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El Pacífico hace agua

lunes, 21 de marzo de 2011
Una catástrofe natural, como es un seísmo y posterior tsunami, ha hecho que, en las tierras del sol naciente, el Pacífico haya hecho agua o, dicho de otra forma, le ha hecho romper aguas tanto mayores como menores -aunque quede muy burdo es bastante literal- pues, ahora parece un océano de aguas residuales.

El tsunami ha sacado agua hasta de las piedras y ha dejado con el agua hasta el cuello y sin agua corriente a miles y miles de damnificados.

Ahora, el llamado país del orígen del sol, Japón, tercera potencia mundial y lider en tecnología punta, anda confuso, nada entre dos aguas, la del océano Pacífico y el mar del Japón, sin saber cómo volver a su corriente de vida normal, hasta que estas vuelvan a su cauce, tras una hecatombe tan devastadora.

Y más claro que el agua es la situación geofísica del archipiélago japonés: situado en el Cinturón de Fuego del Pacífico, es una zona de inmensa actividad volcánica y sísmica, por lo que se pueden dar al año más de mil quinientos seísmos al hallarse en el cruce de cuatro placas tectónicas.

Cada siglo le ha regalado al Japón varios terremotos demoledores, acabando unos cuantos en posteriores tsunamis.

Y por si esto no bastara, el país japonés cuenta con 51 centrales nucleares que, tras el seísmo, once se han parado y dos se han incendiado.

Instalaciones industriales que, a partir de energía nuclear, la transforman hasta generar energía eléctrica.

No son centrales eléctricas, hidroeléctricas, eólicas, ni fotovoltaicas, sino termoeléctricas porque generan energía a partir de calor.

Las centrales térmicas utilizan gas natural, petróleo o carbón, -todos ellos combustibles fósiles producidos por la sedimentación, hace millones de años en el fondo de mares y ríos, de plantas y demás seres vivos-, y para generar energía liberan un gas responsable del calentamiento global, el dióxido de carbono, que produce un calentamiento en la Tierra. Es el llamado efecto invernadero, subida de la temperatura debido al cambio climático por la manipulación humana.

Las centrales térmicas, aparte de otros residuos contaminantes que desprenden, generan también residudos radiactivos mortalmente peligrosos para la salud y el medio ambiente.

Pero existe otro peligro más: la contaminación de estas centrales nucleares por accidente, donde la inmensa cantidad de radiactividad que se desprende es letal para el ecosistema.

El accidente más grave sucedido hasta ahora ocurrió cuando explotó el cuarto reactor de la central nuclear ucraniana de Chernóbil en 1986, emitiendo una enorme nube radiactiva hacia Europa, cobrándose miles de víctimas humanas como consecuencia de la radiación.

Ahora la tragedía se ceba en Japón, tras el gigantesco temblor de tierra y maremoto del pasado 11 de marzo.

De una catástrofe producida por la madre naturaleza se pasa a una catástrofe humana producida por las centrales nucleares, poniendo de manifiesto la vunerabilidad del ser humano.

Llama poderosamente la atención el sufrimiento del pueblo japonés y su manera sosegada de enfrentarlo.

Esperemos que las catástrofes naturales, que causan tantan víctimas mortales, tanto daño, y tanto dolor, sirvan para algo más que lamentarnos, evitando posteriores catástrofes producidas por el ser humano.

Edificando hogares sólo donde se debe y construyendo industrias sin impacto colateral mortal para el ser humano y su hábitat, y así poder decir de este agua no beberé sin tener que sufrir ni lamentar después.

Una auténtica tragedia la que se está viviendo en Japón.
Una catástrofe natural seguida de una hecatombe nuclear que afecta a todo el mundo.
Una apocalipsis que remata la crisis energética y económica internacional.

¿Se sabe por dónde empezar, por dónde continuar o cómo emerger?

Viendo las tremendas imágenes y el peligro radiactivo, es difícl saber remontar.

Otra vez alabar la labor de los cuerpos especiales de rescate, pues sus propias vidas peligran.

Hay que ayudar a toda esta gente sin hogar que un día cualquiera oyó rugir la tierra y bramar el mar, hasta devorar.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


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