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30 años de la CEG

martes, 08 de noviembre de 2011
Ninguno de los presentes sabía que estábamos haciendo historia en aquellas intensas reuniones de Compostela en 1981, “Tempus Fugit”; miro hacia atrás y me veo un chaval en el Hostal de los Reyes Católicos, junto a unos maduros empresarios debatiendo los que iban a ser los Estatutos fundacionales de la CEG pero han pasado 30 años.
La próxima celebración el día 9 de noviembre, del 30 aniversario de la Confederación de Empresarios de Galicia con un importante acto en el que merecidamente se homenajeará a su presidente fundador, el lucense Álvaro Rodríguez Eiras, hace que relate alguno de los estupendos recuerdos de un tiempo que pasó fugazmente y que tuve el honor de compartir con Álvaro y otros empresarios con los que fundamos la CEG.
Desde el 29 de diciembre de 1977 cuando fue elegido primer presidente de la CEL colaboré con Álvaro – primero como vicepresidente y luego como secretario general- y con él seguí durante su mandato, que simultaneó con la presidencia de la CEG, y de esa época recuerdo como, de aquella tonta rivalidad entre A Coruña y Vigo salió una fórmula de consenso para que fuese presidente de la CEG el de una confederación pequeña, lo que favoreció que fuese elegido Álvaro Rodríguez Eiras por Lugo y luego Emilio Pérez Nieto por Ourense.
La primera sede de la CEG estuvo en Lugo, en la segunda planta del Hotel Husa (hoy Gran Hotel). En aquellas dos habitaciones que ocupaban las oficinas se dieron importantes pasos para la consolidación de una organización empresarial de Galicia que Álvaro auspició maniobrando con habilidad y negociando con talento.
Recuerdo bien el 25 de junio de 1981, en la Asamblea General de la CEL, cuando Álvaro anunció que el día anterior había sido proclamado presidente de la CEG y dijo “que se ponía a disposición de los empresarios con la mejor voluntad y afán de servicio”.
Eran tiempos de las primeras elecciones al Parlamento de Galicia; contar con una autonomía y un Gobierno es lo que llevó al empresariado gallego a movilizarse para crear la CEG y así disponer de un interlocutor representativo y fuerte que defendiese los principios empresariales en la comunidad autónoma.
Y a fe que lo hicimos, con aquella campaña que se lanzó desde la CEG: “Por un Parlamento no radicalizado”, rezaba el lema, recorrimos Galicia, con cientos de reuniones empresariales para inicitar al voto y hacer saber al empresariado que debía de votar al partido que mejor defendiese valores como la iniciativa privada, la libertad de empresa, un marco político de no intervención económica, hablábamos más de principios que de intereses.
Unos meses antes fuimos a Barcelona donde en la sede de Fomento, - la patronal más antigua de España- su presidente Alfredo Molinas nos explicó lo que habían hecho en las recientes elecciones al Parlamento de Cataluña; en aquel viaje acompañé a Alvaro y regresamos entusiasmados por lo aprendido. Estábamos construyendo algo importante, una organización al servicio de los empresarios.
Recuerdo el recelo de los políticos ante aquella naciente organización, por una llamada telefónica de Antonio Rosón, factótum de UCD en Lugo y amigo de mi padre, al que dijo: “Pepe, que anda fadendo o teu fillo meténdose en política?”, a lo que mi padre respondió, “Non se preocupe don Antonio, que o meu fillo só é, e será, empresario coma min”.
Pasaron 30 anos y Álvaro y yo ahí seguimos, siendo solo empresarios. Por muchos años.
López Bourio, J.M.
López Bourio, J.M.


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