"BAJO LA SOMBRILLA": ¿Que tal?

¡Por fin...! Llego el ansiado momento.
Ha sido un año largo, como bostezo de gato, pero ya he instalado mi sombrilla color cielo y dunas de La Lanzada.
Observo en el horizonte la confusión de los celestes blandos con los grises azulados, que D. Diego Velázquez manejaba como nadie a velocidad de óleo.
El susurro de las olas continuado siempre me absorbe el primer día.
En este aislamiento me encontraba, cuando me sobresalta la voz de alguien: ¿que tal? Al levantar mi cabeza veo al hombre de tez blanca que contrasta con el color histriónico de su traje de baño (o lo que sea). Me he levantado para estrechar su mano tendida. ¿Cuándo has llegado, estáis todos, hasta cuando os quedáis...? No recuerdo bien toda la cadena de preguntas, a pesar de que cada año se repiten, como si de un rito se tratase. Sin apenas tiempo de contestar a su interrogatorio, me informa acerca de su nueva máquina plateada, “pero sin renting ni rollos de esos, no creas...” De que ya ha botado su velero repleto de todo tipo de sofisticados líquidos para ingerir en la travesía a la que estoy invitado, pero a la que jamás fui, y de que Patricia esta terminando de arreglar a los cuatro niños para bajarlos a la playa: “yo me he venido antes, ya sabes por no molestar, las mujeres quieren hacer ellas solas este tipo de cosas...” Antes de poder decir palabra me sorprendo al ver mi mano agitándose suavemente para decirle adiós y he perdido el ritmo suave del mar sobre la orilla.
Me pregunto acerca de la identidad de "la aparición", y me digo que hoy no recorreré la playa, porque con esta ración del primer día ha sido suficiente.
Pero mañana tendré que vestirme con mi mejor sonrisa y "pasar revista" para ser encantador y oír lo que me echen: nuevos ordenadores, niños que no conozco que están en USA, porque es bueno que los chicos adquieran mundo (...), nuevos modelos que surcan la ría, por no hablar de aquellos otros que incorporan "trescientos borricos" y que alcanzan los 300 kms, por hora: "me dan igual los radares tu, llevo un GPS que ni me ven".
A mi regreso me sentaré bajo mi sombrilla, me ocultaré bajo mis gafas de sol, he revisado su marca, pero no la encuentro por ninguna parte, pueden preguntármelo en cualquier momento, pero intentare que Morfeo me proteja de nuevos cuestionarios.
Por fin estoy en ¿KETAL? eso es lo que cuenta, y me parece oír a D. Camilo, el maestro de la sintaxis y de la morfología, indicándome que estoy cometiendo un tremendo error: ¿KETAL? no es correcto gramaticalmente.
¿Cómo explicarle a este hombre que el Marqués de Bradomin de D. Ramon, ya no cabalga por estos lares, y que los partidos de fútbol en la playa se han sustituido por máquinas que te permiten hacer goles de la más bella factura sentado y sin el sudor saludable con mezcla de brisas y arenas marinas?
Aspiro a la puesta de sol, la presencia en poco de tiempo de la misma luna de los desiertos y al silencio roto con la danza sin tiempo del océano, salpicado por tenues luces de embarcaciones, que arrojan sus nasas, para que mañana unos cuantos tengamos la oportunidad del disfrute de su trabajo sin ordenadores, en nuestras mesas.
¿KETAL? no precisa de rutas trazadas en la cartografía de los más sofisticados gps, porque puedes encontrarla en cualquier parte del planeta.
La pregunta es si os interesa conocer esta villa de fantasías a nuestra medida, recompensa de Los Califas de la eterna Medina o de lo portadores de los penachos "militem Caesar",
Mientras tomáis la decisión, he decidido cantarle una nana de lluvia a mi nieta:

¿La oyes, mi niña?
Llueve para ti,
Gotitas de sueño
cubren el jardín,
¿No cierras los ojos?
Tienes que dormir,
nana de la lluvia,
notas de marfil
cayendo despacio
sólo para ti.