Berrea electoral

El pasado Viernes comenzó en España la campaña electoral para las próximas elecciones municipales y autonómicas y con ella toda la parafernalia político-mediática que la rodea.
Como si de un reloj biológico se tratara, que se activa con motivo de cada campaña electoral, los políticos de uno y otro signo, como si de verdaderos machos cérvidos se tratara, inician un cortejo ritual de demagogia, propaganda, promesas imposibles y todo tipo de agasajos, encaminados a embelesar a la ciudadanía y todo ello persiguiendo un único fin, común a todos ellos, el mantenimiento de su status de privilegios y prebendas derivados del cargo público que vienen desempeñando o bien pretenden desempeñar.
No deja de resultar un tanto cómico ver a concejales, alcaldes y candidatos de todo tipo pavoneándose ante sus conciudadanos para demostrar lo agraciados, física e intelectualmente, que son con el fin de ganarse su apoyo y, en última estancia, su voto. Como en la berrea otoñal que practican los ciervos machos, y salvando el pequeño detalle de la cornamenta, nuestros políticos se presentan ante la ciudadanía como "machos y hembras dominantes", se batirán entre sí en inmisericordes batallas dialécticas y propagandísticas, empleando un lenguaje y unas formas que sólo ellos son capaces de entender. Los términos igualdad, compromiso, solidaridad, servicio público y similares se ofrecerán a sus votantes presentados en un cálido envoltorio de saludos, besos y abrazos con el único fin de ganarse una credibilidad, de la que se saben desposeídos después de tantos y tan alarmantes escándalos de prevaricación, nepotismo y, en definitiva, de corrupción, que salpican a todas nuestras instituciones, supuestamente democráticas.
Por su parte, las calles de nuestras ciudades y pueblos, cómplices de la bufonada, se adornan con carteles que penden de farolas y balcones, surcadas por automóviles anunciando sus cansinas consignas propagandísticas y con panfletos que sembrarán toda la geografía nacional hasta que cese el ritual electoral.
Finalmente, tras estos quince días de cortejo, pasará la campaña, cesarán los cantos de sirena, las promesas que nunca se verán cumplidas, los bonitos discursos y toda la farsa mediática que los rodea pero, eso sí, se quedarán los mismos vividores de siempre, los elegidos por su propio partido antes que por los votantes, ajenos a los problemas de los ciudadanos a los que tanto mimarán durante estos días, dispuestos a seguir exprimiendo unos años más las ubres presupuestarias que los amamantan.