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Peregrino de Santiago y Begonte

miércoles, 05 de enero de 2011
Este año por ser jubilar y, motivado por unos amigos de Galicia, decidí visitar esta acogedora tierra para entre otras cosas hacer el camino de Santiago. Era algo que tenía en mente hacía tiempo y ahora era el momento. Por ello dejè las prisas de la capital, en unas fechas donde la Gran Vía lucía esplendorosa todas sus luces, estrellas y guirnaldas y los escaparates con sus labios me decían que ya estaba aquí de nuevo la Navidad.

Empecé el camino en O Cebreiro, entrada de peregrinos a esta comunidad y allí me apreté las botas y con una mochila, “ligero de equipaje, casi desnudo como los hijos de la mar”, decía el poeta, empecé a caminar por aquellos caminos de piedra, como en siglos pasados lo habían hecho mis antepasados. Aunque yo jugaba con ventaja, pues no tendría que hacer el camino de regreso.

El camino es espiritual, cultural, paisajístico. Cada uno tiene sus experiencias y sus vivencias. Para mí fue totalmente positivo e inolvidable, pues fui dejando parte del lastre acumulado durante años, y que ahora me hace sentir mucho más libre y ligero. El camino hay que vivirlo, no vale contarlo, los pueblos por donde vas pasando, sus gentes… en Ramil me enseñaron los castaños más grandes y que en épocas de escasez quitaron mucha hambre. Me encontré con gentes de distintas nacionalidades que hacían el camino por diferentes motivos. Gracias a Placeres de Portomarín por abrirme su casa y curarme una herida en una rodilla, le estaré eternamente agradecido!. Lleguè a Santiago físicamente cansado pero con una gran emoción al poder abrazar al santo y darle las gracias por haber podido cumplir mi sueño. Después, con un grupo de ingleses que había conocido en el camino, nos fuimos hasta Fisterra. Allí dejè mis botas y me cambiè de ropa, y antes de marcharme volvì la vista atrás para divisar por última vez el horizonte y trazar mi línea imaginaria del fin de la tierra.

Ya mucho más sosegado, bajè hasta el pueblo con ganas de comer algo caliente para coger fuerza después de tantos días de esfuerzo, cosa que hice en el primer restaurante que encontré de paso. Allí el destino quiso que compartiera mesa con Pepe y Ramona, un matrimonio entrado en años, alegres y divertidos que se encontraban haciendo la ruta de los semáforos. Me hablaron de sus vidas, de su tierra, eran de la Terra Chà de Lugo, más concretamente de Begonte, y me contaron que allí tenían uno de los belenes más hermosos del mundo. Me invitaron a conocerlo, y yo que soy un gran admirador de ellos aceptè la invitación con gusto.

Por el camino hacia Begonte fue tanto lo que me hablaron de ese belén que ya sin verlo me resultaba familiar. Tenían una pena muy grande en sus corazones, pues el que fuera su creador, Joselìn, los había dejado el verano pasado. La idea la había concebido en el año 72 con la ayuda y el impulso de su antiguo párroco D. Josè Domínguez Guizán, labor que continuaría después su hermano D. Jesús. Lo que en principio era una pequeña representación en miniatura de la natividad del Señor, con el tiempo y gracias a la habilidad de Josè Rodriguez Varela en crear piezas en movimiento en una época donde todavía no existían en el mercado, se convirtió más tarde en inspiración para las muchas que hoy hay ya a la venta y, este belén de Begonte, pasò a convertirse en uno de los belenes con más afluencia de visitas. En estas cuatro décadas de existencia ha ido creciendo tanto en figuras, elementos y espacio como en visitantes, convirtièndose en todo un fenómeno social, y sirviendo de promoción de esta comarca chairega; así el ayuntamiento de Begonte pasó a ser uno de los màs visitados por el peregrinaje de miles de personas que se acercan a ver su belèn.

Cuando llegamos me llevè una gran sorpresa y el alma se me estremeció, ya que al ver todas aquellas figuras en movimiento, aquellas casas con vida, los ríos, las tierras, los campos y montes, hubiese jurado que en el camino hacia Santiago yo mismo pasè por este pueblo. Me salió un grito incontrolado –¡ Dios Mío què belleza cuánto trabajo, cuánta paciencia, cuántas horas, cuánto amor hay aquí delante de mis ojos! De repente nadie hablaba. Silencio: estamos delante del belén de Begonte. Por un momento cerrè los ojos y una voz dentro de mi me decía: ¡despierta que no estàs soñando es real, disfrutalo!. La señora Ramona me decía que las figuras este año están tristes porque estuvieron esperando por las manos de quien las mimaba, las manos de quien las cuidaba, las manos de quien las mecía... –En esta navidad no hemos tocado nada -decía-preferimos dejarlo todo así, tal cual él lo dejó. Una de sus últimas aportaciones al belén fue el de una cigüeña preparando su nido, porque el ave de gran porte, la migratoria, la que trae los niños de París, la gran arquitecta, tenía que dejar también su impronta en este valle lleno de vida y amor. Gracias maestro Varela por tu herencia de la que somos todos beneficiarios y que no puede comprarse ni venderse ya que los sentimientos y las ilusiones, esos, ni tocarlos.

En el museo del belèn, que ahora lleva su nombre, y mientras veíamos una magnífica exposición de fotos sobre la ancianidad de Monserrat Lozano, con una pena muy grande me despedì de mis amigos y de D. Jesùs Domínguez al que le deseé suerte para seguir adelante con esta magnífica obra sellando para siempre nuestra amistad perpetua.

Ya de vuelta al trabajo y a la rutina de Madrid, no me canso de decirles a mis amigos y conocidos que visiten Galicia, que hagan por lo menos un trayecto del camino de Santiago y por el mes de diciembre no se olviden nunca de visitar el belèn de Begonte, seguro que serán un poco más felices.
Eijo Balseiro, Ramón
Eijo Balseiro, Ramón


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