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Sin principios y sin honor

viernes, 12 de agosto de 2011
Hace unas semanas y con motivo de la publicación del libro
“España, democracia low cost” recibí, entre otros comentarios acerca del mismo, uno que atrajo especialmente mi atención, por la claridad y la certeza con la que se describía el problema de base que aqueja a la sociedad española actual y es que, según manifestaba mi interlocutor, “el detonante primario del esperpento hispánico, es que vivimos en una sociedad sin principios y sin honor”.

Reflexionando sobre la misma, no puedo más que estar en total acuerdo con dicha afirmación y considero que el problema de la carencia de principios y de honor está tan arraigada entre nosotros que afecta a todos los estratos sociales.

Desde el Rey para abajo, aquí no se libra nadie. Tenemos un monarca que accedió al trono jurando, en presencia del dictador, “guardar y hacer guardar los sagrados principios del Movimiento Nacional y sus Leyes Fundamentales”, unos Príncipes de Asturias que no titubearon en marcharse, en los días que siguieron a los atentados de Madrid, de viaje a Nassau (Islas Bahamas), acompañados de un selecto grupo de amigos, y de tapadillo, para celebrar su despedida de solteros, después de haber emitido un comunicado, para consumo de parias, en el que renunciaban al mismo “debido al sufrimiento del pueblo madrileño tras los atentados del 11 M; una clase política, mediocre y desacreditada, que desde hace muchos años vive de espaldas a la ciudadanía, y que elige a sus líderes siguiendo un procedimiento de designación digital (sofisticada tecnología consistente en señalar con el dedo al candidato elegido: el Rey por Franco, Rajoy por Aznar, Rubalcaba por Zapatero…); una jerarquía eclesiástica que designa a sus obispos siguiendo criterios políticos o simplemente de parentesco, en detrimento de la conveniencia puramente pastoral; unas fuerzas armadas cuyos mandos supremos se “negocian” en los pasillos palaciegos antes que en los cuarteles castrenses y por último, y especialmente grave para la buena salud de nuestra sociedad, un sistema judicial que, al acercarse, produce un hedor pútrido; cuyo último fruto envenenado es la reciente sentencia del Tribunal Constitucional gracias a la cual, seis de sus Magistrados, cinco de los cuales no son ni siquiera jueces, dieron entrada, con su voto y a la voz de su amo y en claro enfrentamiento con el Tribunal Supremo, a los simpatizantes de los terroristas en nuestras instituciones democráticas, pasa así contribuir a financiar sus macabras actividades.

Es este el retrato de una sociedad articulada por individuos que enarbolan la tibieza por bandera, carentes del menor sentido de la trascendencia e incapaces de mirar de frente a la vida, en la que han desaparecido los Quijotes, con sus ideales y nobleza, para ser sustituidos por vulgares Sanchos, movidos por los más bajos y mundanos instintos. Es, en resumen, la penosa imagen de una sociedad que subsiste en estado vegetativo, sin principios y sin honor y, en la mayoría de casos, sin vergüenza.
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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