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¡Auxili!, ¡Auxili!

martes, 21 de junio de 2011
Con este grito de desesperación expresaba la pasada semana el diputado nacionalista catalán Gerard Figueras su impotencia para enfrentarse a los manifestantes que, bajo el estandarte del movimiento 15-M, le increpaban a su llegada al Parlamento Catalán. La actitud del representante convergente, que lejos de plantar cara con argumentos razonables a los que le acongojaban con diversos improperios, fue la de la huida pidiendo auxilio a gritos, actitud muy acorde con la calaña del nacionalismo patrio, engrosado por una suerte de espécimen que podríamos encuadrar dentro de la más cagona de las especies gallináceas, tan acostumbrado a discurrir con absoluta impunidad ante las leyes y la propia ciudadanía que, a la mínima contrariedad, son incapaces de enfrentarse a la situación con un mínimo decoro y acaban dando esta imagen absolutamente lamentable.

Son éstos los mismos que no hace tanto justificaban, en defensa de una supuesta libertad de expresión, las agresiones, dialécticas y físicas, que padecían los representantes no nacionalistas en Euskadi o en la propia Cataluña, los que ahora se ponen tan nerviosos cuando las iras del populacho se dirigen hacia ellos.

No es que considere deseable la situación de agitación social que está viviendo nuestro país pero, lejos de sentir pena por la agresión verbal sufrida por el citado Sr. Figueras y algunos de sus correligionarios, me asaltan los millones de gritos de auxilio de tantos y tantos ciudadanos españoles que, al contrario que el citado Gerard Figueras, no tienen a quien dirigirse en busca de un rescate que probablemente no les llegará nunca: me sobrecogen los gritos de auxilio de los cinco millones de parados y, subsidiariamente, de sus familias que languidecen, olvidados, en sus miserables vidas, carentes de los medios materiales mínimos para poder llevar una vida digna, mientras el citado Figueras y sus colegas viajan, aislados en mundos color rosa, en sus lujosos coches oficiales, ignorantes de los que ocurre en el mundo exterior.

Me sobrecogen los acallados gritos de auxilio de los miles y miles de españoles que han perdido a sus seres queridos, víctimas del terrorismo etarra, mientras los correligionarios del Sr. Figueras, nacionalistas como él, les daban la espalda al tiempo que alimentaban la llama separatista que sostiene y enaltece a los citados terroristas.

Me sobrecogen los gritos de tantos y tantos jóvenes que, después de largos y duros años de esforzada formación, se encuentran en las listas del paro o esclavizados como becarios, mientras los afanados servidores públicos como el Sr. Figueras y sus afines disfrutan, gracias al único aval derivado de su militancia política, de todas las comodidades inherentes a su cargo representativo.

Podríamos seguir hablando de los pequeños autónomos, los asalariados, los dependientes, los jueces que lo son de verdad, los múltiples grupos de marginados del régimen, etc. pero, a sabiendas de que no habrá helicópteros para todos, mi grito de auxilio va, de forma extensiva, por toda la sociedad española que, abocada al desalentador futuro al que nos dirige esta pandilla de vividores, profiere un clamor general: ¡Auxilio!, ¡Auxilio!, ¡que alguien nos libre de esta casta de inútiles!
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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