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JMJ 2011/2013

martes, 23 de agosto de 2011
Madrid 2011 / Río de Janeiro 2013

Así termina y se abre otra espera para la próxima Jornada Mundial de la Juventud católica por el mundo.
Días de peregrinación y Madrid parecía una radial de infinitos caminos de Santiago.

Ha sido emocionante ver a tanta gente reuniéndose por una misma causa, llena de jovialidad y, porqué dudarlo, fe.
Curioso ver a grupos de jóvenes, y no tanto, mochileros agitando banderas por las calles orgullosos de ser católicos.
La misma visión que anhelo cada vez que entro a cualquier iglesia y sólo veo rostros ancianos y cabellos canos.

¿Pero dónde se meten todos estos jóvenes los días de misa?
¿Dónde se oye ya un "¡jesús!" por un "¡achís!"?
¿Dónde se dice ya, "Vaya ud. con Dios" o "Hasta mañana si Dios quiere"?

Sé que no hay excusa para un católico el no asistir al cuerpo y sangre de Cristo durante la misa. El no practicar cuando la Iglesia te abre sus puertas y te llama a la oración, aunque tampoco hace falta dejar de rezar, rogar o agradecer en cualquier rincón fuera del templo, sin dejar de ser católico o creyente.
Yo también acudo a la iglesia sólo cuando me apetece, porque anhelo cuando iba en familia o con amigos y saludábamos a los demás parroquianos vecinos. Ahora me recojo entre esas bellas paredes para rogar o agradecer y, no siempre coincide a la misma hora de oir misa. A veces salgo igual o más satisfecha porque nada ni nadie ha distraido mi oración. Y confieso que más de las veces he salido con pena cuando no veo juventud en ellas, cuando parece que es cosa de viudas o de gente anciana o desesperada.
La juventud que yo conozco, incluso en colegios católicos, reniega de su religión incluso de su fe y es difícil reunirles en familia para celebrar una misa.
Nada que ver con lo que se ha visto en estas Jornadas, de jóvenes católicos orgullosos de su fe.
Me parece hermoso tener fe, sin caer en el peligro del fanatismo, se profese la religión que sea, porque entiendo que te da fortaleza ante alguna duda o dificultad. Los ateos, incluso agnósticos, dicen que es el consuelo o el opio de los desamparados. Sea como fuere, yo la equiparo con tener ilusión y esperanza, gracias a las cuales nos ayudan a salir adelante en momentos transcedentes de nuestras vidas. Me da pena que la juventud pierda la fe y no sé qué será de ellos cuando les flaqueen las fuerzas ante alguna desgracia. La fe no soluciona problemas o adversidades pero ayuda a soportarlos, reconfortando las almas.
No he vivido estas Jornadas especialmente porque no he ido a ningún acto previsto, y me cuesta cambiar el rostro de mi anterior y ahora beato Papa. Tampoco me ha pillado en la edad de la juventud como cuando sí acudí a recibir en el 82 a Juan Pablo II. Sé que es una experiencia emotiva, sobre todo, sobre todo, porque mueve masas y sólo esto ya impacta el cuerpo y el alma.

Espero ver más gente joven en las iglesias, tal vez así me den más ganas de acudir porque todo se pega, sin que sirva de excusa. Reconozco que me da envidia ver cómo otros actos de otros ámbitos o de incluso otras religiones, acaparan la atención de muchísima más gente que acude o habla de ellos sin pudor y sin ser tildados de anticuados e incluso retrógados. Y me gustaría que nuestra religión se viviera con menos individualismo y tendiera más puentes de asociacionismo, en esta época tan individualista que nos ha tocado vivir como lo demuestra el auge y el éxito de las redes sociales.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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