Bienvenidas a Santiago

Las mujeres de Afammer, peregrinas y viajeras además de agricultoras o rurales, volvemos a Santiago como miles de personas de todas las nacionalidades y lenguas; hacemos un alto en el quehacer diario para retomar los caminos que nuestros antepasados recorrieron durante los siglos de la Edad Media, para arrodillarse ante la imagen de Santiago el Mayor y ante su sepulcro, y pedirle ayuda para resolver tantos problemas como tienen en lo familiar, lo social y en sus trabajos, no menores en este siglo XXI, que lo han sido antes.

Durante la Edad Media también viajaron mujeres, pero casi siempre acompañadas de sus maridos, padres o hermanos, y de una clase elevada o de la realeza. Santa Brígida, Santa Isabel de Portugal, Santa Paulina, etc. Reinas e infantas como Doña Sancha de Castilla, hermana de Alfonso VII, la Reina Doña Violante de Castilla, mujer de Alfonso X el Sabio, que fundó varios Conventos o Monasterios de Clarisas; y a Santiago viajó también Doña Isabel la Católica.

Otras mujeres nobles extranjeras vinieron a Santiago atraídas por la fama del Santo Apóstol: la princesa Cristina de Noruega, hija del Rey Haakon, Ingrid de Noruega, nieta del Rey Canuto, y otras muchas, que al no ser tan importantes, no quedaron registradas, cosa normal por ser mujeres y además porque las crónicas eran escritas por hombres.

Todos estos hombres y mujeres tardaban semanas o meses en hacer su durísimo regreso, pero con un espíritu renovado y una fe ardiente, seguros de que sus peticiones serían atendidas.

Hoy ir a Santiago por caminos aéreos, terrestres y también marítimos, son rápidos. Nuestras peticiones son complicadas, tal vez no tengamos tanta fe pero aún nos queda la esperanza de un mundo mejor.