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Miss protestona

lunes, 19 de septiembre de 2011
Se cumplen treinta años de Miss Protestona.
Durante estos días se cumplen treinta años de la creación y nombramiento de Miss Protestona. No sé si este título con el paso de los años, ha continuado siendo otorgado, pero os hablaré de su origen. Y de un hecho que tiene varias verdades, y todas ciertas ;). Tipo una caja de quesitos, llena de porciones.
Hace treinta años, estaba en plena adolescencia, viviendo mis catorce años. Acababa de terminar octavo de E.G.B., se presentaba un verano interesante, tranquilo y lleno de días de playa, baños en el mar...
Mis padres decidieron que había que aprovechar el período estival y me dijeron que me habían apuntado a unas colonias durante quince días. Ellos sabían que no quería ir, ya había estando en otras un par de veces siendo más pequeña y no acababa de encontrar mi espacio, ni de sentirme cómoda. Daba igual, no había negociación posible.
Así que allí fui. La primera semana lo pasé mal, estuve incómoda. Soy un desastre practicando deportes, y allí se corría, nadaba, se caminaban bastantes kilómetros a la semana. Se hacían varios grupos y cada uno se enfrentaba al resto en balonmano, baloncesto, futbol, etc. Vamos, mi paraíso. No daba ni una. Tampoco me extraña cuando si alguien ha tenido que recuperar gimnasia en septiembre he sido yo, y no por falta de asistencia, si no por no correr en el tiempo mínimo indicado, por no encestar los tiros suficientes para aprobar en baloncesto, etc.
Estaba enfadada con el mundo, con mis padres. Me sentía engañada, frustrada, abandonada, prisionera durante quince y largos días en un lugar de Navarra donde el sol brillaba todos los días y hacía calor, teniendo que correr distancias que para los demás eran un paseo y para mi un suplicio.
Mis quejas y mi cara debían de ser un poema y poco a poco dejaron de insistir en que participara en las pruebas físicas. Al final se dieron cuenta que no era un invención mía el no dar la talla en deporte; aunque debo reconocer, que les costó una semana caer en la cuenta que no era una manera de llamar la atención y ni de salirme con la mía.
La segunda semana, pasó más relajada que la primera y optaron por dejarme más libre, a mi aire. Me sentí menos presionada y me relajé. La noche antes de irnos, reunieron a todos los que habíamos convivido en una especie de fiesta final en la que se daban los típicos títulos de miss simpática, mister guapo y cachas, etc.
Todo transcurría dentro de lo normal, sabíamos quiénes eran los guapos, los listos, los mejores deportistas, etc. De repente, uno de los monitores, comenta que se va a dar un título distinto a los demás, era único y hasta ese mismo día nunca se había otorgado a nadie. Todos nos miramos sin saber a qué se referían. Se escuchó a una voz que decía, el título de Miss Protestona, es para .... María Eugenia. No me lo esperaba jaajajajaa. Fui hasta el pequeño estrado, recogí mi banda blanca con el título bien escrito, y con una sonrisa les agradecí el detalle y volví a sentarme.

Distintos puntos de vista

Mis padres decidieron por mi. Nada podía hacer yo, no tenía derecho a nada, ni tan siquiera a protestar. Estoy convencida que por sus arrraigadas costubres verinenses inculcadas por mis abuelos, creyeron que era lo mejor para mi. Pensaron que era una situación beneficiosa para mi estar con más gente, relacionarme, divertirme... Realmente fue muy positivo, pero por mi aprendizaje personal, que no tiene precio. Desde aquí les doy las gracias a mis padres por todo ello.
Mis monitores y compañeros, debieron acabar de mi hasta el gorro. Está claro que no les hice pasar unos días agradables y no fui consciente de ello hasta que recibí el título. Les estoy muy agradecida haberme abierto los ojos y por todo lo que viví junto a ellos.
El mío, en ese momento, no me gustó mucho que me dieran el título. Desconocía hasta qué punto podía ser protestona y realmente, me había parecido que la segunda semana había estado como la seda. Participaba en las actividades sin decir nada y sonriente. Se conoce que con la primera tuvieron demasiado. No se lo reprocho, al revés, les doy las gracias por todo lo que me mostraron, enseñaron y aprendí. Lamento haberles hecho pasar malos momentos.
Con el paso del tiempo, siempre me mirado con mucho cariño y afecto a este reconocimiento. Supuso para mí una cura de humildad muy grande, el pensar en las consecuencias que podían tener mis actos, aunque no fuera consciente de ello, y de centrarme y no pagar con los demás mis problemas y frustraciones. Fue un aprendizaje extraordinario. Cuando pienso en ellos, sólo tengo palabras de agradecimiento y pedirles perdón por ser cómo era.
La leyenda nos persigue, nos ponen un título y va por delante nuestro. Esto es algo que viví al año siguiente. Pese a todo, mis padres volvieron a apuntarme otro verano más y allí fui. Coincidí con uno de los monitores del año anterior, que para más guasa le tocó ser el de mi grupo. Los quince días me dejó libre, me dijo que era mejor que no participara en ninguna actividad deportiva, que me quedara observando a los demás. Se corrió la voz, y los demás hicieron lo propio. Debo de decir que me aburrí un poco pero a la vez, esa fama de protestona y rebelde, me vino bien y me dejaron mi espacio y se lo agradecí de todo corazón.
Nunca sabemos cómo, ni cuándo podemos vivir situaciones que cambien nuestra vida o nos ayuden a entender la nuestra. Este hecho fue y sigue siendo un gran regalo, una gran oportunidad que me concedieron. Espero que a lo largo de todos estos años haber podido sacar el mejor provecho para mi, el conocerme un poquito más, pudiendo corregir defectos y potenciar virtudes.
Aurensanz, María Eugenia
Aurensanz, María Eugenia


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