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¿Nada que decir?

viernes, 20 de mayo de 2011
Nada que decir o nada que opinar para quienes el próximo 22 de mayo no quieran ir a votar porque es deber de todos los ciudadanos implicarse, acertemos o no, y tomar partido por alguna ideología política con la que poder gobernar.

Nos guste o no, entendamos mucho o poco, porque no enterder nada ya no es ninguna opción aceptable hoy día.

Otra cosa es no comprender y no estar de acuerdo con los políticos con sus artimañas o con los partidos con sus triquiñuelas pero, a estas alturas, cada cual ya debería saber de qué lado más o menos está y, si no está de ninguno, lo menos responsable es encogerse de hombros y echar la vista atrás.

Los jubilados de avanzada edad han de votar por aquellos años en los que les estuvo prohibido; los adultos por intentar  mejorar su calidad de vida; y los que se estrenan por salvar su futuro que pinta negro e incierto a nivel internacional. 

Ante tanto desencanto, desesperación, incertidumbre y desilusión, lo que no hay que hacer es dejarse vencer y no decir nada. Entonces será cuando no habrá nada que decir para quienes se han rendido.

Lo último que le queda al ser humano es perder la ilusión, resignarse y cruzarse de brazos. Lo último que tenermos que perder es la esperanza.

Lo que mejor puede hacer el ser humano es demostrar a la política que ante ella, por encima de ella, está la sociedad, la humanidad, sus ganas, sus fuerzas, sus luchas, sus inquietudes y sus ganas de bienestar social.

La democracia es de todos y para todos y, como el amor, se ha de mimar, alentar, cuidar y velar.

No la dejemos en manos de unos cuantos para que luego no tengamos nada que decir a esos cuantos. No perdamos el derecho a votar que tanto nos costó tenerlo.

Tengamos mucho que decir en las urnas para no tener que repetirlo día a día; para que unos cuantos no se crean que estan solos gobernando; y, sobre todo, para que, gane quien gane, los perdedores no se olviden que en una democracia gana la mayoría, y los vencedores no piensen que su opinión es la única que cuenta.

Que la crisis, la corrupción, los insultos, la desfachatez, la prepotencia y las injusticias no nos venzan, no nos callen, no nos tapen.

Que el miedo, las mentiras o el oportunismo no nos engañen.

Que votemos por nuestros principios y lealtades.  

Que hagamos justicia a la palabra democracia que, al menos por un día, nos pone a todos en igualdad de clases, y nos hace soberanos, independientes y libres a la hora de poder elegir a nuestros gobernantes.

Y escribo todo esto ante lo visto, oído, hablado, leído y el sentir de tanta gente, y me incluyo, que ve crecer la desidia, desesperanza, incredulidad e impotencia ante el desempleo, la injusticia, la crisis financiera y el constante declive y corrupción política internacional.

Tengamos mucho que decir para que nadie nos pueda silenciar después de votar.

Votemos pues aunque sea por ¡Alá...

- ... de una

- alá de dos

- y a la de tres!!!

(Voten por chistes mejores).  
Antolín, Celia
Antolín, Celia


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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