecuencia, tampoco pudo formularle tal pregunta. Claro que como tampoco estuvo presente en la intervención de Cicerón, pues tampoco sabe si su cita es cierta, ni si tuvo aplicación.

Pero lo que sí sabe, tiene claro este columnista, bloguero me ha llamado una joven amiga, es que el mensaje que quiere enviarle al Sr. Rajoy es el de que no existe contradicción alguna entre austeridad y crecimiento, y que sí la austeridad ha de ser compañera inseparable del crecimiento sostenible, y de la garantía de atención a los derechos ganados (nada de conquistados, nada de regalados), ganados sí con el valor moral del trabajo y del sentido de la responsabilidad.

Le tengo a usted, Sr. Rajoy, por persona austera, y estaremos vigilantes en la aplicación de su austeridad personal a los asuntos públicos. No importa que no lea usted directamente estas pequeñas columnas, aunque espero que sí lo hagan algunas de las personas cercanas. Y tampoco importa que a usted no le importe lo que desde aquí se diga, porque al final lo que importa es lo que moralmente es/sea importante. Sr.Rajoy, se lo repito, haga lo que deba hacer.

¡Salve, Cicerón! ¡Salve, lector!
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


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