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Libia, la tiranía incesante

viernes, 13 de mayo de 2011
En África existe un gran muestrario de dictaduras pero hay una que destaca por varias singularidades, Libia. Ante todo por su líder, Muamar el Gadafi, un déspota visionario de 68 años que rige el país con mano de hierro desde hace más de cuatro décadas cuando destronó al rey Idris en 1969 al frente de una rebelión militar. Nunca quiso abandonar el grado de coronel con que le había distinguido el rais egipcio Hosni Mubarak en momentos en que, exiliado en Egipto, no era más que un dirigente en la oposición.

Asimismo resalta Libia en el mapa norteafricano por su gran extensión semidesértica de más de un millón 759.000 km2 que contrasta con su escasa población. Y sobre todo, destaca por su pletórica riqueza en hidrocarburos ya que dispone de una producción de 1,8 millones de barriles por día e ingentes reservas de 42 mil millones de barriles. Esta fabulosa riqueza, de repartirse, convertiría en potentados a cada uno de sus 6,4 millones de habitantes, mantenidos en la precariedad. Con tales ubérrimos yacimientos, el iluminado jeque beduino se lo cree todo permitido. "No me iré. Me batiré hasta la última gota de mi sangre", exclamó, retador, en distintas ocasiones, con gesto alucinado y duro característico que se repite en la portada de los semanarios europeos.

Y, sólo contra todos, frente a la coalición internacional reunida por la resolución 1973 de la ONU autorizando el uso de la fuerza desde el aire para impedir que masacre a su propio pueblo, no hay quien le aparte de su determinación. Ello no obsta para que -a fin de ganar tiempo en su tira y afloja con Occidente- pida negociaciones para aflojar la presión de las fuerzas de la OTAN que han puesto cerco a su país.

Ahora bien, en esta primavera de 2011 se enfrenta a una situación adversa inédita que no se había dado nunca: Libia está partida en dos. La importante ciudad de Bengasi , de 700.000 habitantes y toda la región circundante de Cirenaica se han sublevado después de haber sido objeto de una sangrienta represión. Acto seguido han terminado por independizarse, defendidas después por bombardeos continuos de la OTAN en una operación aérea decidida por el Consejo de Seguridad de la ONU para hacer entrar en vereda al autócrata. Detalle importante: la región sublevada cuenta con yacimientos de petróleo y proyecta explotarlos, en opinión difundida por FaceBook.

Hay pues dos Libias, una bajo la férula de Gadafi y otra en torno a Bengasi defendida por Francia, Gran Bretaña y Occidente que se apoya en dirigentes arrepentidos como el general Abdel Fatah Yunes, de 67 años, máxima autoridad militar de la insurrección y otros mandos así como autoridades civiles. Son los jefes de la nueva situación, según la prensa occidental.

Hace más de dos meses que arrecian los combates y que Gadafi y su ejército resisten una ofensiva que parece no tener fin. Se calcula que esta guerra ha causado ya cerca de 30.000 muertos, todos libios ya sea de una o de otra tendencia, ninguno occidental porque la coalición internacional no quiere en modo alguno embarrarse en el conflicto interviniendo por tierra. Sus opiniones públicas no permitirían bajas en una contienda lejana y ajena, el ejemplo de Vietnam sigue presente.

Según noticias difundidas por la cadena CNN, la situación de la guerra civil de Libia parece haber llegado a un punto muerto, este estancamiento es el peor de los escenarios posibles si continúa.

De un lado el clan Gadafi, él y sus cuatro hijos - uno de ellos Seif el Islam, de 37 años, llamado a sucederle- y de otro lado, los rebeldes reunidos en el Consejo Nacional Transitorio, organismo reconocido ya por Francia, Italia y Catar. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el primer ministro británico, David Cameron, piden una nueva resolución de la ONU más expeditiva para zanjar el problema libio. Ambos dirigentes y las petroleras de sus países quieren estar en primera línea a la hora del reparto si se desploma el entramado levantado por Gadafi.

Punto de máxima fricción ahora, Mistrata, la tercera ciudad del país, a 200 kilómetros de Trípoli, donde se libran cruentos y encarnizados enfrentamientos, que se ha convertido en un nuevo test para el curso de esta guerra del Magreb que tiene como telón de fondo la disputa por uno de los yacimientos más importantes de oro negro del mundo.

El sistema Gadafi, en el que la democracia está excluida de raíz, es muy particular, no se parece a ningún otro. Sigue los preceptos contenidos en el "Libro Verde", en el que el fantasioso tirano, que extendió su jaima en los jardines de las principales ciudades europeas y fue recibido con especial deferencia, ha reunido sus máximas en este prontuario que enarbola continuamente. Gadafi suele preguntarse de forma cínica: "¿Elecciones?, Para qué si ya gobierna el pueblo". En el papel, el régimen se apoya en una institución sui géneris, el Congreso General, emanado de los comités populares que se supone que representan a la población. No obstante hay otras dos instituciones importantes: el Ejército, del que desconfía el encumbrado Guía por ser germen de ambiciones personales, y sobre todo los comités revolucionarios o sea las milicias mercenarias encargadas de sofocar cualquier disidencia, leales por sumisión, por dinero y por privilegios. Libia no es una nación al uso sino un conjunto de tribus que son gobernadas con autoridad., sin asomo de democracia. Tales son algunas particularidades del yugo de bronce con que el dictador tiene sometido a su pueblo.

Así de incierto está el tablero libio. La ominosa realidad de injusticia esperpéntica creada por Gadafi a lo largo de 42 años, que he tratado de describir a grandes rasgos, ha superado con creces a cualquier ficción.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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