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Igual da

lunes, 14 de marzo de 2011
Y de nuevo, otro 8 de marzo, y ya van cien, otro Día Internacional de la Mujer donde, más allá de su significado de orígen, se sigue reivindicando "la igualdad de acceso a la educación, la capacitación y la ciencia y la tecnología: el camino hacia el trabajo decente para la mujer", en este año 2011.

Cien años reclamando la igualdad de género y, viendo cómo está el mundo, igual da día 8 que 80, y no hace falta irse a los países llamados del Tercer Mundo.

Porque la mujer trabajadora, ya sea dentro o fuera de su hogar, lleva cien años demandando la misma oportunidad que el hombre trabajador y, sin embargo, éste no necesita tener un día especial para reclamar ese derecho, sólo prohibido por el desempleo y la crisis.

Estos cien años de celebraciones, protestas, exigencias, demandas o reclamos, qué más da cómo se llamen, no han servido más que para dar a la mujer un doble papel o doble rol en la sociedad porque, ella y sólo ella, sigue asumiendo, en exclusiva, su papel en el mantenimiento de limpieza del hogar y de los hijos, a excepción de pocos hogares donde este cometido es asumido voluntariamente por el hombre trabajador.

Si el divorcio tiene algo de positivo podríamos verlo en la consecuencia que lleva al hombre a tomar conciencia de su responsabilidad al asumir este papel por transformar su estatus y hogar en monoparental, siempre y cuando no traspase este cometido a la abuela o nueva pareja.

Porque, hasta ahora, se sigue aplicando el "tanto ganas tanto vales", es decir, no importan los estudios ni la preparación o experiencia que se tengan a nivel laboral, mientras no tengas un sueldo con qué corroborarlo, como si esto fuese la única prueba de capacidad y profesionalidad.

Y ocurre así hoy día, por desgracia, tanto dentro como fuera del hogar y, mientras tanto, la mujer asume sin más su papel en casa, sin que nadie, en el mismo hogar o fuera de él, vea su labor como cualquier otro trabajo igualmente digno y remunerado.

Cien años reivindicando pero el papel de la mujer sigue estando en casa, trabaje fuera o no, sin contar con algo tan sui géneris como natural que es su papel de reproductora, un hecho tan maravilloso y fundamental para la proliferación de la especie humana como tan obstaculizador y ralentizador a la hora de su avance o continuidad profesional, tan sólo solventado por aquellos que puedan optar por la ayuda de los sacrificados abuelos o una guardería cercana en el trabajo o en casa, siempre y cuando puedan pagar y compaginar con sus horarios.

En estos cien años, la mujer no ha salido ganando en nada porque, la que se encarga tanto voluntaria o forzosamente en cuerpo y alma de su familia y de su hogar -aún, incluso, teniendo ayuda extra parcial, no siendo total-, no suele obtener ni el reconocimiento a su labor ni la compensación que obtendría con un salario; y la que tiene un salario, o se gasta parte de él en una niñera y/o empleada de hogar o es tan justo que al llegar a casa tiene que continuar trabajando en ella. Pocas son las mujeres que su sueldo alcanza para algo más o que sólo trabajan por el placer de trabajar.

Son ya muchas las mujeres con estudios pero pocas las que ejercen sin sacrificar parte de sus vidas a la elección de optar por ser madres o profesionales, jovenes o tardías, en perjuicio de la experiencia y de la salida de su círculo social y profesional.

Cien años para pedir avances pero también para retroceder en la armonía de un hogar pues muchos son los hijos que no crecen junto a sus padres por tener ambos que laborar fuera.
Por el contrario, también se está dando el caso de familias donde la madre sólo trabaja fuera de casa para poder obtener el salario justo con el que poder pagar a una empleada de hogar mientras el trabajo de su marido sirve para todo lo demás. Dicho por ellas mismas. ¿Acaso no se trata de la misma moneda con la que pagar? Jamás me dejaría sustituir por una niñera y perderme el inmenso placer de criar a tus propios hijos, a cambio de trabajar "sólo" para poder pagar a una empleada de hogar pero, también entiendo que lo hagan por la misma razón de saber que el trabajo de casa no está ni reconocido ni agradecido.

Hay que valorar de igual manera a toda mujer que voluntariamente pueda optar por elegir trabajar en casa sin salario o trabajar fuera con paga. Pero, sobre todo, hay que empezar a respetar y valorar a toda aquella que, sacrificando su profesión e hipotecando su futuro, no le queda otra que quedarse en casa para cuidar a sus familiares y hogar mientras el varón hace carrera y futuro profesional y su mujer se encarga de un trabajo tan digno como poco agradecido, tanto por sus seres queridos como por la misma sociedad.

Cien años pidiendo igualdad pero, a la hora de la verdad, parece que la mujer lleva innato su capacidad de manejar su familia y hogar mientras que el hombre necesita que le enseñen a planchar, lavar o cocinar, y no digamos a la hora de cuidar a los familiares enfermos donde siempre se ha contado con la exclusiva mano femenina, a no ser que hablemos de hombres enfermeros o auxiliares que ya pueden hacerlo porque lo justifica un título y casi siempre fuera de casa. De lo contrario, sin título, es la mujer la que ha de encargarse de los enfermos suyos estén en casa o ingresados en el hospital.

Me pregunto; ¿acaso las mujeres nacemos con un plancha, sartén o tirita bajo el brazo cuando nos paren nuestras madres? ¿Acaso aprendemos de verlo hacer a nuestras madres sin que a los varones les pase igual, siendo educados en el mismo hogar?

La igualdad esta muy bien siempre y cuando se ejerza como tal y no sume más trabajo sólo a la mujer o, de lo contrario, igual da trabajar sola en el hogar familiar sin salario ni reconocimiento que trabajar fuera y dentro del hogar, si este último ni se valora ni se aprecia, ni se comparte.

Supongo que los hombres que comparten las tareas con su pareja no estarán de acuerdo con mis palabras pero, por lo mismo, pronto se darán cuenta que no hablo de ellos sino de la otra inmensa mayoría que, cien años después, todavía queda por conquistar en honor a la igualdad y que parte de su error se lo debemos a tantas madres que, ignorando sus derechos, se veían obligadas o encantadas de laborar sin salario ni reconocimiento, a cambio de un techo y, con suerte, por y con amor.

Hoy día estos derechos se saben y por eso se reclaman pero, aún hoy, la esposa sigue teniendo menos opción que el marido a la hora de elegir quedarse o salir a trabajar fuera de casa, sencillamente por su otro rol de madre que aún sigue siendo un lazo muy fuerte de atadura y retroceso aunque se ejerza con amor incondicional y nunca estará lo suficientemente agradecido y mucho menos pagado tanto fuera como dentro de su hogar.

Ya no se trata sólo de tener visión política o tomar una iniciativa política, se trata de luchar por concienciar a todos y cada uno de los estamentos sociales para acabar con estas diferencias e ideologías que tanto retrasan la evolución de la mujer hacia su búsqueda y sostén de vida. Se trata de darle más oportunidad si hiciera falta, sólo por el hecho de cumplir un rol más que el hombre, sólo inherente a ella: el papel de gestar, parir y lactar.

Pidamos, luchemos, por la conciliación de ambos roles, dejando que estos se puedan asumir y cumplir sin coacción, con libertad y felicidad plena, sin miedo a su nueva reinserción laboral una vez "acabada" su labor de madre, y demos oportunidades a las mujeres que, pasados los cuarenta, quieren volver a su inserción laboral y social y lo encuentran realmente difícil por la edad y su desapego involuntario al mundo laboral que las impide tener el curriculum y la experiencia que sus parejas no han perdido y han ido acumulando, mientras ellas hacían familia por y para ellos.

Y apoyemos más aún a todas aquellas que han perdido su hogar tras años de trabajar en él sin salario ni nómina alguna y que se encuentran en la calle una vez que han criado a sus hijos y se encuentran con un divorcio y sin trabajo.

De igual manera, apoyemos con orgullo a las mujeres trabajadoras de su hogar, que voluntariamente han optado por esta tierna y digna opción, tan bella y gratificante como la que más pues, no hay nada mejor como poder cuidar, trabajar y velar in situ por los intereses de uno mismo y los de su familia, siempre y cuando reciba el mismo amor, respeto, reconocimiento y prestigio con el que ella se entrega sin ningún interés lucrativo y, vuelvo a repetir, aún a sabiendas que hipoteca su futuro en manos de su pareja, decisión difícil hoy en día debido a la cantidad de divorcios dados, y en favor de su familia.

Cien años reivindicando por algo que ya deberíamos superar sin esperar otro año más.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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