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Marruecos: La primavera árabe más sumisa

martes, 05 de julio de 2011
Túnez y Egipto cambian, Marruecos apenas se mueve. Su “primavera árabe” –así se ha dado en llamar a las reformas en los países musulmanes del Mediterráneo sur- es la más sumisa. Y también la más defendida por Norteamérica, la Unión Europea, Francia y, naturalmente la vecina España. Todo ello por razones de alta estrategia internacional, como trataré de explicar.

Las concesiones anunciadas por el rey Mohamed VI ante la presión de la calle se reducen a la renuncia irrisoria a su título de monarca “sagrado” y a alguna merma en sus vastas prerrogativas para que se pueda decir que algo ha cambiado.

¿Qué significado y consecuencias puede tener para los 32 millones de marroquíes que malviven precariamente en un régimen corrupto y sin libertades que el rey no sea sagrado? Por cierto, residen más de 700.000 en España, lo que constituye una de las colonias extranjeras más numerosa y por cierto también, la menos problemática ¿Qué les puede importar en el fondo a unos jóvenes que declaran en un 70 % que su mayor aspiración es emigrar y escapar de la pobreza? Poco o nada, deben pensar por muy alienados que estén. Es como si se discutiera del sexo de los ángeles puesto que también existen ángeles en el islam.

A cuenta gotas, el monarca se desprende de alguno de sus innumerables privilegios, accede a abandonar ciertas regalías. Por ejemplo, como si hiciera un gran favor a sus súbditos, incluyó en la nueva Constitución aprobada por referéndum el pasado 1º de julio, apresuradamente, tras sólo nueve días de campaña, el aumento de los poderes del Gobierno y del Parlamento ya que el primer ministro saldrá del partido más votado y nombrará a los ministros, gobernadores y embajadores aunque necesite en ciertos casos el aval del soberano que antes lo nombraba todo. El referéndum arrojó un resultado que sonroja de 98,5 % entre los 13,46 millones de electores censados y que recuerda a los “obtenidos” por Franco en su día. Como los españoles de los años setenta del siglo pasados los marroquíes siguen siendo considerados hoy como menores de edad en cuanto a lo que democracia se refiere.

Hagamos cuentas: la independencia de Marruecos de Francia y España data de 1956 con la llegada al trono de Mohamed V, abuelo del rey actual y esta es la primera reforma que se produce y además bajo la presión de miles de manifestantes. No se puede decir que, en el país vecino, las transformaciones políticas vayan a una velocidad vertiginosa. En la nueva Carta Magna se mantiene el férreo sometimiento de la población al jefe de Estado que detenta más poderes en todo el norte de África. No obstante, estos cambios democráticos fueron recibidos con alivio por la comunidad internacional, siempre temerosa de que el islamismo se desarrolle en el zócalo de Europa. Occidente no tuvo más remedio que congratularse con las reformas aunque fueran mínimas. El rey Juan Carlos felicitó al monarca alauí, la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores Catherine Ashton expresó su satisfacción, el presidente Nicolas Sarkozy ensalzó en un comunicado su “iniciativa ejemplar”, los socialistas franceses celebraron el avance democrático marroquí, también lo señalaron los socialistas españoles.

Ahora bien, hay una gran novedad en la “primavera árabe” de Marruecos: los jóvenes rebeldes del Movimiento 20 de febrero no entran por el aro. Con el lema de “El referéndum es una mascarada”, decenas de miles se echaron masivamente a la calle antes de las elecciones en 20 ciudades manifestando su hartazgo y pidiendo mejoras sociales; después hicieron campaña para que no se participara en la consulta plebiscitaria. Representan a una minoría de conscientes ciudadanos, que quieren que cuente su voz; esos si que encarnan la verdadera “primavera árabe”. Seguirán con las protestas.

En cambio, los partidos tradicionales, el nacionalista Istiklal, el socialista, Ios islamistas moderados de “Justicia y Desarrollo” son partidarios del statu quo, dieron su apoyo en campaña a la Carta Magna y la aprobaron en el referéndum. De este modo, en una sociedad que se ha convertido en dual, se abre una sima profunda entre el “establishment” y los jóvenes que quieren cambiar el régimen. Manifestaciones diametralmente opuestas, unas portando el retrato del rey –única imagen que se autoriza en público-, otras pidiendo una mayor libertad, se sucedieron en las calles de Casablanca, Marraquech, Rabat y las principales ciudades del país. Tratar de compaginar ambas tendencias enfrentadas, que ilustran a las claras la dicotomía del momento actual, sería la solución pero parece tarea imposible, una pide una monarquía constitucional, la otra acaba de plebiscitar la monarquía absoluta con algunas reformas.

Los títulos y cargos que seguirá ostentando el rey son superlativos: Comendador de los Creyentes, presidente del Consejo de Ministros aunque ahora haya un primer ministro reforzado, presidente del poder judicial, presidente del consejo superior de seguridad y del consejo superior de los ulemas o sabios del islam,…este cúmulo de poder en una sola persona resulta espectacular y sólo se mantiene porque Occidente mira para otro lado.

Una concentración de atribuciones tal no sería aceptable en un sistema democrático. Pero, repito, el temor a que el país derive hacia el islamismo o se convierta en un permanente foco de tensión suplementario en el ya de por sí complicado Magreb aconseja a las potencias a admitirla como un mal menor. En primer lugary de manera determinante lo hace EEUU, socio preferencial de Marruecos que, en una declaración oficial del Departamento de Estado, elogió expresamente las medidas de apertura anunciadas el pasado 17 de junio. La Unión Europea, Francia y España también encomiaron los proyectos de cambio y tratan de alentarlos. Y es que el reino alauí ocupa un lugar estratégico en la embocadura del continente africano, un muro de contención de migraciones, un filtro de todo tráfico ilegal que sólo tiene que salvar por mar los 14,4 kilómetros del Estrecho de Gibraltar para adentrarse en el Viejo Continente. Ahora ya aparecen de nuevo, con el buen tiempo, este flujo de África a Europa, flotillas de pateras que, desde el África subsahariana, realizan la peligrosa y costosa travesía hacia un hipotético El Dorado europeo huyendo de la miseria de sus países.

Según los observadores, Mohamed VI piensa convocar elecciones legislativas para el próximo otoño aprovechando el impulso y cubriéndose como siempre con los ropajes de una democracia trampa.

¿Por qué se mantiene esta anomalía política marroquí tan contigua a Europa, al otro lado de las Columnas de Hércules? No busquen más. La clave no está lejos, los EEUU han instalado en septiembre último una importante base militar en el enclave marroquí de Tan Tam (10.000 habitantes mayoritariamente saharauis), y allí está asentado la Africom, centro norteamericano que vigila todo, desde los movimientos sísmicos al terrorismo pasando por las luchas étnicas y desde donde se controla y domina el África del norte hasta El Cairo. Por ello, Norteamérica respalda de manera firme a Marruecos y da al país magrebí la calificación inesperada de nación africana “más creíble”. La alianza objetiva entre la primera superpotencia y la estratégica nación norteafricana es sólida, Washington no es muy puntilloso en este caso con relación al respeto marroquí a los derechos humanos y las libertades.

Parafraseando el título de la famosa obra de Jacinto Benavente, en Marruecos los intereses creados internacionales sostienen “el tinglado de la antigua farsa” y confieren a Mohamed VI verdadera bula, si se me permite la expresión cristiana para la cuestión.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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