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La Ciudad

lunes, 18 de abril de 2011
La palabra urbanismo sugiere la gran escala, los grandes espacios y sobre todo, las grandes decisiones, casi siempre pensado por hombres y para los hombres, sin apenas intervención del 52% de la sociedad: las mujeres.

La mayoría de la población española (70%) vivimos y nos expresamos a través de las ciudades. Es en las zonas urbanas donde en primer lugar y con más intensidad se viven los problemas sociales tales como la pobreza, el desempleo, la desigualdad, la marginación, la dependencia, el racismo, etc. También es en la ciudad donde podemos encontrar la mayoría de iniciativas sociales, culturales y económicas.

Pero los problemas de seguridad ciudadana, de tráfico, de desempleo, de drogadicción, de contaminación, contrastan profundamente con la visión histórica que se tenía hasta hace unos cuantos años de la ciudad en nuestro país como símbolo de bienestar para los habitantes de las zonas rurales.

Este modelo de sociedad debe tener como fundamento nuevos valores, valores que constituyan un elemento de equilibrio respecto de los valores dominantes de la competitividad, la ganancia, el individualismo, la insolidaridad y lo femenino. Pues nos encontramos ante grandes colectivos de personas que permanecen al margen, que se quedan atrás.

Este es el caso de los nuevos pobres, “los hijos de la crisis”, que no son los vagabundos, no los mendigos; son los ancianos, los desempleados de larga duración, los trabajadores inadaptados, las víctimas de las nuevas tecnologías, los inmigrantes, son esos hombres y mujeres que han visto fatalizado su presente y un futuro ennegrecido. Los conocemos todos nosotros, sonríen de incordialidad, se sienten en una extraña posición entre ricos y pobres. Son la aportación de la modernidad, o mejor, de una sociedad basada en la extrema cualificación de la productividad.
Son abundantes los debates que actualmente se pronuncian sobre cómo concebir un diseño distinto de ciudad en los albores del siglo XXI, en el que tengan presentes los cambios que se han producido a nivel social y familiar en unos momentos en que en la Nueva Europa las mujeres tenemos un papel protagonista incluido el urbanismo: “Carta Europea de la Mujer en la Ciudad”.
Durante muchos siglos, los políticos profesionales y los varones en general han tomado decisiones en nombre de las mujeres. Las ciudades han sido pensadas y planificadas por los hombres.
Es hora de que se establezca un diálogo con las mujeres y nos incluyan en las gestión urbana. Queremos contribuir a crear una ciudad diseñada para todos pero más humanizada, más habitable y la clave es pensar “de otra manera”. No es cuestión de ideologías sino de género: el masculino y el femenino.
Decía Iván Illich: “habitar es humano: los animales silvestres tienen nidos y madrigueras, los animales domésticos, establos o cobertizos. Habitar es un arte, las arañas desde que nacen tienen el impulso de tejer una tela particular, todos los animales tienen un comportamiento pautado. El ser humano es el único que es un artista y el arte de habitar es el arte de vivir”.

El modelo de desarrollo imperante fue diseñado por hombres que salían a trabajar mientras se centraba en el ámbito familiar y privado: el hogar era nuestra única aportación hasta la Revolución Industrial en la que surge la producción en masa, la división del trabajo, la mecanización, las energías del desarrollo, los centros fabriles como dueños y señores del suelo urbano y suburbano.

Aparecen los barrios obreros con condiciones de vida inhumanas, no tanto en España como en otras naciones más desarrolladas industrialmente, pero las consecuencias del crecimiento en la periferia de las grandes ciudades españolas son el chabolismo infrahumano, producto de las migraciones y de la atracción de la ciudad sobre las zonas agrícolas que en muchos casos se van despoblando.

Pero ya comenzado el siglo XXI, si consideramos a las personas como seres vivos que formamos parte de un “organismo” con el que han de estar en armonía las ciudades, deberán ser algo vivo y saludable, al mismo tiempo que diversificado. Como referentes tenemos a Holanda y Austria, en la que algunos de sus Ayuntamientos han revalorizado los “grupos de estudios” formados por mujeres sin preparación específica porque son las usuarios de los lugares y espacios donde juegan sus hijos o pasean sus mayores.

En Leicester y Birmingham, donde asistí en mis tiempos de vocal del Consejo Consultivo del Comité de las Regiones, conocí a mujeres “asesoras” que eran verdaderas “redes” que colaboran en temas diversos relacionados con la mejora y adecuación del planteamiento urbano en colaboración con la Universidad de Manchester.

Creo que llegó el momento de que la mujer del siglo XXI tenga responsabilidades políticas en el Área de Urbanismo y que no gestione siempre los Servicios Sociales, Cultura, Jardines, Agua, Limpieza, etc. Como una prolongación de los cuidados del hogar. Las mujeres queremos ciudades más humanizadas, menos especuladoras, más limpias, más transparentes.
Iglesias Osorio, Pilar
Iglesias Osorio, Pilar


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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