El enemigo está dentro

“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.”

Una vez concluida la presente legislatura se ha iniciado la precampaña electoral y se impone, por tanto, un periodo de reflexión acerca del presenta y el futuro por el que debe discurrir nuestra sociedad y también de las personas que serán llamadas, tras la cita electoral de Noviembre, para dibujar dicho futuro.

El texto precedente pertenece a la filósofa y escritora norteamericana, de origen ruso, Alissa Zinovievna Rosenbaum, que escribió bajo el seudónimo de Ayn Rand y parece, tristemente y para nuestro infortunio, anticipar y adaptarse como un guante al modelo político y social vigente hoy en España. Lo sorprendente es que dicho texto fue escrito en los años 50 del pasado siglo, cuando nuestro país sufría los peores años de la dictadura franquista y nuestra bochornosa partitocracia del siglo XXI, con toda la recua de parásitos que la desangran, todavía ni siquiera tenía visos de existir, y constituye toda una declaración de principios que debería provocar entre nosotros, a nivel individual y colectivo, una profunda reflexión, especialmente a la hora de depositar nuestra confianza, y nuestro voto, en los candidatos que concurrirán a dichas elecciones generales.

Tengo muy serias dudas de que toda esta legión de vividores que engrosan nuestra clase política; que se distinguen por no producir nada, que se dedican a traficar con favores, que se enriquecen gracias al soborno y las influencias que les depara su cargo y que han hecho de la corrupción institucional su hábitat natural, todo ello gracias a la impunidad jurídica de la que gozan en virtud de un sistema que maniata a los jueces independientes en favor de los tribunales superiores, cuyos miembros han sido nombrados y son controlados por las propias organizaciones políticas; vayan a adoptar ninguna medida, ni ahora ni en el futuro, que ponga en cuestión su status de privilegios. Es más, dudo mucho que ni tan siquiera tengan conciencia de la vergonzante realidad que protagonizan desde sus respectivos papeles institucionales; pero, por el contrario, espero del pueblo español una mayor altura de miras que la de sus dirigentes; conscientes de que el enemigo está dentro del propio sistema; que les permita discernir, entre aquellos, a los más idóneos para representarnos y tratar así de reconducir el destino de una sociedad que parece irremediablemente condenada al fracaso.

Este enemigo, invisible, camuflado entre la ciudadanía, está constituido por la propia clase política; la que, por su propia naturaleza, debería ser llamada a trabajar sin descanso, de forma ejemplarizante, tratando de buscar las mejores soluciones a la compleja problemática del momento actual es, sin embargo, la que se ha instalado en la poltrona administrativa dedicada a tejer, lenta pero incansablemente, una red de privilegios en su propio beneficio y a expensas de los Presupuestos del Estado, dando la espalda a la ciudadanía y haciendo gala de un profundo desprecio por el conocimiento y el esfuerzo y primando, como valor supremo para dedicarse a la “res pública”,el amiguismo y la afiliación política. ¡pobres mimbres éstos para tejer buenos cestos!