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No pude aplaudir

viernes, 04 de noviembre de 2011
En el extraordinario acto anual en el que El Correo Galllego entrega sus premios de Gallegos del Año, fue galardonada con el correspondiente a este año 2011, Dña. María Emilia Casas, pasada Presidente del Tribunal Constitucional. No critico ni los criterios seguidos por el Jurado, constituído por personalidades de absoluta garantía –cualquiera que sea la perspectiva desde la que se les quisiera considerar- ni las razones que les condujeron a la adjudicación del galardón, que también respeto absolutamente. Como también siento el máximo respeto por el derecho del galardonado, en este caso el que poseía Dña. María Emilia Casas, a elegir y a elaborar el discurso con el que agradecería la distinción recibida. Pero dicho todo esto, querido lector amigo, no pude, no pude sumarme al aplauso que la ocasión requería; NO PUDE APLAUDIR.

Acepto las virtudes personales que adornan a la galardonada; acepto su valía académica avalada por su cátedra y por sus publicaciones; acepto incluso el hecho afectivo de su monfortina galleguidad (por algo se trata de premiar a gallegos). Nada que objetar a todas esas cuestiones que tienen que ver con su persona. ¿Cuáles fueron entonces las razones que frenaron mi natural impulso al aplauso? Porque, créame lector ¿cómo resistirse al aplauso en un acto como el citado, en el que todo se conjuga para favorecerlo? Pues fueron DOS esas razones, y ambas contenidas en su discurso, y que ahora paso a explicarle a usted.

LA PRIMERA, el para mí inaceptable elogio de la labor del Tribunal Constitucional, de cuyas decisiones tan transcendentales de los últimos años ella es corresponsable. Para este comunicante, con el Tribunal Constitucional habría que hacer una de dos cosas: hacerlo desaparecer o convertirlo en una Sala del Tribunal Supremo; si mi otro yo y yo mismo tuviéramos que pronunciarnos por una de ellas, lo haríamos por la segunda, y también la justificaremos. Pero en cuanto a su actuación, y sólo como muestra, no resulta difícil recordar la “enorme diligencia” con la que se produjeron en relación con la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña, y la esperpéntica resolución emitida en el proceso de legalización de Bildu, superponiéndose a una sentencia del propio Tribunal Supremo, patentizando su verdadera implicación en la política (qué digo, de dos partidos políticos). Por otra parte ¿cómo digerir que una importante mayoría de sus componentes no pertenezcan a la magistratura; es decir, que no sean jueces? Este servidor de usted, no puede, de ninguna manera aplaudir ningún tipo de elogio a este llamado tribunal, lo pronuncie quien lo pronuncie.

Y ¿en qué descansaría nuestra tesis de convertir el TC en una Sala del Tribunal Supremo? Su desaparición haría recaer en las otras Salas los asuntos que tuviesen que ver con la materia constitucional, y siempre habrá situaciones que requieran su actuación, con lo cual estaría plenamente justificada la existencia de una Sala de lo Constitucional, al igual que existen otras de distintas especialidades o materias; pero lo que no puede suceder es que un tribunal, llámese comoquiera, disfrute de una jurisdicción superior a la del Supremo, porque sino éste pierde su condición, o se le retira tal denominación. Tribunal Supremo en materia de Justicia supone que sus sentencias hayan de ser inapelables; de lo contrario, de supremo, poco.

LA SEGUNDA, la irresponsable y falta de realismo alegría por la “derrota de ETA” –tales fueron sus palabras- abundando en el políticamente correcto aserto de “sin contrapartidas políticas”. ¿Es que acaso no ha sido una concesión política la sentencia del TC que ha permitido la legalización de Bildu y su irrupción en las instituciones vascas? ¿Es que ello no va a traer como consecuencia, también, la irrupción de Amaiur en las instituciones nacionales? Todo ello echando por tierra el trabajo de los mayoritariamente honestos miembros de los cuerpos de seguridad del Estado y, por qué no decirlo también, de numerosísimos jueces cuya actuación se mediatiza por condicionamientos políticos, y la encomiable y nunca suficientemente valorada resistencia de las víctimas. Todavía están por calcular los efectos que tales concesiones vayan a tener en la supervivencia de España como nación. Para empezar, que se vayan preparando los nacionalistas del PNV a su pérdida de hegemonía: ya serán otros los que recojan las nueces; es decir, los mismos que siempre han sacudido el árbol. El árbol y las vidas. ¿Podría una persona con valores parecidos a los de este servidor de usted aplaudir un discurso con tales contenidos?
Balseiro, Manuel
Balseiro, Manuel


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